Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
¿QUÉ HACER CON EL DINERO?
Comentario al evangelio del domingo 25º ordinario, 22 de septiembre del 2013
Lucas 16,1-13.
 
Carlos Pérez Barrera, Pbro.

     En este mes de la Biblia y siempre, queremos hacer conciencia en todos los católicos, clérigos y laicos, del lugar que debe ocupar la Palabra de Dios en nuestra vida cristiana y nuestra vida de Iglesia. No es tarea fácil porque estamos muy habituados a un catolicismo de prácticas piadosas: rezo en la mañana, en la noche, tener la devoción por un santo, de vez en cuando ir a misa. Con eso cada quien se queda satisfecho. Pero eso no es ser creyente ni discípulo de Cristo. La Palabra de Cristo es la que nos hace discípulos, a la manera que él quiere, no como a nosotros nos gusta o nos conviene. Por eso el discípulo ha de escuchar esa Palabra para dejarse hacer por ella, para entrar en su obediencia, para dejarse conducir por ella. Pongamos atención en la manera como Jesucristo nos forma. Su Palabra no está demás, no es un adorno, no se puede prescindir de ella. Si se pudiera prescindir de la Palabra de Jesús, no estaría en los evangelios.

     Del Antiguo Testamento tenemos que reconocer que la palabra de los profetas es de lo más cercana al Evangelio de Jesucristo. El profeta Amós hace una denuncia que bien queda para nuestros tiempos: escuchen esto ustedes: "Disminuyen las medidas, aumentan los precios, alteran las balanzas, obligan a los pobres a venderse; por un par de sandalias los compran y hasta venden el salvado como trigo”. Esto parece ser un vivo retrato de nuestro sistema económico moderno que exprime la vida de los pobres, los margina, los excluye del provecho de la creación que fue hecha para todos.

     En esta lectura continuada del evangelio según san Lucas, vemos a nuestro Señor Jesucristo instruyendo a sus discípulos, entre los que nos contamos nosotros, con una parábola para darnos forma a cada uno, a nuestras personas, a nuestra economía, a nuestra sociedad y a nuestra iglesia.

     Jesucristo no nos está proponiendo que seamos tan corruptos como este servidor de la parábola. Más bien nos lo está poniendo de ejemplo comparativo, resalta su habilidad para salir adelante. Nos dice: "los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios, que los que pertenecen a la luz”. Ésta es una dura constatación y denuncia que Jesús nos hace. Los cristianos no tenemos tanta iniciativa en nuestras cosas como las gentes del mundo. Las gentes de la política, las gentes de los negocios, las gentes del dinero, se mueven, son creativos, le buscan por un lado, por el otro, hasta engañan con palabras bonitas, envuelven sus productos en papel celofán, les ponen un moño para que sea atractivo para todos. En cambio, los cristianos, portadores de la Buena Noticia que es Jesucristo, parece que ofrecemos un producto pasado de moda, que no es atractivo, que lo escondemos, que mejor hablamos y nos dedicamos a otras cosas.

     Y ya que está hablando de dinero, Jesucristo nos instruye. Para que vean que la Palabra de Jesucristo es Palabra de Maestro. Pongámosle atención, porque nuestro Maestro nos enseña cuál es la relación que debemos tener nosotros con el dinero. ¿Para qué sirve el dinero?, nos instruye. Nos dice Jesús que el dinero está lleno de injusticias. ¿Alguien está en desacuerdo con Jesús? Hay ciertamente quienes se ganan su salario con el sudor de su frente. Pero si las monedas, los billetes y los números electrónicos hablaran, nos platicarían por cuántas manos han pasado, cuántas operaciones se han hecho con ellos, cuántas trampas e injusticias se han cometido. Las personas que gustan de acumular dinero tendrían que ser sinceras y confesar que para hacer dinero es necesario sustraerlo "legalmente” de los demás, porque el dinero no se da en maceta, se hace con una injusta distribución de los recursos.

     Pero el dinero, nos dice Jesús, no sólo sirve para cometer injusticias, también sirve para ganarse amigos, a los pobres, para cuando nos muramos, ellos nos reciban en las moradas eternas.

     Más aún, el dinero, como bien lo constata Jesucristo, se ha convertido en un dios, en un ídolo que ha exigido sacrificios humanos. ¡Cómo le rendimos culto a ese dios tan falso! Esta sociedad y esta economía capitalista nos hace poner todo nuestro ser en el dinero, vivimos para él.

     Pero algunos seres humanos soñamos con construir un mundo donde ya no se use el dinero. ¿Cuántos milenios faltan para eso? Sería un mundo donde todos trabajemos sirviendo al prójimo, sirviéndonos unos a otros. Por lo pronto, hoy día, ya no podemos concebir un mundo sin dinero, a pesar de que ni los demás seres vivos ni la especie humana llegamos a este mundo con él. El dinero es una invención relativamente reciente.
 

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