MIS OVEJAS. ¿QUIÉNES SON? Comentario a Juan 10,27-30, evangelio del 4º domingo de pascua 21 de abril del 2013 Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Para entender mejor estas palabras de nuestro señor Jesucristo, les comento unos pocos versículos más de los cuatro que hemos escuchado. En el capítulo 9, uno antes del que hemos leído, nos dice el evangelista que Jesucristo se encontró con un ciego de nacimiento (9,1), limosnero (9,8), considerado por los dirigentes del pueblo judío como un hombre lleno de pecado (9,34). En fin, un pobre hombre discapacitado y además excluido de la gracia de los hombres y de la gracia de Dios. Pero Jesús pasó junto a él y no pasó de balde, lo levantó, le devolvió la vista, le dio pensamiento, discernimiento, le abrió los ojos de la fe, lo hizo un hombre plenamente creyente (9,38). ¿Quién no se deja sorprender por esta obra tan magnífica? Lo que debió hacer brincar de alegría a todo mundo, contrariamente provocó los celos y la envidia de los judíos, en especial de los fariseos. Es que en realidad ellos eran los ciegos, ciegos espirituales (9,40-41).
A raíz de esta señal tan sorprendente, Jesucristo entra en conflicto con ellos. Jesucristo toma claramente su partido en este capítulo 10, que leemos siempre en el cuarto domingo de pascua, el domingo del buen pastor. En el ciclo "A” leemos los versículos del 1 al 10, las parábolas de la puerta y del redil de las ovejas; en el ciclo "B”, los versículos del 11 al 18, la parábola del buen pastor; y en el ciclo "C”, que es en el que estamos, los versículos 27 al 30, en los que continúa Jesús con este pensamiento de las ovejas en comunión con su pastor y con el Padre. Jesucristo no sólo habla de sí mismo como buen pastor, sino que también habla y los denuncia en su propia cara a los fariseos como ladrones, bandidos, lobos, destructores de las ovejas.
Ustedes pueden ver en su Biblia, en el versículo anterior, el 26, que no proclamamos en el leccionario. Jesús les dice: "pero ustedes no creen porque no son de mis ovejas”. Y continúa diciéndoles lo que escuchamos hoy: "Mis ovejas escuchan mi voz”. Sus ovejas somos los cristianos, no los católicos por costumbre, sino los que de veras nos identificamos con nuestro pastor, los que acogemos su llamada gratuita, no por nuestros méritos, no porque nos creamos superiores a los demás, de ninguna manera, sino porque queremos humildemente responder a su llamado. Él nos ha elegido, tanto a nosotros como a los demás. Y por eso escuchamos su voz. ¿Qué significa escuchar su voz? Permítanme insistirlo como siempre: yo veo a un verdadero cristiano estudiando los santos evangelios, con constancia, con disciplina, con amor; estudiando cada palabra del Pastor, cada gesto, cada comportamiento suyo, cada preferencia, cada encuentro de él con las diversas personas. Un cristiano se siente identificado con su Pastor. No es cierta esta frase de que "mis ovejas escuchan mi voz” en quienes no estudian cuidadosamente los santos evangelios.
Sigue diciendo Jesús: "Yo las conozco”. De esto no tenemos ninguna duda. Estamos seguros de que nos conoce, que nos ama, que da la vida por nosotros y por toda la humanidad, que su Persona es vida para todo mundo, que él no ha venido a hacer negocio con los pobres, que no ha venido a ser servido, que ha venido a servir, a servir gratuitamente a todos, a proponernos el plan de vida de Dios que se llama Reino, por pura gracia, por puro amor por cada ser humano.
"Y ellas me siguen”. Es la consecuencia de quienes escuchan la voz del pastor. ¿Qué significa seguir a Jesucristo? Significa escuchar su Palabra con docilidad, obedecer sus enseñanzas, aceptar sus milagros, acoger la pobreza de su Persona, unirse a su propuesta de vida, hacerse parte del proyecto del Reino de Dios por el que él dio su vida en una cruz, hacerse miembro de su equipo de trabajo, uno más de sus enviados.
No puede considerarse seguidor de Jesucristo quien no escucha su Palabra y no pone su vida al servicio de la obra de Jesús.
Y todo esto lo hacemos por amor a Jesús que es salvación para nosotros y para todo el mundo. No nos sentimos obligados, comprometidos a fuerza, no sentimos que Jesucristo y su obra sean una carga sobre nuestras espaldas. No. Nos vamos con él y ponemos nuestras vidas, y nuestro tiempo, y todas nuestras personas a su servicio porque él nos ha robado el corazón con sus palabras y sus obras. Nos sentimos como su propiedad, él nos ha ganado, le pertenecemos.
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