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PRIMERA ASAMBLEA DIOCESANA
Viernes 22 de octubre del 2010
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
La de este martes 19 y miércoles 20 de octubre fue la primera Asamblea Diocesana que hemos celebrado con nuestro nuevo obispo. Según las cuentas, sería la número 13. En esa cuenta también deberíamos contar las anteriores que celebramos en tiempos de don Adalberto, cuando surgieron las 3 cartas pastorales que verdaderamente nos lanzaron con más entusiasmo a la acción pastoral.
La de ahora, a la que fuimos convocados cinco laicos de cada parroquia, todos los sacerdotes, las religiosas, y los seminaristas, tiene algunas diferencias notables con las 12 anteriores. Señalo sólo algunas:
1.- Ahora no hubo un control estricto de los asistentes. Fue una asamblea de puertas más abiertas. No era necesario el control, porque no hubo votaciones que lo requirieran, ni siquiera una participación amplia abierta de los laicos.
2.- Se nos pidió una cuota de $ 500 a cada parroquia, pero no a los participantes. La inscripción fue gratuita, algo que nos pareció muy bueno, porque los costos no se le pueden pasar precisamente a los que más trabajan en nuestra Iglesia.
3.- El hecho de que el p. Dizán fuera uno de los ponentes, fue algo que nos sorprendió. En el periodo anterior, a pesar de sus capacidades reconocidas por todos, era un sacerdote marginal, considerado por el anterior obispo casi un enemigo de la Iglesia.
4.- Con toda libertad él pudo decir esta frase: "En la Iglesia universal parece que ya están pasando los peores momentos de la tormenta… las elecciones episcopales son más cuidadosas”. En las anteriores asambleas esto hubiera sonado a una soberana herejía. También otro de los ponentes trajo a colación un pensamiento del documento episcopal de Aparecida, el número 371 que, hablando de las estructuras eclesiales y planes de pastoral, dice: "Los laicos deben participar del discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la ejecución”. Quién sabe qué tan en serio nos queramos tomar esto, tanto obispo como sacerdotes, pero el caso es que por lo menos ya se dijo.
5.- Yo siento que la principal diferencia que puede haber entre la actual y las pasadas asambleas es la intención. ¿Queremos llevar a la práctica lo que pensamos y decimos? Antes estábamos seguros de que no. Creo que ahora podemos esperar que sí. / Escuchen esto: en una ocasión que don José visitó la parroquia de Ojinaga, nos reunimos los miembros del Consejo Parroquial. Su intención era decirnos cómo debía funcionar un consejo. Al empezar la reunión, a bocajarro, nos espetó: "Ustedes son una bola de habladores”. A él le gustaba utilizar frases llamativas, que en apariencia parecían broma pero que en el fondo contenían toda su mentalidad. Y nos explicaba la frase: "Ustedes vienen a la reunión y hablan todo lo que quieran. El párroco los escucha. Ni siquiera tiene que hablar él. Después de la reunión él se va a su casa y toma las decisiones que quiera”. Esto desde luego es una caricatura de cómo funciona un consejo parroquial. El magisterio de la Iglesia nunca lo diría así. Al contrario, nos recuerda que todos los bautizados contamos con la asistencia del Espíritu Santo, que merecemos ser escuchados y tomados en cuenta. No se podrá hacer, desde luego, lo que cada quien diga, pero sí es cosa seria tomarlo en cuenta. Y los sacerdotes y los obispos debemos crecer en esa escucha. En caso de necesidad sí tiene autoridad el párroco para tomar alguna decisión si se trata de defender una cuestión de fe o de moral, pero lo ordinario es tomar decisiones eclesiales, que no personales.
Ésta fue la primera Asamblea. Yo sugeriría que retomáramos la Misión Continental a la que nos han convocado nuestros obispos a partir de la reunión de Aparecida. Esta misión se fundamenta en lo que la Iglesia quiere para nuestros tiempos, expresado ampliamente en el Documento con ese nombre, y la Misión Continental sobre todo aborda cuestiones muy prácticas, que evitan que divaguemos y nos sintamos como que nunca aterrizamos, como lo hemos hecho hasta ahora. Estas cuestiones son: el encuentro personal con Jesucristo, que debemos promover para todo mundo; el conocimiento de la Palabra de Dios; la celebración dominical; la formación de pequeñas comunidades; y el servicio de nuestra Iglesia hacia la sociedad. |