TENEMOS QUE NACER DE NUEVO Domingo 18 de marzo del 2012, 4º de cuaresma Comentario a Juan 3,14-21. Carlos Pérez Barrera, Pbro. El pasaje que proclamamos hoy domingo es parte de una conversación que sostuvo Jesucristo con un importante magistrado judío. Vayan al capítulo 3, desde el versículo 1, para que veamos toda esa entrevista completa. Nicodemo fue a visitar a Jesús. Lo hizo de noche, lo puntualiza el evangelista para hacernos ver que, aunque se trataba de una persona muy religiosa, en realidad era un hombre de las tinieblas. Nicodemo es un magistrado judío, pero es un hombre de las tinieblas y anclado en la carne, con todo y que es una persona muy metida en religión. Jesucristo, en cambio, es un hombre del Espíritu, aunque exteriormente no parezca tan religioso. No nos confundamos: las tinieblas y la luz no están en los actos piadosos o en la vida religiosa. La luz está en la vida en el Espíritu. Con frecuencia nos parece dura e inadecuada, y hasta anacrónica esa mirada dualista o aparentemente maniqueísta de la vida de los seres humanos. Pero es la realidad, así se dan las cosas. Y no porque la carne sea mala, sino que es limitada, es como nuestro primer escalón y no nos podemos quedar ahí. Entre nosotros algunas personas son más espirituales, algunas más carnales. Nosotros mismos somos a veces más espirituales y a veces más carnales. La espiritualidad nos da ese toque de seres verdaderamente humanos. Vivimos en esa tensión entre la carne y el espíritu, más aún, estamos en este tránsito de simples mamíferos pensantes, a seres verdaderamente espirituales, hombres y mujeres nuevos, nueva humanidad. La cuaresma debe ayudarnos en este sentido.
Jesús, de buenas a primeras, le pide a ese hombre de la carne y las tinieblas nacer de lo alto como una exigencia para ser parte del Reino de Dios. ¿Cuál es ese nacimiento del que habla el Maestro venido de Dios? ¿Puede un hombre ya viejo, especialmente un hombre que se considera completamente hecho por su religión, volver a nacer? ¿No nos gustaría a nosotros nacer otra vez, nacer ya no de la carne sino del Espíritu? ¿O pensamos que así estamos bien, que ya no podemos cambiar? Claro que sí se puede, nos responde Jesús. El Espíritu de Dios es capaz, siempre y cuando se sea dócil a sus impulsos, de recrear por completo a una persona.
Nicodemo es parte de la carne, su religiosidad judía está frenada por la carne, y por lo mismo, atrapada en las tinieblas. Jesús lo invita a dar ese salto, como nos invita también a nosotros, gentes más o menos metidas en religión, a nacer de alto. ¿Cómo son los que nacen del Espíritu?, pregunta Jesús. Son como el viento que nadie sabe de dónde viene ni a dónde va. Se dejan llevar por Dios, no están atados, como los animalitos, por las necesidades primarias e intereses egoístas, ni por ideologías o sistemas religiosos, no son esquemáticos, cuadriculados, como lo somos los eclesiásticos, nuestra jerarquía, y tantos católicos. Los nacidos del Espíritu son los que viven como Jesús: en el amor, en la compasión, en la entrega de sí mismo, en estrecha comunicación con Dios.
Es en este contexto de entrevista nocturna que Jesús le revela a Nicodemo algo sorprendente: Dios ama al mundo, y lo ama a tal grado que ha entregado a su Hijo único. A Nicodemo esto debió haberle sonado por demás chocante, porque según los judíos, Dios amaba a los justos, no a este mundo pecador. A nosotros los cristianos esta frase debe servirnos como la clave para celebrar esta próxima Semana Santa; y en realidad es la clave para entender toda la vida de Jesús, a partir de su encarnación. Jesucristo es el acto de amor más grande de Dios, como sólo Dios puede amar. Lo debemos vivir en cada uno de los momentos de la Semana Santa y en cada uno de los detalles de la vida de Jesús.
Pero, hay que repetirlo constantemente, Dios nos deja en la libertad de escoger: las tinieblas o la luz, la carne o el espíritu. Hasta ahora parece que este mundo ha escogido vivir en las tinieblas, desenvolverse meramente como animalitos de la carne.
La convocatoria de Jesús es que nazcamos de lo alto, que no vivamos en las tinieblas, ocultos, que nos hagamos para el lado de la luz, que nuestra vida sea tan transparente con la suya. Contemplemos a Jesús, toda su vida, toda su obra, y celebrémoslo, él es el hombre del Espíritu, él es el reino de la luz, el hombre nuevo, el nuevo plan del Creador.
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