CARTA ABIERTA AL PAPA FRANCISCO DE CATÓLICOS DE TODO EL MUNDO
Su santidad el Papa Francisco
Cardenal Giuseppe Bertello, Presidente de la administración estatal de la Ciudad del Vaticano
Cardenal Francisco Javier Errazuriz Ossa, Arzobispo emérito de Santiago, Chile
Cardenal Oswald Gracias, Arzobispo de Mumbai, India
Cardenal Reinhard Marx, Arzobispo de Munich y Freising, Alemania
Cardenal Laurent Monsengwo Pasinya, Arzobispo de Kinshasa, Congo
Cardenal Sean Patrick O'Malley, Arzobispo de Boston, Estados Unidos
Cardenal George Pell, Arzobispo de Sydney, Australia
Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, Arzobispo de Tegucigalpa, Honduras
19 de septiembre, 2013
Solicitud para que esta carta se incluya en la agenda de la reunión del Consejo Asesor de los días 1 al 3 de octubre de 2013: Reconocimiento de los derechos y responsabilidades de los fieles bautizados para que tengan una voz efectiva en la toma de decisiones en nuestra Iglesia.
Queridos Papa Francisco y Hermanos Cardenales:
En representación de millones de católicos de todo el mundo, hemos trabajado juntos para escribir esta carta que surge de nuestra profunda preocupación por la Iglesia Católica a la vista de sus muchas crisis. Estamos muy esperanzados en que la manera de gobernarse la Iglesia se discutirá en vuestra reunión de octubre y respetuosamente pedimos que consideréis como algo primordial el reconocimiento de los derechos y responsabilidades de los bautizados para que tengan una voz influyente en la toma de decisiones en nuestra Iglesia.
Como vosotros, también hemos experimentado la pérdida catastrófica de confianza en la Iglesia causada por las revelaciones de abusos sexuales por parte de clérigos católicos y del encubrimiento por parte de la jerarquía en tantos sitios. Los abusos de poder en el banco vaticano, así como la perjudicial falta de respeto y marginación experimentadas por los laicos, han llevado a que muchas de nuestras hermanas y hermanos hayan abandonado completamente el catolicismo. Nuestra Iglesia parece incapaz de leer los signos de los tiempos y así la transmisión de la fe a las generaciones futuras se ha convertido en un desafío cada vez mayor.
En nuestra opinión, lo que está en la raíz de muchos de estos problemas son los efectos destructivos del clericalismo. Apoyamos tu deseo, Papa Francisco, de liberar a nuestra Iglesia del clericalismo para que lleguemos a ser una comunidad de iguales, llamados por nuestro bautismo a vivir y proclamar el evangelio de Jesús. Todos los católicos tienen el derecho y la responsabilidad, que provienen de manera innata de nuestro bautismo, de tener una voz efectiva y deliberativa en la toma de decisiones en nuestra Iglesia. La participación plena de la comunidad de fieles está en consonancia con el evangelio, la tradición de la Iglesia primitiva, y el planteamiento del Concilio Vaticano II.
Con este fin hemos delimitado cinco áreas que reflejan las esperanzas y necesidades del sensus fidelium.
1. Una Iglesia que encarna la justicia radical de Jesús en el mundo Nos sentimos inspirados, Papa Francisco, por tu compasión hacia los pobres y por tu deseo de justicia social así como por tu compromiso personal para vivir más sencillamente. Queremos trabajar, como hermanas y hermanos, para construir el Reino de Dios en la Tierra – de modo que todos puedan vivir libres de la opresión, de la guerra, de los sistemas económicos injustos, de la violencia, del hambre, de la pobreza, y de la degradación de la Creación de Dios. Pero nuestro compromiso por la justicia está en entredicho y con frecuencia se considera hipócrita a causa de la injusticia que existe dentro de la propia Iglesia. Esperamos que llegue un tiempo en el que todos los católicos experimenten una Iglesia gozosamente renovada que verdaderamente sitúe la justicia y el respeto por la dignidad y la igualdad de las personas en el corazón de su misión vital.
