ESTE NIÑO ES EL REGALO PARA LOS MAGOS Comentario a las lecturas de la liturgia del 5 de enero del 2014 La Epifanía del Señor
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
La comunidad de Mateo ve en esta escena de la vida de Jesús el cumplimiento de los antiguos anuncios de los profetas. Isaías anunció el retorno del pueblo de su cautiverio en Babilonia con estas buenas noticias ("Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti… Te inundará una multitud de camellos y dromedarios”). En el salmo 72, un himno que canta la llegada del Mesías o Ungido del Señor, la comunidad de san Mateo ve un buen anuncio que se cumple cabalmente en Jesús. Aunque el pueblo judío esperaba la llegada de un Mesías humanamente poderoso, el Mesías de los cristianos es un Mesías débil, que convoca a los débiles a efectuar la salvación de Dios. Aún así, sabemos que no hay luz más intensa para este mundo que este pequeño nacido en Belén.
Este evangelio introduce muy bien el tema que va a tratar: Jesús nació en Belén en tiempos del rey Herodes. Este Herodes es llamado "el grande”, porque reinaba en todo el país de Judea hasta Galilea. Un sobrino suyo, conocido como Herodes Antipas, era el otro Herodes de los tiempos de la crucifixión de Jesucristo.
Cuando los magos preguntan por el rey de los judíos que había nacido, san Mateo supone que nos fijamos bien que el rey de los judíos en turno era Herodes. Y los magos, ¿quiénes eran? Hay que insistir que el evangelista no dice que fueran reyes, lo que sí hacen las lecturas del antiguo testamento, como tampoco dice Mateo que fueran exactamente tres. Se trataba solamente de unos magos. No de los magos de ahora que se dedican a hacer magias para entretener a la gente, sino de unos estudiosos de las estrellas, no precisamente con fines astronómicos, tal como se conoce hoy día la astronomía, sino con la finalidad de adivinar la vida y la historia de los hombres. Por eso los podemos llamar también magos o adivinos. En caminos exactos o equivocados, esta gente era sincera consigo misma: eran buscadores de la verdad, pensadores que no se limitaban a sólo comer y divertirse, eran estudiosos de las estrellas. Sólo en esto aventajan a mucha gente que se dice creyente: ellos se dedicaban a buscar la verdad en el movimiento de los astros. Hay tristemente muchos seres humanos que no buscan más allá de lo que hay frente a sus narices.
Por otro lado hay que decir que la magia, en el sentido de adivinación se practica todavía en nuestros días por medio de los horóscopos, las cartas, bolas de cristal, piedras, etc. Esta magia es diferente. Para eso no se necesita estudio y dedicación. La magia barata es propia de quienes quieren conseguir las cosas por caminos fáciles, sin el menor esfuerzo.
En relación con los primeros, el evangelista y su comunidad no tienen ningún reparo en ponernos de ejemplo a personas paganas que se dedicaban a la búsqueda de la verdad y del conocimiento, porque en sus búsquedas, por gracia de Dios, habían encontrado finalmente el verdadero sentido de la vida y de la historia: Jesucristo. Él es la clave para entender a Dios, a los seres humanos, a todo nuestro mundo, él es nuestra luz, la explicación de todas las cosas. Eso decimos nosotros los cristianos, desde luego. Sin ánimo de ofender pero siendo sinceros con nosotros mismos, el mundo camina en tinieblas. Cuando la gente se va detrás del poder, o del dinero, o de la simple tecnología, hay que decir que la vida humana tiene una ciencia mucho más profunda, su destino, su origen, su salvación. Y esto es lo que viene a revelarnos Jesucristo, y es lo que todos los pueblos y culturas pueden encontrar. Así como los demás nos proponen sus ciencias y conocimientos, nosotros también les proponemos la nuestra, y nuestra ciencia no es una teoría, una adivinanza, es una persona, en él lo encontramos todo.
Los magos del oriente cometen la imprudencia de preguntar por el rey de los judíos que había nacido. Esto tenía el peligro de llegar a oídos de un gobernante celoso de su poder como era Herodes. Ingenuamente los magos comparecen ante él. Parece que son muy estudiosos de las estrellas, pero no tan conocedores de los rejuegos y de los alcances del poder humano. A Herodes no le interesan las estrellas ni nada que tenga que ver con el cielo, a él lo que le preocupa es que nadie, ni siquiera un pobre recién nacido amenace su poder, como acostumbran hacer en general los poderosos de este mundo, que no buscan ni defienden a Dios, ni a los pobres, ni la naturaleza, sólo conservarse en el poder.
Herodes no lo hizo ni lo pretendía, y los dirigentes de la religiosidad judía estaban dormidos en sus cosas por lo que tampoco. Fueron estos magos venidos de tierras lejanas quienes tuvieron el privilegio de adorar a Dios que se les revelaba en este Niño. Nosotros también lo haremos valiéndonos de una imagen de nuestro Nacimiento. Ya no lo buscaremos en las estrellas, sino en los santos evangelios. Y nuestro estudio de los mismos tiene que ser muy dedicado.
|