SÍGUEME EN MI MISIÓN Comentario a las lecturas del domingo 26 de enero del 2014 3º ordinario
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
En la liturgia de hoy escuchamos el comienzo del ministerio de Jesús en el evangelio según san Mateo. Me gustaría, si tienen su Biblia a la mano, que vieran cómo lo presenta San Marcos en el capítulo 1,14. Parece que la versión de San Marcos, más breve, es la más antigua, y la de San Mateo sería la lectura que hizo la comunidad creyente de esa noticia que recibió. Para ellos se trataba del cumplimiento de una vieja profecía, la del profeta Isaías. Ellos comprendieron que Jesucristo era la luz que venía a alumbrar a este pueblo que vivía en tinieblas. Y así como ellos, también nosotros acogemos la buena nueva de Jesús como una lectura en la que vemos otras cosas en torno a su presentación en Galilea. Recordamos la enseñanza de Jesús de que nadie enciende una lámpara para esconderla, sino que la encendemos para que alumbre a todos los de la casa. Así lo dice en el sermón de la montaña. Y esa luz es Jesucristo en persona. Quienes lo conocemos decimos lo mismo que la comunidad de san Mateo: Jesús ha venido a iluminar a este pobre pueblo que vive en tinieblas y en sombra de muerte.
Jesucristo no comienza su ministerio en Jerusalén, ni mucho menos en el templo sagrado de los judíos. Se va a Galilea, una tierra considerada de "gentiles”, de alejados de la religión. Esto es una opción bien tomada por el Hijo de Dios; y es para nosotros una vocación. "Salir”, nos ha pedido el Papa Francisco a todos los católicos, salir de nosotros mismos, salir del encierro de nuestra religiosidad, ponernos toda la Iglesia en clave de salida.
El ministerio de Jesucristo era comunicar una buena noticia. ¿Cuál era la buena noticia que predicaba? Fijémonos bien y grabémonos sus palabras de memoria: "conviértanse, porque el Reino de los Cielos ha llegado”. Esta frase no nos habla sólo del comienzo de su actividad sino que sintetiza todo lo que sería su ministerio: predicar, anunciar la llegada del Reino de los cielos, tanto con palabras como por medio de milagros, y hasta con su misma vida entregada hasta llegar a la cruz. San Marcos cuenta que Jesús decía que el Reino de Dios "estaba cerca”, lo que quiere decir que en una segunda lectura, la comunidad de san Mateo ve que esa llegada ya se ha realizado. Ambas ópticas enriquecen nuestra fe.
La llegada del Reino exige conversión de nuestra parte. No nos brinquemos esta palabra. ¿Qué significa? Conversión es un cambio radical en nuestras personas y nuestro entorno. Las diversas biblias traducen "cambien de vida”, "cambien sus caminos”, "cambien de actitud”. No es solamente renunciar al pecado, dejar atrás las cosas malas de nuestra vida, sino sobre todo darle otra orientación a nuestra persona y a nuestro mundo. Convertirse significa entrar en los caminos de Dios.
La palabra "Reino” es clave en la predicación de Jesús, especialmente en este evangelio según san Mateo. Se repite infinidad de veces en boca de Jesús. ¿Qué es el Reino? No es algo que se pueda comprender de una manera simplista. Nosotros decimos que el Reino es un misterio, en el sentido de que se trata de una verdad muy grande que no alcanzamos a comprender pero que sin embargo sí podemos ir entrando pausada y crecientemente en él, de una manera existencial, no académica.
El Reino es el proyecto que tiene Dios Padre para este mundo. ¡Cuántas cosas tiene pensadas Dios para nosotros! Un mundo nuevo, un mundo de hijos, todos viviendo en igualdad, en fraternidad, un mundo de justicia, de paz y de verdad. Un mundo donde reine plenamente su amor, el amor que nos ha venido a revelar su Hijo Jesucristo de manera tan palpable, con hechos, no sólo con palabras. Ahí están todos sus milagros por delante.
Para la realización de este Reino es para lo que Jesucristo ha llamado a las personas en su seguimiento. ¡Cómo hace falta que los católicos tratemos de entrar en esta dinámica del seguimiento de Jesús en la realización del Reino de los cielos! Los católicos hemos traducido nuestra religión o vida de fe por algo más cómodo, menos comprometido. Vivimos una religión de devociones, de rezos, de ceremonias ocasionales muy llamativas. Sin embargo, aunque todo eso sea bueno, no es a lo que nos ha invitado Jesús. Jesús nos pide que lo sigamos, que sigamos sus pasos, que nos levantemos y nos pongamos a su servicio, al servicio del Reino del Padre. San Pablo en la segunda lectura dice algo muy fuerte que nadie le toma a mal. Dice: "no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio”. Cómo quisiera que comprendieran estas palabras todos aquellos que se afanan solamente por el bautismo y no se preocupan por conocer el Evangelio. / Bueno, se antoja comentar más detalladamente este pensamiento o esta palabra clave: "sígueme”. Abrámonos a su comprensión, salgamos a invitar a toda la gente al seguimiento de Jesús. Colaboremos con Jesús en la construcción de un mundo según Dios, una tarea bellísima que a todos nos conviene.
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