Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
LA MIRADA COMPASIVA DE JESÚS
Comentario a Marcos 6,30-34.
Domingo 16º ordinario
22 de julio del 2012
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
 
     El domingo pasado nos dijo san Marcos que Jesucristo había llamado a los doce y los había enviado de dos en dos dándoles poder sobre los espíritus impuros. Ellos salieron a cumplir con esta misión, mientras, el evangelista nos cuenta en los versículos que no se proclaman hoy, el arresto y muerte de Juan el Bautista.

     Después de este paréntesis nos cuenta san Marcos el regreso de los doce con el Maestro. En el versículo 30, véanlo cada quien en su Biblia o Misal, nos dice Marcos: "los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado”. Qué bello momento plasma el evangelista. El regreso es un momento que debe ser recogido por todo buen maestro y padre de familia. Cuando los hijos regresan de la escuela. ¿Quién no pregunta que cómo les fue? Cuando el padre regresa del trabajo, cuando la mamá vuelve del mandado, o de una reunión, especialmente cuando se regresa de un viaje. La pregunta "¿cómo les fue?” no  debe ser una mera costumbre formal. Se trata más bien de volver la mirada y el corazón sobre lo vivido, de recoger experiencias, de ayudarnos a calar hondo en los momentos de nuestra vida. En algunos grupos se tiene en el programa el cómo se vivió un retiro, un cursillo, un campamento espiritual, etc. En la familia sacerdotal del Prado, en la Pastoral obrera, se le llama "revisión de vida”. Este volver la mirada sobre las experiencias vividas es un recurso fuertemente espiritual. El paso de Dios no se puede dejar ir, hay que retenerlo y asimilarlo interiormente.

     San Marcos destaca los dos aspectos de la misión: hacer y enseñar, palabra y obra, así era el ministerio de Jesucristo: milagro y enseñanza.

     La intención del Maestro era retirarse a un lugar solitario para estar más detenidamente con sus discípulos, porque la gente no los dejaba ni comer. En esta ocasión tampoco la gente se lo permitió. Y Jesús, lejos de enfadarse, acoge a las multitudes para seguir cumpliendo su misión de ser Maestro. Jesucristo tenía motivaciones muy fuertes para detenerse a enseñar a las multitudes: su compasión, su mirada de pastor. Es aquí donde la Iglesia nos ofrece la palabra recia del profeta Jeremías, Palabra de Dios: "¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer a las ovejas de mi rebaño!, dice el Señor”. Dios, por boca del profeta Jeremías, recrimina a los líderes la mala labor pastoral que han desempeñado. Se refiere directamente a los reyes que ha tenido el pueblo, lo podemos leer en el capítulo anterior. No es sólo el anuncio de castigo para esos dirigentes sino también la promesa de enviar a un pastor salido del tronco de David. Esa promesa se ha cumplido cabalmente en Jesucristo. Él es el buen pastor que mira compasivamente a aquellas gentes de Galilea, tan llenas de enfermedades, de ignorancia y de tantas necesidades. Por ello se detiene a enseñarles. Y parte de su enseñanza será el darles de comer, milagro de los panes que proclamaremos, Dios mediante, el próximo domingo en el evangelio según san Juan.

     ¡Cómo necesitan hoy en día nuestras gentes de ser enseñadas! En las cosas de la vida, de la familia, del trabajo, de la sociedad, de la política, en las cosas de nuestra fe, etc. La ignorancia es la madre de muchos problemas. Si tan sólo les enseñáramos la Palabra de Dios, cómo se iluminaría su vida en todos los aspectos. Si les enseñáramos a Dios, a su enviado Jesucristo, cómo cambiaría la vida de cada persona y de todo el mundo.

 

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