Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
CONDICIONES PARA SER DE JESÚS
Comentario al evangelio del domingo 23º ordinario, 8 de septiembre del 2013
Lucas 14,25-33.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Me gustaría leerles toda la carta de san Pablo a Filemón, está escrita con el corazón y con toda la vida, como acostumbra hacerlo este apóstol. Un verdadero mensaje cristiano. Pero ustedes la pueden leer en su casa. Háganlo de veras.

     Jesucristo va caminando a Jerusalén, recordémoslo. Así nos lo presenta san Lucas en estos capítulos. La muchedumbre lo va siguiendo. Quizá esta muchedumbre no está plenamente consciente de las consecuencias de seguir a Jesús, y él les ayuda a comprenderlas, aunque con cierta dureza o exigencia.

     Se voltea hacia ellos, como quien los detiene, como si les pusiera un "alto” necesario en la marcha, para que no lo sigan sin saber, para que lo sigan a sabiendas. Imagínense a todos los católicos que se dicen simplemente católicos, pero que no conocen su fe, que no conocen la Palabra de Dios, que de vez en cuando van a Misa pero no se dan cuenta del contenido de la Misa, que conocen a Jesús de nombre y de imagen pero no saben cuál es su proyecto que de parte de Dios trae a este mundo, que no saben qué es lo que Jesús nos pide, para qué nos quiere. Esta muchedumbre bien que representa a todos los católicos. Cristianos que sólo se dejan llevar por la corriente, por la inercia. Por ello, antes de seguir a Jesús, habría que preguntarle: ¿para qué me llamas, para qué me quieres? Esta pregunta está al principio de nuestra vida cristiana.

     Y ésta es su Palabra, subrayemos "su Palabra” en este mes de la Biblia, porque de esa Palabra salida de los labios y del corazón de Jesucristo es de donde nace nuestra fe. Es nuestro lema parroquial para este mes de la Biblia: "La fe viene… por la Palabra de Cristo” (Romanos 10,17).

     Él nos dice: "si alguno viene a mí y no odia…” Suena muy fuerte. El misal (leccionario) ha suavizado esta palabra poniendo en su lugar "y no me prefiere a su padre…” Pero en el original griego, lengua en la que hemos recibido este evangelio, está la palabra odiar. ¿A qué se refiere Jesús? A una opción más que radical por él. Sabemos bien que Jesucristo no nos llama al odio, él nos convoca al amor, al amor a todas las personas, hasta a los enemigos (vean Lucas 6,27). Pero como que Jesucristo y la comunidad evangélica de san Lucas no encontraron otra manera de darle tanta fuerza a la opción por él a la que nos convoca. Tomemos en cuenta que se trata de nuestros seres más queridos: papás, mujer, hijos. Se trata hasta de nuestra propia vida, lo más preciado que tenemos. Nos pide tomar la cruz y seguirlo. No nos está llamando a una vida de piedad, de prácticas piadosas y devotas, sino a su seguimiento, algo que nos cuesta tanto entender y vivir a los que nos decimos católicos. Y finalmente se mete Jesús con nuestros bienes, y nos pide renunciar a ellos. También con la misma fuerza debemos tomar esta tercera condición: Jesús está muy por encima de las cosas materiales. No que las cosas sean malas, pero Jesús no se puede poner al nivel de ellas: Jesús por encima de todo; y si es necesario, pues se queda uno sin nada con tal de conservar a Jesús.

     Con las dos parábolas de la torre por construir y del rey que sale a la guerra, nos están diciendo que la pensemos bien, que discernamos, que hagamos cálculos, aunque suena muy monetario, al menos debemos entender que no nos dejemos ir al aventón. Si nos vamos con Jesús es porque no tenemos ataduras de ninguna clase.

 
 

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