4º ENCUENTRO
EL SACERDOCIO EN NUESTRA IGLESIA
0.- Ambientación e introducción.-
1. Crear un ambiente agradable entre los participantes para que todos se sientan bien desde el comienzo. Saludar a cada quien conforme vaya llegando y darle la bienvenida.
2. Canto inicial (algún canto sobre la Palabra).
3. Presentar el tema sobre el que vamos a reflexionar y vivir en este encuentro.
4. Pedirle a Jesús la luz de su Santo Espíritu para comprender su Palabra (Se puede hacer espontáneamente o recitar la oración inicial).
1.- Miramos nuestra vida.- La mayoría de las comunidades protestantes, o separadas de la Comunión católica, no cuentan con el sacerdocio tal como nosotros lo tenemos y lo entendemos. Aunque sí tienen sus líderes y dirigentes, en realidad ellos no cumplen tareas sacerdotales, como impartir los sacramentos, confesar, celebrar la Misa, etc. Los ministros son propiamente predicadores de la Palabra de Dios y los que conducen la oración. Por eso en sus lugares de culto no cuentan más que con el ambón desde donde se lee y se comenta la Biblia. Sin embargo, lo normal en los hermanos separados es que todos se sientan comprometidos con las actividades de su iglesia, como que son pocos los faltistas o los no activos. En la Iglesia católica, en cambio, sí contamos con los oficios sacerdotales pero muchas veces los sacerdotes concentran todo el culto en ellos, de manera que el resto de la comunidad se siente como en el derecho de desentenderse de las actividades cultuales, evangelizadoras y de servicio de la Iglesia, algo así como si pensaran: si hay que ofrecerle misas a Dios, pues ya hay quien lo haga; si Dios quiere que se lea su Palabra, pues ya hay quien lo haga.
1. Comenten brevemente estas dos realidades.
2. ¿A cuántos sacerdotes han conocido ustedes?
3. ¿Qué tanto trato han tenido con ellos? ¿Sólo los han visto en la Misa y demás sacramentos o han tenido oportunidad de platicar y trabar amistad con alguno?
4. ¿Se parecen los sacerdotes a Jesucristo? ¿En qué sí y en qué no? Respondan con sinceridad, sin tratar de ser complacientes.
2.- Escuchamos la Palabra de Dios.
En nuestra Iglesia hay sacerdotes buenos y malos, lo mismo que laicos. La intención de estos temas no es negar o tapar la realidad, hacernos creer que todos son buenos. De ninguna manera. Sin embargo, sí queremos, como es propio de nuestra Iglesia, fijar nuestra atención en algunos que han llegado a ser santos. Este año estamos conmemorando el aniversario 150° del fallecimiento o nacimiento para la vida celestial de un sacerdote ejemplar, san Juan María Vianney. Repasen la vida de este sacerdote en la primera página de este temario.
Hay otro sacerdote al que un servidor le tiene una especial admiración: el p. Antonio Chevrier. Este sacerdote fue un apasionado por Jesucristo. Estudiaba los santos evangelios y toda la sagrada Escritura con mucha devoción. Se dedicó a la evangelización de los pobres porque esa fue la misión de Jesucristo. Él es un ejemplo para todos los sacerdotes y también para todos los cristianos, porque apasionados de Jesucristo y de su Palabra, lo debemos de ser todos.
Este sacerdote decía, el día que sintió fuertemente el llamado de Dios: "El Hijo de Dios ha bajado a la tierra para salvar a los hombres y convertir a los pecadores. ¿Y qué vemos, sin embargo? ¡Cuántos pecadores hay en el mundo! Los hombres siguen condenándose. Entonces me decidí a seguir más de cerca a nuestro señor Jesucristo, para hacerme más capaz de trabajar eficazmente en la salvación de las almas, y mi deseo es que también ustedes sigan de cerca a nuestro Señor”.
En nuestra Iglesia católica creemos firmemente lo que Dios nos dice en la carta a los Hebreos, que Jesucristo es nuestro único sacerdote. Es la acción sacerdotal de Cristo la que es eficaz: Cristo es el que santifica a su pueblo, el que salva, el que evangeliza, el que profetiza, el que enseña, el que sana cuerpos y almas. Su acción salvadora no se quedó en el pasado, decíamos en el tema anterior, él resucitó y continúa actuando en su Iglesia y por medio de su Iglesia. Así es que la misión de nuestros sacerdotes aquí en la tierra es hacer visible la acción de Jesucristo a favor de su pueblo, para eso fueron consagrados en el sacramento del orden.
Los sacerdotes actúan en la persona de Cristo cabeza. Esto hay que tenerlo muy claro. Porque si decimos o pensamos que el sacerdote representa a Cristo, no estamos entendiendo bien las cosas. Todo cristiano representa a Cristo, y todos juntos somos el Cuerpo de Cristo. Pero el sacerdote ocupa el lugar de Cristo que encabeza o preside la actividad de la comunidad. Todos somos el cuerpo de Cristo, pero a alguien le toca hacer las veces de la cabeza, de manera visible. Veamos pues primero cómo Cristo quiere actuar en todos los cristianos, sean o no sacerdotes:
Jesucristo se identifica y se encarna en un niño: Lucas 9,48.
Jesucristo se identifica y se encarna en los más necesitados: Mateo 25,37-40.
Jesucristo se identifica y se encarna con cada uno de sus enviados, ya sean sacerdotes o laicos: Lucas 10,16.
Todos los miembros de la Iglesia formamos un solo cuerpo con Cristo: Romanos 12,4-5.
En la celebración de la Misa es donde podemos entender bien que el sacerdote preside la celebración pero no es el único que representa a Cristo. El sacerdote ocupa la cabecera, no por sus méritos, sino por el llamado de Jesús que se formaliza en la consagración sacramental de una persona. Pero igualmente cada uno de los que están sentados en las bancas están haciendo presente a Jesucristo. Al pasar a comulgar, todos participamos de un mismo Cuerpo. Así es que al sacerdote le corresponde hacer presente a Cristo en cuanto cabeza, y a los demás cristianos, hacer presente a Cristo que tiene muchos miembros, como todo cuerpo los tiene en su diversidad.
¿Entendimos todo lo anterior? Estudien en su casa sus apuntes para que vayamos entendiendo las cosas como las entiende la Iglesia hoy día.
3.- Momento del actuar o de las conclusiones.- (Que cada quien escriba sus propósitos en su cuaderno).
1.- En la Misa, ¿Se sienten ustedes que son comunidad celebrante o solamente espectadores? Los invitamos a que a la siguiente Misa a la que asistan, hagan todo el propósito de ofrecerse a sí mismos a Dios junto con Jesucristo, porque somos su Cuerpo.
2.- ¿Qué otro propósito personal saca cada uno de nosotros de este encuentro con la Palabra de Dios?
3.- Los invitamos a prepararse para la procesión y celebración de clausura del Mes de la Biblia. Aunque pueden seguir viendo y profundizando estos temas sin importar que haya pasado septiembre.
4. Hagamos oración.- a
a) Preces.- Decir en forma de petición lo que el pasaje evangélico nos ha dicho. Todos respondemos: Te rogamos, Señor.
b) Se puede recitar la oración final.
5.- Avisos y canto final.- Dar el día y la hora del próximo encuentro. Recordar las próximas actividades de la parroquia. Entonar un canto sobre la Palabra. |