¿A QUIÉN ESTAMOS ESPERANDO? Comentario al evangelio del domingo 3º de adviento, 15 de diciembre del 2013 Mateo 11,2-11.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
En medio del bullicio de las compras navideñas, los aguinaldos, la infinidad de anuncios comerciales en la tele y en la calle, los católicos hemos estado viviendo este tiempo de adviento como un tiempo de recogimiento (¿de veras es así?), de oración, de reflexión, de preparación espiritual para recibir la visita de nuestro Señor, y nos preparamos para vivir el encuentro definitivo con él, en la plenitud de los tiempos. Pero ahora, en este domingo 3º de adviento la Iglesia nos invita a levantar el ánimo, nos convoca a vivir nuestra vida cristiana en la alegría, la auténtica, porque nuestra celebración grande, la fiesta de la navidad que en verdad coloca el nacimiento de Jesús en el centro de nuestro ser, ya está cerca. El Papa Francisco, al iniciar este tiempo, nos ha invitado a la alegría con su documento programático llamado "el gozo del Evangelio”, que esperamos que todo mundo lea y acoja como la buena noticia que Jesucristo nos ha dejado en el corazón y para todo nuestro mundo: su evangelio.
Precisamente en el evangelio hemos escuchado una pregunta, es la pregunta del adviento, y Juan el bautista nos ayuda a formularla: ¿eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro? … ¿Ustedes qué responden a esta pregunta? Jesucristo nos remite a los hechos, para que no demos respuestas de memoria, que solamente se repiten para que lleguen a ser verdad. ¿Qué contestaría nuestra gente allá en la calle, en sus ambientes navideños? ¿Qué o a quién están esperando? Todos contestaríamos, seguramente de memoria, que ya sabemos que la navidad es la celebración del nacimiento del Hijo de Dios quien fue recostado en un pesebre de Belén. Sí. ¿Y lo vamos a celebrar a él, o la nuestra va a ser una fiesta socialmente navideña? ¿Y lo estamos esperando todavía? ¿Lo estamos esperando con ansias, con ilusión, él es toda nuestra esperanza? Eso está en duda.
Si estamos esperando la llegada definitiva de Jesucristo, es porque vivimos la experiencia de que él está cambiando nuestras vidas, nuestro entorno, nuestro mundo, con todas sus estructuras económicas y sociales. Y si no, al menos tendríamos que decir, él está cambiando nuestra Iglesia, no la aglomeración toda que la conforma, sino al menos incipientemente ese pequeño resto, como se decía en el antiguo testamento, que de manera abierta, no cerrada, vive la experiencia de la novedad de Jesucristo para todo este mundo, porque él está abriendo nuestros ojos, nuestra mente, nuestra corazón a ese mundo nuevo que ha venido a traer, y del que sólo él es y será la plenitud en la culminación de los tiempos. Con él hemos aprendido a vivir más profundamente y desde Dios la fraternidad, el compartir, el amor al prójimo, la libertad verdadera, la tolerancia, el relativismo de todas las cosas en torno a Dios y a su Palabra, en él estamos aprendiendo a vivir la alegría en medio de tantas dificultades y contrariedades de nuestro mundo, y es una experiencia de vida que no queda en la fantasía, sí en la ilusión de que todo va a ser mejor todavía.
Me encanta esta manera como se actualizaba este pasaje evangélico en un encuentro de comunidades de base hace ya varios años, allá por 1986:
Los campesinos hablan, las mujeres se organizan, los hambrientos tienen proyectos de nutrición, los colonos exigen servicios, los enfermos buscan alternativas en la medicina popular, las cantinas se cierran, los trabajadores forman cooperativas, los que luchan reciben apoyo, y la Palabra de Dios es vivida y anunciada por los pobres. y dichosos los que no se escandalizan del despertar del pueblo.
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