Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
DIOS-CON-NOSOTROS
Comentario a Mateo 1,18-24, evangelio de la Misa del domingo 19 de diciembre del 2010, 4º de adviento
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Generalmente los libros de historia, incluso los medios de comunicación actuales, se detienen en los personajes importantes del poder humano: la política, la milicia, la religión. La vida de las personas humildes y desconocidas no cuenta para los que escriben el acontecer humano. El evangelio es por eso sorprendente, y es una buena noticia: había en aquel tiempo dos personas… ¿dónde vivían? En algún lugar desconocido de Judea o de Israel. Mateo no nos precisa dónde se desposaron José y María. Se trataba de dos soberanos desconocidos. ¿Quién sabía de María en aquellos tiempos, o de José? Sólo Dios. Él fijó su mirada en ellos. Eligió a una mujer, prescindiendo del varón, como el canal para que su Hijo divino viniera en la carne y pusiera su morada en medio de nosotros.
     El Dios del antiguo testamento, como lo entendían y vivían los judíos, el Dios de los musulmanes, los dioses de los pueblos paganos, no se tomaban ese gesto de venir al mundo para meterse en medio de su pueblo, y menos en medio de los pobres. El Padre de Jesucristo, sí. Y repito, la manera tan particular de hacerlo es ésta que acabamos de escuchar: tomar a una pareja sencilla y anónima como camino para incrustarse en medio de nosotros, para ser parte de nuestra historia, para gozar y sufrir, literalmente en carne propia, los gozos y las esperanzas, los dolores y las tristezas de los seres humanos. Por eso su nombre será "Dios-con-nosotros”.
     Los evangelistas lo entendieron tan bien que dan testimonio con tantos detalles de este Dios-con-nosotros: gracias a su encarnación es que podemos nosotros decir como san Juan en una de sus cartas: "lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos". Si Dios no se hubiera tomado esa delicadeza, no contaríamos con sus parábolas tan pueblerinas, sus milagros realizados con sus manos, su misericordia y su compasión practicada con los enfermos y los pecadores. El Hijo de Dios no habría podido entregar un cuerpo día tras día ni mucho menos en la cruz. Jesucristo es el Dios de los pobres, de los enfermos, de los pequeños. Lo encontramos en los santos evangelios. No nos conformemos con imaginárnoslo, mejor vayamos a los santos evangelios y constatémoslo por nosotros mismos.
     Entendemos su nombre no solamente como un estar junto a nosotros, sino también a favor de nosotros, expresión que usamos comúnmente, "estoy contigo”. Dios está de nuestra parte, a pesar, o mejor dicho, por causa de nuestros pecados, Dios se ha puesto de nuestro lado.
     ¿Qué se nos pide ante este misterio? Abrir nuestro corazón y todo nuestro mundo a la voluntad de Dios, a sus caminos, a las personas que él elige. José, en medio de las confusiones que le provocó encontrarse con el embarazo de María antes de vivir juntos, acogió la decisión de Dios, acogió a María y al niño como propios… porque Dios se lo mandaba.
     San Mateo fija su atención en José, así como Lucas lo hace en María. Nos presenta a José como un hombre justo, entendido este adjetivo desde la justicia de Dios. Había pensado dejar a María porque así se lo pedía la ley de Moisés. Si esa mujer no le pertenecía, él tenía que renunciar a ella. Mateo no nos lo platica, pero podemos imaginarnos nosotros la angustia que vivió en esos días, no tanto por verse defraudado por María, sino porque nosotros podemos estar seguros que la amaba, y renunciar a ella, decisión que él había tomado por cuestión de justicia, le ha de haber costado la mitad del corazón. Tal como un enamorado cuando sabe que el corazón de su amada le pertenece a otro, y él se ve obligado a respetar esa pertenencia. Y porque su amor no es posesivo ni él violento, por eso con toda calma, con toda resignación renuncia a ese amor. Yo así quiero ver aquellos días de José, porque era un hombre justo. La justicia de José consistía en la obediencia. Obedecer a Dios es lo más importante para un creyente. José era un verdadero creyente. No de esos que dicen creer en Dios pero no se ponen a sus órdenes.
     Repasemos los actos de obediencia de José según san Mateo en sus dos primeros capítulos:
     Se le manda en sueños: "No temas en tomar contigo a María tu mujer… tú le pondrás por nombre Jesús" (1,20-21). Y él obedece.- "Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer" (1,24).
     De nuevo se le manda: "Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto”. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre y se retiró a Egipto" (2,13-14).
     Y finalmente otro mandato: "El ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel… Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel… avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret" (2,19).
 

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