Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
MARÍA, UN SER CELESTIAL
Comentario a Lucas 1,39-56, evangelio de la Misa del domingo 15 de agosto del 2010, fiesta de la asunción de María.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     La Sagrada Escritura, el Nuevo Testamento en particular, no nos dice qué final tuvieron en este mundo la virgen María, los apóstoles y muchos discípulos de Jesucristo. Sólo sabemos de la muerte de Esteban, el primero de los mártires, de la muerte de Santiago el mayor, pero del resto de los Doce, nada. Es la tradición posterior de la Iglesia la que afirma que la madre de Jesús, después de morir, fue llevada al cielo en cuerpo y alma. En otras palabras, la madre de Jesucristo es ahora y desde el principio un ser celestial, nos dice hoy la Iglesia. La imagen que nos brinda de ella el evangelista san Lucas confirma la anterior afirmación. Veamos el cap. 1 desde el v. 26:
     María era una creyente orante (v. 26), una muchacha sencilla de un pueblito llamado Nazaret, desconocido en aquellos tiempos, que no adquirió renombre sino hasta que el Hijo de Dios hecho hombre se crió en él. Imagínense a este bello ser, María, en oración: en silencio, en contemplación de Dios, en un espacio en medio de sus quehaceres, en una oración de escucha; sólo el que abre sus oídos puede escuchar a Dios. No la miremos vestida elegantemente, como muchas de nuestras imágenes, que no corresponden en nada a una pobre de Galilea.
     Así, en oración, Dios le comunicó por medio de su mensajero que ella era elegida para ser la madre del Salvador. María se sorprende, discurre, porque como buena creyente, trata de discernir las cosas que le suceden. No reacciona con ligereza, trata de entender. Esta mujer sencilla pregunta, es propio del creyente preguntar. Y recibe una respuesta, una tamaña respuesta: ella tiene un lugar y un papel muy especial en los planes de Dios. Así debemos de tomarlo. Lo de Dios no es una designación individualista, no es María por María, es por la salvación de su pueblo escogido.
     Y Dios espera una respuesta: la respuesta de María es la del auténtico creyente: la obediencia, la disposición a servir a los planes de Dios: "yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí según tu palabra”.
     María es una mujer de iniciativa. El ángel Gabriel le comunica que su pariente Isabel también está embarazada, y ya va en el sexto mes. Sólo le da la noticia, lo demás, María se lo toma por su cuenta: levantarse (es la actitud del creyente), salir de prisa (de nuevo la prontitud del creyente), quedarse con Isabel unos tres meses, todos pensamos que a su servicio y no al revés. La madre del Señor al servicio de su prójimo.
     El encuentro de estas dos mujeres habla muy bien de ellas. Es un encuentro gozoso, un encuentro provocado por el impulso del Espíritu Santo. La alegría de Dios inunda esa casa de la serranía de Judea. Por algo los biblistas le llaman a estos dos primeros capítulos de san Lucas "el evangelio de la alegría”. La pobreza de los creyentes y la felicidad de Dios van de la mano.
     Y el cántico de María, ¡qué mejor habla de ella esta alabanza hondísima de la creyente María!
     María alaba la grandeza de Dios (v. 46) porque se ha fijado en una humilde esclava, siendo que en el mundo había gente tan poderosa y distinguida: el sumo sacerdote, algún anciano del sanedrín, cualquier otro varón de estirpe sacerdotal habría sido humana y religiosamente una mejor elección. La generación, la herencia, la vocación se transmitía por los varones, no por las mujeres. Y ahora Dios hace un quiebre con esa mentalidad. María se abre al misterio de Dios que pone sus ojos en ella, una pobre, una mujer y además de Galilea. ¡Qué grande es Dios!, tenemos que reconocer todos los creyentes, porque Dios no se deja llevar por las apariencias como nosotros en nuestras elecciones.
     Dios es poderoso, dice María, pero sobre todo sobresale por su misericordia. Es más, habría que decir que el poder de Dios está en su misericordia, una misericordia que se hace palpable en los humildes, en los que tienen hambre, en su pueblo que ha sido reducido a servidumbre. Y es una misericordia, lo reconoce María, que no es irresponsablemente neutral, como hacemos los humanos para esquivar la justicia para con los desheredados. Dios muestra su poder y su misericordia derribando a los poderosos de sus tronos, de sus pedestales. ¿Será que María es consciente que una cosa tiene que ver con la otra? A los ricos los despide con las manos vacías, para poderle dar de comer a los hambrientos. De nuevo preguntémonos: ¿Qué tiene que ver la riqueza de los ricos con la falta de pan y demás recursos de los pobres? Este cántico es antiguo, es un cántico de María, pero también es un cántico de las comunidades cristianas en las que se forjó el evangelio según san Lucas. Son estas comunidades las que nos dan la clave de una verdadera devoción mariana. Nosotros por lo pronto afirmamos que María es un ser celestial, con los pies bien puestos en la tierra.
 

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