2. Una Iglesia que acoge el diálogo abierto entre sus miembros Al hablar en Brasil, Papa Francisco, aconsejaste que el "diálogo, diálogo, diálogo” es la piedra angular de todo progreso humano y estamos de acuerdo. La libertad de expresión (que incluye disentir con fidelidad cuando sea necesario), la libertad de preguntar dando razones para ello, y la primacía de la conciencia formada son vitales para la salud de nuestra Iglesia. Creemos que las mujeres y hombres proféticos nos están llamando continuamente para que nos comprometamos con las cuestiones urgentes teológicas, pastorales, sociales y medioambientales de nuestro tiempo para ir por caminos nuevos que nos ilusionen. Desde ese punto de vista, recomendamos que se rehabilite a los teólogos, clérigos y religiosos que, desde el Vaticano II, han sido censurados y/o sancionados por seguir los dictados de su conciencia. En segundo lugar, tal y como ha sido expresado por tantos católicos de todo el mundo, creemos que la Visita Apostólica a las religiosas de Estados Unidos y la investigación a la Conferencia de Liderazgo de las Religiosas no tuvieron justificación y fueron injustas. El diálogo abierto no puede darse donde hay miedo al castigo.
3. Una Iglesia que reconoce la igualdad fundamental de sus miembros La enseñanza católica nos dice que todas las personas han sido creadas con igual dignidad a imagen de Dios. Por tanto las estructuras de la Iglesia deben reflejar esta realidad. Como el gobierno de la Iglesia ahora se basa exclusivamente en sacerdotes varones célibes, esto excluye a la inmensa mayoría de los bautizados católicos. Por lo cual recomendamos un estudio canónico de la posibilidad de vincular el gobierno al bautismo más que a la ordenación. Respecto al ministerio ordenado, recomendamos que la identificación de la vocación se fundamente en el discernimiento individual y comunitario de las cualidades del candidato, su espiritualidad, sentido pastoral y formación teológica, más que en su género, orientación sexual o su estado civil. Rechazamos la exclusión sexista de las mujeres respecto de la participación plena a todos los niveles en la Iglesia. Igualmente es inaceptable negar a nuestros hermanos y hermanas gays y lesbianas el acceso a la participación completa en cualquier aspecto de la vida de la Iglesia y del ministerio. Y es injusto ordenar a ministros varones casados de otras confesiones cristianas mientras que se rechaza aceptar a sacerdotes católicos de toda la vida que han dejado el ministerio activo para casarse. Además, a los católicos divorciados que se han casado de nuevo no se les debería negar la comunión; su conciencia personal debe ser respetada en esta materia.
4. Una Iglesia con mayor participación de los bautizados en su gobierno: Atender las necesidades de nuestra Iglesia requiere llevar a la práctica sistemas y estructuras colegiadas basadas en: i) la participación de los fieles en la elección y permanencia de los obispos
ii) el restablecimiento del principio de subsidiariedad en los consejos pastorales parroquiales, en los consejos pastorales diocesanos y en las conferencias nacionales de obispos
iii) la inclusión de hombres laicos y mujeres laicas cualificados que ocupen puestos de liderazgo en la Curia
La implementación de estructuras colegiadas promoverá la cultura de un liderazgo que efectivamente rinda cuentas y que oriente más plenamente a la Iglesia al bien común
5. Una Iglesia que se enfrente y prevenga de manera efectiva el abuso sexual El escándalo del abuso sexual por parte de clérigos puede ser superado solamente si los obispos que facilitan o ignoran el abuso son cesados y llevados a los tribunales tanto eclesiásticos como civiles con protocolos universales y obligatorios que se establezcan y se lleven a la práctica. La Iglesia Católica debe examinar seriamente la complejidad de las causas sistémicas que nos han llevado a este escándalo de alcance mundial y hacer todo lo que esté en su mano para prevenirlo en el futuro.
Finalmente, os pedimos una vez más que se reconozcan los derechos y responsabilidades de los bautizados para participar de manera deliberativa en la toma de decisiones en nuestra Iglesia. Ofrecemos enviar una delegación al Vaticano para dialogar nuestra propuesta con más detenimiento. Esperamos con expectación vuestra respuesta y que, juntos, continuemos este importante diálogo para el bien de nuestra Iglesia. Rezamos para que la sabiduría del Espíritu Santo esté con vosotros y vuestras deliberaciones.
Vuestras hermanas y hermanos en Cristo, CC: Monseñor Marcello Semeraro, Obispo de Albano, secretario del panel
Cardenal Gianfranco Ravasi, Presidente del Consejo Pontificio para la Cultura
Arzobispo Carlo Maria Viganò, Nuncio apostólico en EEUU
Arzobispo Pietro Parolin, Secretario de Estado
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