GUADALUPE. EVANGELIO, MÁS QUE UNA DEVOCIÓN
Comentario a Lucas 1,39-46, evangelio de la Misa del domingo 12 de diciembre del 2010, solemnidad de nuestra señora de Guadalupe
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
¿Han estudiado ustedes el Nican Mopohua? Yo quiero seguir insistiendo en su estudio, para que nuestra devoción guadalupana pase de mera devoción a una auténtica fe cristiana, la que cree en Dios, la que acepta sus caminos, la que se compromete con sus planes. En este caso el Nican Mopohua nos transmite un mensaje profundo que está en plena sintonía con el mensaje de Jesucristo en los santos evangelios.
¿Qué escuchamos en el evangelio de hoy? La buena noticia del gozoso encuentro de dos mujeres esperando cada una a su hijo. En aquella sociedad las mujeres no contaban, no podían ser buena noticia. Y sin embargo, para el evangelio sí lo son, y han sido elegidas por Dios para ser parte especial dentro de sus planes. Versículos más arriba leemos cómo llamó Dios a María, una jovencita, de un pueblito insignificante de la marginada Galilea. ¿Por qué Dios hace así sus cosas? ¿Por qué no escoger a un jefe militar, a un político o un religioso, un descendiente del sumo sacerdote? Así como Dios decidió hacer las cosas en aquel tiempo, ahora desea continuar en esa misma línea al llegar los misioneros a este continente.
El Nican Mopohua se puede leer como un mero relato de las apariciones de la virgen de Guadalupe al indio Juan Diego. Pero no lo es, no es un mero relato. El Nican Mopohua nos está proponiendo todo un modelo de evangelización. La evangelización, o sea la tarea de evangelizar o de hacer llegar el Evangelio, la persona de Jesucristo y su obra, a las personas y a los pueblos, parte en primer lugar de su realidad, de su cultura. Segundo, esta labor conduce a la liberación de las personas y los pueblos, no a su conquista, como en realidad sucedió con la llegada de los españoles a nuestro suelo. No se trata de una imposición, sino del anuncio de una Buena Noticia. Jesucristo es una Buena Noticia para los habitantes del Anáhuac. Dios quiere hacer un pueblo nuevo con ellos, una humanidad nueva. Si la evangelización no tiene ese efecto, entonces no es auténtica evangelización. Veamos:
Un indio pobre va caminando desde Cuautitlán hacia Tlatelolco. Su hogar es Cuautitlán, Tlatelolco es el palacio del obispo, el lugar de los "evangelizadores”. Ahí se celebra el culto y se imparte la catequesis de los adultos.
Al pasar junto al cerro de La Nariz, Tepeyácac, al amanecer... El Nican Mopohua no nos está dando un dato cronológico, nos está proponiendo el momento de una revelación divina, justo antes de salir el sol. El sol para muchas culturas representa un signo de la divinidad, de la luz, de la iluminación, es el astro de la vida. Al pasar por ahí, Juan Diego escucha una música maravillosa, que a él le parece superior al de los pájaros conocidos en el Anáhuac, que de por sí cantan muy bonito. El silencio y el canto se compaginan. Juan Diego se ha visto transportado a una realidad celestial. Cuando se hizo el silencio, pausa que nos prepara para el momento principal de la revelación divina, algo parecido al momento de la anunciación de la encarnación del Verbo, en que sabemos que María estaba en oración profunda, así ahora se escucha una voz dulce, no la voz grave y de mando de los conquistadores. La traducción castellana dice "Juanito, Juan Dieguito". Pero en náhuatl no suena como diminutivo, como si se tratara de un trato infantil, sino como un trato respetuoso y cariñoso hacia Juan Diego: Juantzin, Juan Diegotzin.
Juan Diego no sintió miedo, al contrario, muy contento fue subiendo al cerrillo. Ahí vio a una señora de pie que le dijo que se acercara. El Nican Mopohua se deshace en detalles para describir la visión que tiene Juan Diego. Léanlo y estúdienlo ustedes. "Su vestidura era radiante como el sol; el risco en que se posaba su planta flechado por los resplandores, semejaba una ajorca de piedras preciosas, y relumbraba la tierra como el arco iris. Los mezquites, nopales y otras diferentes hierbecillas que allí se suelen dar, parecían de esmeralda; su follaje, finas turquesas; y sus ramas y espinas brillaban como el oro".
Juan Diego "se inclinó delante de ella y se oyó su palabra muy blanda y cortés, cual de quien atrae y estima mucho". No se arrodilló, como sí lo hará frente al obispo. Un fuerte contraste se palpa entre el encuentro de Juan Diego con la virgen y su encuentro con el obispo. El Nican Mopohua está cuestionando desde el principio este desnivel en las relaciones entre el evangelizador y el evangelizado. La palabra de la virgen es dulce y atractiva, llega al corazón. La virgen le da un trato que llama la atención. En otras ocasiones lo he recalcado. Le llama "zocoyote". Así se le dice al más pequeño de los hijos en una familia. Pero esta expresión no se refiere al lugar que ocupa Juan Diego en su familia, sino al lugar al que ha sido reducido por los conquistadores: el indígena ha sido rebajado, empequeñecido, infantilizado. Con este trato la virgen está describiendo la situación de los nativos, situación con la que no va a estar de acuerdo, se verá más delante.
El Nican Mopohua escribe así el propósito de la celestial visita:
"Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del Creador cabe quien está todo; Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre; a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen; oír allí sus lamentos, y remediar todas sus miserias, penas y dolores. Y para realizar lo que mi clemencia pretende, ve al palacio del obispo de México y le dirás cómo yo te envío a manifestarle lo que mucho deseo, que aquí en el llano me edifique un templo: le contarás puntualmente cuanto has visto y admirado y lo que has oído. Ten por seguro que lo agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y merecerás mucho que yo recompense el trabajo y fatiga con que vas a procurar lo que te encomiendo. Mira que ya has oído mi mandato, hijo mío el más pequeño; anda y pon todo tu esfuerzo”.
¿Dónde ponen ustedes el acento? Casi siempre se ha puesto el acento en que el propósito de la Virgen es tener una construcción material. Nosotros ponemos el acento en la escucha de la virgen de los clamores de los nativos y en el remedio de sus dolores, y en su voluntad de convertir al indio pobre en su misionero de la nueva evangelización. La repetición, la insistencia de la narración es parte de la cultura náhuatl.
(Ustedes sigan adelante con el estudio del Nican Mopohua). |