Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
VAYAN Y HAGAN DISCÍPULOS
Domingo 5 de junio del 2011, La Ascensión del Señor
Comentario a Mateo 28,16-20.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     La ascensión de nuestro señor Jesucristo a los cielos es una tradición propia del evangelista san Lucas. Cada evangelista tiene su propia versión y sus propios acentos, cada uno nos explica este misterio de la pascua y de la vida plena y plenificante de Jesucristo resucitado. Esta subida a los cielos, de una manera física, la podemos ver al final del evangelio de san Lucas, y la escuchamos en la primera lectura de la Misa, en el capítulo primero del libro de los Hechos de los apóstoles. Entresaco algunos versículos que nos dicen:
« … A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios… les mandó: "No se alejen de Jerusalén… dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”… Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. ».
     De esta cronología toma nuestra liturgia la manera de celebrar la pascua: a los cuarenta días celebramos la ascensión del Señor, aunque ahora se ha pasado al domingo, y a los cincuenta días la venida del Espíritu Santo, el próximo domingo.
     El evangelista san Mateo, por su parte, nos comenta primero que dos mujeres, María Magdalena y la otra María, fueron el domingo, muy temprano, a visitar el sepulcro de Jesús. Un ángel las recibió con este mensaje: "No teman, sé que buscan a Jesús, el crucificado; no está aquí, ha resucitado… Vayan enseguida a decir a sus discípulos: ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allí le verán” (Mt 28,5-7). Por eso los discípulos se fueron a Galilea, a un monte indicado, y allí se les presentó Jesús. Es la escena final de este evangelio, son las últimas palabras de Jesús a sus discípulos, su último encargo. San Mateo no habla de la subida de Jesús a los cielos, sólo de su presencia con sus discípulos hasta el fin del mundo. Fijémonos pues atentamente en las palabras de Jesús a los discípulos en aquel monte de Galilea: "Vayan y hagan discípulos a todas las gentes”, éste es su mandato. Y este mandato se realiza en dos momentos que son inseparables: bautizar a las gentes y enseñarles a cumplir todo lo que él nos ha mandado. (Preferimos la traducción de nuestras Biblias de "hacer discípulos” que "enseñar” que es la palabra que utiliza el Leccionario litúrgico, porque el verbo griego habla propiamente de discipulado).
     En estos últimos siglos en la Iglesia sí hemos separado ambos momentos, incluso hasta se nos ha olvidado la misión que Jesucristo nos ha encomendado. Como Iglesia nos dedicamos solamente a bautizar. Pero, ¿sólo con eso hacemos discípulos de Jesús? Los resultados están a la vista: 90% de nuestros católicos no asisten a misa los domingos, y no es sólo culpa de ellos, sino de nosotros, los dirigentes al interior de la Iglesia, porque no los hemos educado en ello; son muy pocos nuestros católicos que conocen la Biblia. Nuestros católicos no leen habitualmente los santos evangelios, no son estudiosos de la Palabra de Jesús, su Maestro. Igualmente hay que decir que la culpa no es sólo de ellos sino de nosotros, los dirigentes. Y si no conocen el evangelio, ¿qué clase de vida, de conducta, de apostolado, de servicio a la Iglesia y al mundo están teniendo? Ésa es la razón por la que la mayoría de nuestros católicos están más acomodados al mundo que al pensamiento de Jesús. Es que solamente los hemos bautizado, no nos hemos dado a la tarea de hacerlos discípulos de Jesucristo.
     Este objetivo, hacer discípulos a cada una de las personas, es el que no se nos debe caer nunca de nuestro corazón de creyentes: a los sacerdotes, a las catequistas, a todos los miembros activos de las parroquias. Somos una Iglesia de eventos sociales y religiosos: bautizamos muchos niños, les damos la primera comunión, casamos parejas, hacemos funerales. Pero nos está faltando lo fundamental: tomar a cada persona de la mano para hacerla verdadero discípulo de Jesús. Ésta es una labor pausada, se lleva años como el catecismo, es toda una labor de educación, de formación en el discipulado, es hacer de cada persona, sea niño, joven o adulto, un verdadero cristiano, así como Jesús que, después de llamar a los discípulos en su seguimiento, les fue dando forma según lo vemos en los santos evangelios. Así como con los discípulos de aquel tiempo, así dejemos que Jesucristo siga siendo nuestro Maestro cada día. Esta no es una frase que se nos debe quedar en la imaginación, pasémosla a la realidad poniendo a todos nuestros católicos a los pies de Jesús para escuchar sus enseñanzas y ponerlas en práctica. No hablamos de estudiar los evangelios como una tarea académica, sino como un estudio espiritual que haga llegar las palabras de Jesús al corazón y a la vida de cada persona, de cada comunidad.
 

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