VI - REFORMA DE LA IGLESIA: LA TRANSPARENCIA V. 28 marzo 2014
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
"Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios”. (Juan 3,20-21).
Nuestra Iglesia, desde que es poder en el mundo y en lo que respecta a su ambiente de poder, se ha distinguido por la opacidad de sus operaciones. ¿Ejemplos? Está la manera como se han manejado, todavía en la actualidad, los casos de pederastia, a nivel mundial. Nos da vergüenza, obviamente, dar la cara en ese renglón. Hemos preferido ocultar las cosas, ocultar a las personas, que nada se sepa, que haya de preferencia arreglos debajo del agua, generalmente en perjuicio de las víctimas pero sacando adelante la imagen de la Iglesia católica. ¿Es el mejor camino? Muchos preferimos todo lo contrario a esos mecanismos, es mejor que se siga el camino evangélico de aceptar la culpa, como Jesucristo nos lo propone en el ‘hijo pródigo’ de su parábola: "Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros” (Lucas 15,18-19). Es decir, que con toda la prudencia del mundo que se requiera en atención a las víctimas, los casos se manejen de frente. La víctima tiene derecho a ser escuchada, atendida, y en alguna manera subsanada. El perdón y la reconciliación son nuestra salud y nuestra salvación, al menos deberíamos de buscarlos con firmeza al interior de la Iglesia. Por ahí tendríamos que trabajarnos unos a otros. En la sociedad no se contempla esto, se busca el castigo, sobre todo si se trata de gente de Iglesia; esto es otro renglón, pero también ahí hay que dar la cara. El agresor en la Iglesia tiene por delante todo un camino de arrepentimiento, también de perdón y reconciliación, ¿por qué no lo hemos buscado así en la Iglesia si es lo más evangélico?
Otro ejemplo es la elección de obispos y demás cargos en la Iglesia. ¿Quién es el que elige, con qué criterios, a quiénes se consulta? ¿Quiénes más tendrían derecho a opinar, sugerir o ser tomados en cuenta de alguna manera? En la Iglesia, como somos un poder mundano, pues la transparencia brilla por su ausencia. Y por este camino de la opacidad se pueden cometer muy graves abusos y deterioros para la Iglesia universal y para las iglesias locales. El camino de la opacidad es el camino de la política, los rejuegos del poder se dan siempre en la oscuridad. En Chihuahua sabemos de qué estamos hablando. Una vez que se elige un obispo, o un párroco, o un encargado de lo que sea, ¿hay oportunidad de enfrentar malas administraciones o malas pastorales? No, porque las cosas se tienen que manejar por debajo del agua, siempre por debajo del agua, como si la Iglesia fuera una entidad política y no una comunidad evangélica. Así nos ha sucedido en dos administraciones episcopales: en la década de los 60’s la primera, y la segunda en dos recientes décadas. Nadie sabe, nadie supo. Lo que se procuró, ignorando toda queja y protesta, fue no llamar la atención, no hacerle caso a nadie, no tomar en cuenta los derechos de nadie, así se trate de más de un millón de personas las afectadas. Lo que menos quería la jerarquía eclesiástica es que se ventilaran las cosas de frente, como correspondería a cristianos maduros, formados en el evangelio.
Otro ejemplo son los asuntos de nuestra fe y nuestra moral. ¿Cómo se ventilan estos temas en nuestras iglesias y en nuestra Iglesia universal? Silenciando a los que piensan, callando a los que se expresan, no sólo a los fieles laicos o clérigos de la base, sino hasta los mismos obispos tienen temor de opinar distinto de la curia romana. ¿Qué opinan los obispos de África y América en torno al celibato opcional, los métodos artificiales de natalidad, los divorciados vueltos a casar, la reforma litúrgica, etc.? En los sínodos, muchos obispos son convocados para reunirse en Roma y ahí externan sus ponencias. Nosotros no tenemos acceso a sus reflexiones; a veces conocemos muy dosificadamente algunas de sus propuestas, pero las más delicadas, ésas se esconden, que nadie sepa qué trataron, qué dijeron los obispos de los confines del mundo. Es que somos una Iglesia de eternos infantes. A nosotros sólo nos llegan las conclusiones a las que ha llegado la curia romana en boca del Papa y no la diversidad de voces que quisieran hacerse oír y que tenemos derecho a escuchar.
