CRUCIFIJOS "MODERNOS" Dice la Sagrada Escritura que: fuimos redimidos no con algo caduco oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo. 1 Ped.1,19. N.Sr. Jesucristo sufrió la muerte más cruel que la maldad humana ha inventado: la crucificción. Su pasión se inicia desde su agonía en el Huerto de los Olivos donde sudó sangre, fue terriblemente azotado en la columna con látigos que arrancaban de su sagrado cuerpo trozos de su carne inmaculada, fue coronado de espinas, escupido, insultado, etc. y aún más terrible que sus sufrimientos físicos fueron los espirituales a quien es el Santo de los Santos. El profeta Isaías que lo vió en profecía tan destrozado y martirizado que asegura que provocaría taparse el rostro para no verle Is. 53,3, azotado y herido por nuestras culpas Is.53,5, parecía un gusano, no hombre Salmo 22,7. En la cruz del Calvario lleno de terribles heridas de los latigazos, su hermoso rostro afeado por las inmundas salivas cuando fue escupido, su cabeza llena de heridas por las punzantes espinas de su corona, que no era como generalmente se muestra, una especie de diadema, sino un casco que heria con esas espinas su craneo y el resto de su cabeza, las heridas de los clavos, su cuerpo invadido de moscas sobre sus heridas y el escarnio de sus enemigos. La Sabana Santa que se conserva en Turin, Italia nos da un testimonio de todos estos tormentos avalados por científicos de fama mundial. En base a lo mostrado en esta sábana, se ha llegado a plasmar la imagen más exacta del verdadero Cristo crucificado, se le llama EL CRISTO SINDONICO, si anotamos este término en un buscador de internet, podremos ver esta ilustración de N.Sr. Jesucristo con todas las terribles heridas de su pasión por la que somos redimidos si correspondemos a su Gracia. Cuando estaba muy actual la exhibición de la película de la Pasión dirigida por Mel Gibson muchas personas se resistieron a verla por considerarla como una cruda representación, aquí nos recuerda la profecía de Isaias "ante El se oculta el rostro ", quizás se sentía un reproche mostrarnos la maldad de nuestros pecados que ocasionó tan terrible sufrimiento y cómodamente mejor optamos por no verla y seguir viviendo una tibieza espiritual. Ahora basado en lo anterior, deseo compartir a los visitantes de esta página una observación personal: Actualmente aún en nuestros templos, incluyendo los de reciente construcción, los crucifijos que presiden en el altar, son muy alejados del Cristo Sindónico, casi no se representa a N.Sr.Jesucristo con heridas, salvo unos como pequeños "raspones" en la rodilla y en algunos, hasta se omite la terrible herida de la lanza en su costado, no se diga la corona de espinas, es casi una diadema que no muestra heridas de las punzantes espinas. La marca de los terribles azotes en el cuerpo de Cristo, en casi todos los "crucifijos modernos" se omiten totalmente. Esto en lo que respecta en nuestros templos. Si observamos ahora, los crucifijos que se pueden obtener en tiendas de artículos religiosos, para llevarlos a nuestros hogares, son muy semejantes, muy alejados del Cristo Sindónico y hay hasta personas que cuando van a adquirirlos llegan hasta decir : "yo deseo uno que haga "juego" con el color de mi recámara".. He sabido hasta de algunos sacerdotes que dicen " no me gustan Cristos con demasiadas heridas o sangre ". Estimo que esto debe ser corregido para evitar ver los crucifijos modernos como obras de arte o de decoración "cristiana", olvidando que un crucifijo debe motivarnos a ver en El las heridas que Cristo sufrió a causa de nuestros pecados y así nos motive a una conversión constante. Grandes santos hicieron de esta meditación el principal objeto de su vida de santidad. Un ejemplo excelente de esto, fue Santa Rita de Casia quien se dice siempre meditó los sufrimientos de la Pasión de Cristo, al grado que llegó a pedirle a Jesús le participara, aunque sea un poco del dolor de sus heridas y El, se lo concedió con la famosa espina que se clavó en su frente y le ocasinó una fétida llaga que le ocasionó rechazo aún en el ambiente de su convento y que al morir, se convirtió en una herida en forma de brillante rubí que exalaba un aroma exquisito como primicia de la incorrupción de su cuerpo como aún se puede ver en la actualidad en su Santuario de Casia, Italia. Sta. Rita nunca tuvo en su celda del convento crucifijos "modernos" como los que refiero anteriormente, sino el semejante al Cristo Sindónico. Sigamos su ejemplo. JOSE L. FIERRO CORDOVA
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