EL BAUTISMO DE JESUCRISTO, UN DON DE VIDA
Domingo 9 de enero del 2011, fiesta del bautismo del Señor
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Con esta celebración damos por concluido el tiempo litúrgico de la Navidad. Para muchos la navidad había quedado como cosa del año pasado, para nosotros es hasta ahora que termina. Después de contemplar su nacimiento en el pesebre de Belén, ahora lo acogemos ya adulto, en el río Jordán.
Nuestros hermanos separados nos recalcan a los católicos que Jesucristo se bautizó ya grande, y nos preguntan que por qué nosotros nos bautizamos desde niños. Hay que responder que los judíos circuncidaban a sus niños a los ocho días de nacidos (ver Lucas 2,21). Con esa señal personal los hacían miembros del pueblo judío sin esperar a que fueran grandes para preguntarles que si querían.
Lo que Jesús hizo fue algo inusitado. La ley de Moisés no ordenaba que las personas, chicas o grandes, fueran bautizadas. El bautismo se empezó a practicar por algunos grupos de judíos de los tiempos de Jesucristo un tanto cuanto disidentes del culto y la religiosidad que dependían del templo de Jerusalén. Así es que el bautismo de Juan era una práctica al margen de la tradición sacerdotal. Esta ceremonia no se realizaba en el templo de Jerusalén, sino en el río Jordán. Jesucristo, para iniciar su ministerio de manera oficial, debió haber acudido al templo, a presentar algún sacrificio, alguna ofrenda. Si se fue al río es porque estaba trazando su raya con respecto a la religiosidad oficial, con la religión del templo. En vez de juntarse con los puros, se fue a reunir con los pecadores. Y esa sería su vida y su ministerio: buscar a los pecadores.
Convendría que ustedes compararan el relato del bautismo de Jesús en cada uno de los cuatro evangelios, para que vean la tradición de cada una de las iglesias que están detrás de ellos. El diálogo entre Jesús y Juan de que quién debería ser bautizado por quien, y de que así convenía para cumplir con la justicia de Dios, es propio de san Mateo.
¿Qué significa el bautismo de Jesús? ¿Cuál es su mensaje? El bautismo de Jesús no es el bautismo de Juan. El profeta bautizaba sólo con agua, nos lo recalcan los otros evangelistas. El de Jesús es el bautismo del Espíritu.
El bautismo de Juan era señal de arrepentimiento, de conversión; también el bautismo de Jesús es signo de morir al pecado, de muerte al hombre viejo, a uno mismo, al Yo que se sobrepone a los planes de Dios (vean Romanos 6,1-4), pero más que nada, el bautismo es signo de vida, de vida nueva. Es la gracia que Dios quiere derramar en cada persona y en toda la humanidad en su conjunto. Así como la vida que genera la lluvia sobre el campo, así Dios quiere derramar su vida, toda su vitalidad sobre estos pobres seres humanos, por eso dice el evangelio que se abren los cielos. En Jesucristo quedan abiertos los cielos para que todo el amor, la vida, la paz de Dios se derramen sobre este mundo, al menos para todos aquellos que al mismo tiempo abran sus corazones a ello.
Visto así, el bautismo no es requisito que debamos cumplir sino el inicio de una vida de gracia. ¿Nosotros bautizamos con esa conciencia? En cada celebración del sacramento del bautismo yo me doy cuenta de lo mucho que nos falta ser conscientes de ello. Hay que hacerles llegar este mensaje a todos nuestros católicos. La mayoría sólo bautizan por costumbre, por tradición, para no sentirse socialmente menos, o por hacer compadres. Esto es francamente un desperdicio del bautismo.
La celebración del Bautismo, repito, es sólo el primer paso de toda una vida, la vida cristiana, la vida de Iglesia, la vida de la gracia, la vida del Espíritu, tan bellamente expresada en la persona de Jesucristo, en su bautismo y a lo largo de todo su ministerio. No sólo la vida fuertemente espiritual, sino la vida del Espíritu que es mucho más. Dios quiere ser gratuito con nosotros, eso indican los signos de este sacramento: el agua, el santo crisma, la velita, la vestidura blanca, las oraciones. Dios quiere ser generoso y darnos toda su vitalidad, permítanme insistirlo. Pero no sólo en el momento del bautismo sino a cada momento a lo largo de la vida del bautizado. De manera que los bautizados nos acercamos a la Eucaristía, a los demás sacramentos, a la Palabra de Dios escrita, a la oración (la oración de Jesucristo), a cada persona en quien Dios nos regala tanta vida.
Así que podemos decir que quienes se bautizan y no permanecen fieles a la vida que Dios les quiere regalar, en realidad no saben lo que están pidiendo y recibiendo. El que se bautiza asiste a Misa los domingos para seguir recibiendo de Dios a su Hijo eterno, que se nos da en la forma de pan y de vino. El que se bautiza lee y estudia la Palabra de Dios para seguir recibiendo vida en ella, sabiduría de Dios. El que se bautiza permanece fiel a esa vida del Espíritu que le ha sido dada. ¡Cómo sería la vida de los cristianos si fuéramos conscientes del don del Espíritu que se nos da en el bautismo!
Quienes sí son conscientes de toda esa riqueza que Dios nos quiere otorgar en su Hijo Jesucristo, en su Santo Espíritu, esos son los que permanecen fieles, con las manos abiertas, con el corazón abierto, con toda una existencia receptiva ante Dios. |