Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
LA ESCUCHA DE LA PALABRA Y LA FRACCIÓN DEL PAN
Domingo 8 de mayo del 2011, 3º de pascua
Comentario a Lucas 24,13-35.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Tanto san Lucas como el primer final de san Marcos, nos dicen que Jesucristo no se dejó ver por persona alguna en la mañana del domingo de su resurrección. Esto lleva toda una intención que explicita y evangeliza la vida del creyente de los tiempos posteriores a aquel acontecimiento: el encuentro con el resucitado es una experiencia de vida.
     Para ser testigos de la resurrección de Cristo no se trata de realizar una investigación científica que nos lleve a demostrar el hecho físico. La sábana santa, los vestigios de la cruz de Cristo, el santo grial, etc., muchas veces van por otro camino distinto al de estos evangelistas.
     San Lucas nos platica que el domingo, muy de mañana, varias mujeres (María Magdalena, Juana, María la de Santiago y otras) fueron al sepulcro para ungir el cuerpo muerto del Señor Jesús. Pero el sepulcro estaba vacío. Vieron a dos hombres con vestidos resplandecientes pero no a Jesús que les dijeron estas palabras cargadas de mensaje: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: "Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite.” (Lc 24,6-7). San Lucas está pensando en las generaciones posteriores de creyentes, le preocupa que entren en la comprensión del misterio de la resurrección de Jesucristo y en la manera de experimentarlo, que no es igual que ir al sepulcro para encontrarlo ahí. No. No hay que ir a la tumba para encontrarse con el Resucitado. Después de subrayar el único verbo en imperativo que usan estos hombres (¿ángeles?), "recuerden”, lo repite en el caso de las mujeres: "Y ellas recordaron sus palabras”. Así es que el evangelista nos está diciendo que nuestra fe cristiana consiste en la memoria de Jesucristo resucitado. Desde luego que se trata de una memoria viva, actuante, sanadora.
     Enseguida pasa san Lucas a la escena de estos dos discípulos que iban a Emaús. Por el nombre de uno de ellos, Cleofás, nos damos cuenta que no se trata de los doce. Y en la Iglesia subrayamos tanto que los testigos privilegiados de la resurrección de Jesús fueron los Doce, así con mayúscula, para justificar la autoridad de sus sucesores que son los obispos actuales. Pues en primer lugar los otros evangelistas nos dicen que fueron las mujeres los primeros testigos de la resurrección. Y san Lucas, por su parte, nos habla de otros discípulos que no eran parte del grupo de los doce. En ellos podemos fácilmente identificarnos nosotros, que somos simples discípulos del Maestro, aprendices, seguidores de sus pasos.
     ¿Cómo son testigos ellos del Resucitado? En su escucha de la Palabra. Recordar es volver a vivir, nos dicen los comerciales. Recordar, decimos los creyentes, no es volver al pasado, sino traer al presente, de manera viva, las enseñanzas y los milagros (ver Lc 24,19), la vida toda de esa Persona que nos robó la existencia, Jesucristo. San Lucas utiliza la palabra recordar o memoria en un sentido más existencial que el lenguaje ordinario de nosotros. En el camino, subrayemos, en el camino ellos se encuentran con el Resucitado. El creyente y toda la Iglesia somos caminantes, peregrinos. Nuestra fe nos impide estacionarnos. En el camino nos encontramos con Jesús. En el camino Jesucristo se puso a explicarles las Escrituras que hablan de él. Éste es el ejercicio de los creyentes: la Escritura, la Biblia es la memoria sagrada, el recuerdo de los hechos sagrados del caminar de Dios con su pueblo. Ya el salmo 119 nos lo reforzaba: "lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi camino” (v. 105). Y vaya que constatamos esto si vamos al Evangelio.
     Es preciso que nos preguntemos ¿qué tanto tiempo, qué devoción, qué energía le dedicamos al estudio de la Sagrada Escritura, especialmente de los santos evangelios en nuestra vida? Los discípulos reconocen que su corazón ardía cuando les explicaba Jesús en el camino las Escrituras (v. 32).
     El encuentro con el Resucitado se hace explícito y les abre los ojos cuando se sientan a la mesa y él fracciona el pan. Es la reunión por excelencia de los cristianos, es la Comunión con Jesucristo, es la memoria no meramente de un fraccionar un pan ordinario, sino de la entrega, del partirse y compartirse de la Persona de Jesucristo para la salvación de este mundo.
     Los cristianos no vamos a oír Misa, a hacernos bola los domingos. Lo que hacemos es reunirnos para partir el Pan, Jesucristo para la salvación de la humanidad, para vivir anticipadamente la Comunión que Dios quiere establecer entre todos los seres humanos. Cuando entramos así en comunión unos con otros, Jesucristo se hace presente y nos abre los ojos para reconocerlo, y así comprendemos que entrar en su memoria es entrar en toda su acción salvadora.
 

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