Carlos Pérez Barrera, Pbro.
El pasaje de Jesucristo ante Juan Bautista en el Jordán viene relatado en los cuatro evangelios. Mateo, Marcos y Lucas nos dicen que fue bautizado por Juan, lo que no menciona el evangelista san Juan. Incluso Mateo, al que leemos hoy, incluye un diálogo entre Juan y Jesús, ante la resistencia del menor de bautizar al que es más grande.
Jesucristo baja al Jordán en vez de subir al templo de Jerusalén. Esto no debemos de pasarlo por alto, porque es un acto que marca claramente la actividad y la misión del enviado del Padre. Al templo de Jerusalén suben los puros, los santos, los que más o menos están bien con Dios. En cambio, al Jordán, al bautismo de Juan, bajaban los que eran conscientes de no estar bien con Dios, los pecadores. Jesucristo no sólo se solidariza con estos últimos, sino que además deja en claro que ésa será su misión: buscar a los pecadores.
El Papa Francisco ha querido convocar a toda la Iglesia, a todos los católicos, a ponernos en clave de salida, que seamos una Iglesia que sale continuamente de sí misma, que seamos discípulos misioneros que salen constantemente de sí mismos para ir a buscar a los que siempre buscó Jesús, a los pecadores, a los alejados, en otras palabras, que bajemos también nosotros al Jordán. Más aún, no que vayamos nosotros, sino que nos dejemos llevar por el Espíritu Santo, él nos conducirá a los lugares y a las personas que más necesitan de Dios.
El evangelista ve y nos hace ver que en este momento se está cumpliendo una antigua profecía: este Jesucristo que ha bajado al río Jordán es el siervo de Yahveh, el que goza de las complacencias de Dios. Es y será hasta la cruz un humilde servidor: no viene a este mundo a ser un hombre de grandezas, ni en poder ni en dinero, no será una persona que será llenada de honores, sino todo lo contrario, por cumplir la voluntad del Padre, como corresponde a todo buen hijo, será objeto de muchos oprobios. Convendría que cada uno de nosotros consultara los cuatro cánticos del siervo de Yahveh que encontramos en los capítulos 42, 49, 50 y 52 de Isaías, para que nos demos una idea más completa de este personaje al que identificamos nosotros los cristianos con Jesucristo, el Hijo de Dios.
Sobre Jesucristo baja el Espíritu Santo. A partir de este momento Jesús inaugura su ministerio, el cual será un ministerio del Espíritu. Sus milagros, sus enseñanzas, toda su vida, aunque asuman la materialidad de las necesidades de aquellas pobres gentes de Galilea, y en realidad de todo el mundo, serán una obra del Espíritu, como es toda la obra de la salvación de Dios.
Los católicos ¿qué bautismo hemos recibido? Pareciera que hemos sido bautizados con el bautismo de Juan, porque a la mayoría sólo les preocupa que le echen el agua al niño. Quienes hemos recibido el Espíritu Santo lo hemos recibido para seguir el itinerario del Espíritu, el camino que siguió Jesucristo, llevando la buena nueva del amor de Dios por todas partes, trabajando para que este mundo vaya siendo cada vez más como Dios lo quiere, espiritual, trabajando para transformar a cada ser humano en una verdadera obra del Espíritu, tal como lo contemplamos en nuestro perfecto modelo, el mismo Jesucristo Hijo de Dios.