Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


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 LA PALABRA DE DIOS, RAÍZ Y FUNDAMENTO DE NUESTRA FE
Martes 8 de septiembre del 2009
Carlos Pérez B., Pbro.
 
 "Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca” (Mateo 7,24).
 
El mes de la Biblia, septiembre, es una oportunidad que debemos aprovechar convenientemente (aunque en realidad lo debemos hacer siempre) para convencer a todos los católicos, clérigos y laicos, y convencernos a nosotros mismos, del lugar que debe ocupar la Palabra de Dios en nuestra vida cristiana.
 
Estamos tan acostumbrados y sumergidos en nuestros ritos, prácticas piadosas, devociones, moralismos, etc., que no caemos en la cuenta que nuestra vida cristiana consiste en ponernos en sintonía con los planes de Dios. No estamos llamados a hacer cosas "buenas”, sino aquello que Dios nos pide.
 
Por la Palabra de Dios todas las cosas vinieron a la existencia, lo leemos en el libro del Génesis, capítulos 1 y 2. La creación es tal por su obediencia a la Palabra de Dios. El pueblo de Dios se constituyó por la obediencia de un hombre y una familia que fueron llamados por esa Palabra: Abraham, su mujer, su descendencia: "Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré” (Génesis 12,1-2).
 
Por la Palabra de Jesús fueron llamados sus primeros seguidores: "Síganme y los haré llegar a ser pescadores de hombres” (Marcos 1,17). Esos hombres y aquellas mujeres obedecieron con prontitud el llamado del Hijo de Dios, esa presencia fantástica ante la que no pudieron resistirse. Y así nació la Iglesia. De manera que cada uno de nosotros debe reconocer que es cristiano por el llamado de Jesús, y no tanto porque fulano sacerdote me bautizó, o yo no soy sacerdote, en el origen, porque fulano obispo me ordenó, sino por el llamado de Jesús. Y todos juntos somos Iglesia por el llamado personal de Jesucristo. No somos una asociación civil, no somos un grupo de voluntarios, no somos Iglesia porque más o menos tenemos las mismas ideas y las mismas creencias. Nada de eso. Somos Iglesia por la convocatoria que Jesús nos hace por su Santo Espíritu.
 
Así es que en la base de todo está la Palabra de Dios, es la que le da consistencia a nuestra religiosidad; es la que le debe de dar forma exterior e interior a nuestra fe. Pero no es lo mismo ser conscientes de que por la Palabra de Dios somos lo que somos, a vivir intensamente y en todo momento esta convicción.
De lo que se trata es de estudiar cotidianamente la sagrada Escritura, cultivar una fuerte espiritualidad bíblica, poner nuestra vida en plena sintonía con la Palabra de Dios, con sus santos planes de salvación. Con el profeta Isaías debemos decir cada uno de nosotros: "Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos” (Isaías 50,4). ¡Qué belleza sería si esto fuera realidad en cada uno de los católicos y de toda nuestra Iglesia!
 
Yo quisiera convencer a todos los sacerdotes y a todos los agentes de pastoral laicos de que debemos poner todas nuestras energías, capacidades y tiempo en una pastoral bíblica como fuente y fundamento del resto de nuestras actividades pastorales. Nuestros planes de pastoral, tanto parroquiales como diocesano, deben tener como su principal renglón a la pastoral bíblica.
 

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