Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
CÓMO PREPARARNOS A LA NAVIDAD
Comentario a Mateo 3,1-12, evangelio de la Misa del domingo 5 de diciembre del 2010, 2º de adviento
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Nos estamos preparando para la Navidad y para la venida definitiva del Hijo de Dios, en la plenitud de los tiempos. ¿Cómo prepararnos? Hay que hacerse esta pregunta porque nuestra sociedad nos puede arrastrar a su manera de prepararse para la navidad. Desde luego que esa es otra navidad. La gente ya está preparando el aguinaldo, la cena, las bebidas alcohólicas (cómo se han llenado estos días los anaqueles de los supermercados de esta mercancía), las posadas consumistas, se oye la música navideña, y ya se ven los adornos en las casas, en los negocios, en el centro de la ciudad. ¿Qué nos falta preparar? Nos falta prepararnos a nosotros mismos. No olvidemos lo principal, nuestros corazones, nuestra vida, nuestra sociedad. Preparémonos para recibir tan distinguida visita, nada menos que el mismísimo Hijo de Dios.
     ¿Y cómo debemos prepararnos? La Palabra de Dios nos indica la mejor manera. Hoy, en este segundo domingo de adviento, la Iglesia nos ofrece por un lado la figura recia, dura de Juan Bautista, y por el otro, el canto lleno de esperanza de un tiempo de paz y de armonía que escuchamos del profeta Isaías. Esta paz sólo nos puede venir de Dios.
     Juan nos habla en primer lugar de conversión. Conversión significa cambio radical, no superficial. La conversión no es meramente un arrepentirse de los pecados. La conversión implica salir de uno mismo para volverse al gran proyecto de Dios que es su Reino, el reino de la fraternidad de todos los hijos de Dios. Insisto, uno se puede arrepentir de sus pecados pero seguir en uno mismo. En cambio la conversión implica salir de uno mismo para volverse a los planes de Dios.
     En este tiempo pre-navideño, ¿hay lugar para las amenazas? Pues el mensaje de navidad que nos envía este profeta de Jesús comienza con un "raza de víboras”. En cualquier cultura este saludo nos suena a grave ofensa. Yo de todas maneras prefiero este saludo que lleva hondura a que si nos dijera de manera superficial un "feliz navidad”. Este "raza de víboras" está dirigido de manera especial a quienes estamos metidos en religión. Es que la religiosidad lleva intrínseco el riesgo de la superficialidad de las prácticas, de una bella cáscara que oculta el fruto podrido. Estemos alerta para no perder la claridad del contenido, de estar siempre volviéndonos a los proyectos de Dios. Las amenazas que nos ofrece Juan, las cuales acogemos nosotros con un corazón humilde, son éstas, véanlas en su Biblia o misal: "ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego… Él tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”.
     Con esa fuerza la Palabra de Dios quiere impedir que nos quedemos en las ramas, quiere que vayamos a la raíz, que fijemos nuestra mirada, toda nuestra atención y nuestra vida en Aquel que viene, el que bautiza con Espíritu Santo y su fuego. Fijar nuestra atención en todo lo que Dios nos quiere hacer llegar en este Hijo que estamos esperando.
     Cuando este mundo, o sea nosotros, deje que llegue plenamente Jesucristo (la Navidad con mayúsculas) entonces cambiarán todas las cosas y las personas, entonces sí el hombre dejará de ser lobo para el hombre, los seres humanos dejaremos de ser opresores de nuestros hermanos, o, en palabras del profeta Isaías, el lobo y el cordero, la vaca y la osa habitarán juntas, un niño podrá meter su mano en el agujero de la serpiente, porque nadie hará mal a nadie, nadie hará daño en todo el monte santo del Señor, porque todos los corazones estarán llenos del conocimiento de Dios.
     Esta Navidad es la que vale la pena, es la que queremos celebrar, es a la que nos estamos preparando.
 

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