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El PAPEL DE LA IGLESIA EN EL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA DE MÉXICO
Jueves 16 de septiembre del 2010
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Cuando el carro está andando, todos queremos subirnos a él; pero cuando hay que empujarlo, no todos estamos dispuestos. Ahora, 200 años después de que se dieron los hechos, todos somos partidarios de la Independencia: Iglesia, políticos del poder, empresarios, sociedad en general. Y eso que fue un movimiento armado.
Hoy día muchos han expresado que las armas no son el camino para la reivindicación de los pobres. Pero desde luego que no es lo mismo Hidalgo y Morelos, Zapata y Villa, que los zapatistas actuales. No es lo mismo arriesgar el pellejo que gastar unos pesos en adornos patrios. El episcopado mexicano emitió su carta pastoral para invitarnos a celebrar el bicentenario. Y, ¿qué nos dicen de las condenas de aquel tiempo?
También los dirigentes de los tres poderes nos brindaron brillantes discursos para conmemorar esta fecha. El problema es que no creemos en las palabras de los políticos.
Situémonos en aquel tiempo, metámonos en los zapatos de los héroes "que nos dieron patria”. En aquellos años la gente del poder, tanto político y económico como eclesiástico, siempre estuvieron a favor de la corona española. Fueron los de abajo, los pobres campesinos, los curas rurales, los intelectuales, los que pusieron su vida en juego con tal de que otros alcanzaran el ideal de una nación independiente y soberana, aunque sea una minoría los que actualmente la disfrutamos.
Me llaman mucho la atención los versos que escribió el cura Hidalgo dedicados a sus carceleros, en calidad de condenado a muerte, versos que han sido plasmados en los muros de uno de los edificios gubernamentales del centro de nuestra ciudad de Chihuahua. Hablan de su calidad humana.
En estos meses de celebración han aparecido artículos y documentales que nos han ido revelando los hechos con más amplitud, que nos presentan a los héroes más de carne y hueso, menos míticos como nos los mostraron en la escuela. Yo quisiera que en esa misma línea nos fueran ofreciendo cuáles otros personajes de la jerarquía de la Iglesia aparecen tanto a favor como en contra del movimiento insurgente. No tanto para juzgarlos, sino para sacar una lección para nosotros, para mirarnos en ellos como en un espejo, porque cobardes y convenencieros no faltan en todos los tiempos; los que están a favor de abrir nuevos caminos para la Iglesia y para el mundo, y quienes se aferran al poder y a los privilegios.
Cada quien está escribiendo su nombre en la historia en el lado que quiere. |