Otro ejemplo son los cónclaves para elegir al siguiente Papa. Ya no queremos que nos digan con humo si tenemos Papa o aún no, y no porque esto sea un método anticuado, no queremos eso ni aunque nos lo informen mediante un tablero electrónico. ¿Por qué no buscar mediante un escrutinio más amplio quién debe ser la cabeza visible de esta gran familia? Es que no somos familia, somos más bien un grupo que se maneja con criterios de poder. Y en la historia de nuestra Iglesia se han dado cosas y casos vergonzosos de búsqueda de poder, al grado tener dos o hasta tres Papas al mismo tiempo. Los casos han sido y siguen siendo vergonzosos pero como que aún no hemos llegado a tener la suficiente vergüenza de transitar por esos caminos completamente ajenos y contrarios a las enseñanzas de nuestro Maestro. En la elección de un Papa podrían participar no sólo los cardenales, sino también representantes de obispos, de sacerdotes, de laicos, entre ellos mujeres. ¿Sería muy engorrosa una elección así? Nunca lo hemos hecho, al menos en estos últimos 10 ó 15 siglos. Pero aunque fuera muy complicado escoger a una persona por ese camino, vale la pena hacerlo, por cuestión evangélica, porque a todos nos incumbe, porque la dirección de la Iglesia no puede depender sólo de un grupo de poder, es cosa de todos los creyentes, los más comprometidos con el evangelio que no siempre son los que están en los altos puestos. Pero, por mientras, mientras encontramos otro camino, al menos nos deberían estar informando por dónde y por quién están votando los cardenales. ¿Por qué tanto secreto, por qué se dan las cosas en tanta oscuridad? Porque somos un poder mundano, y los poderes mundanos lo primero que buscan es la unidad monolítica, que no haya el más mínimo resquebrajamiento. Porque, pensamos mundanamente: si se resquebraja nuestra unidad exterior, se resquebraja nuestro poder, y si se resquebraja nuestro poder, entonces (lo pensamos mundanamente) nos parece que la Iglesia se va a venir abajo.
Como éstos, hay muchos otros ejemplos de que la Iglesia, sobre todo en las esferas del poder, somos una congregación de las tinieblas, no de la luz. ¿Cuál es el procedimiento del pederasta? "Vámonos a lo oscurito y no se lo digas a nadie”. Es la manera de proceder de los que detentan el poder y le sirven a ese dios.
Por el contrario, podemos ver cómo se manejaba nuestro Señor Jesucristo con sus discípulos y la multitud, con total transparencia: cuando los eligió, cuando los envió a misionar, cuando los corregía hasta severamente, cuando enseñaba sobre los líderes del pueblo. A Simón Pedro le llamó ‘satanás’ frente a los demás discípulos, a pesar de que acababa de ponerlo como la primera piedra de su Iglesia (ver Mateo 16,23), algo que millones de cristianos hemos leído sin hacerlo en voz baja a lo largo de los siglos, incluso es algo a lo que tienen acceso hasta los paganos o no cristianos, sin ninguna reserva. Si los discípulos aparecen en los evangelios como personas tardas para entender a Jesucristo (vean Marcos 8,14-21), esto es algo público que nunca hemos pensado en ocultar a ojos de los paganos como para no desacreditarnos delante de ellos. Al contrario, sabemos que más bien nos fortalece esa imagen de los discípulos como pecadores, frágiles, lentos para entender, que alguno de ellos traicionó a su Maestro, otro lo negó, y el resto lo abandonaron a su suerte en manos de los poderes judío y romano. Más nos vale y mejor favor le hacemos a la obra de Jesús al presentarnos como vasijas de barro (vean 2 Corintios 4,7). El tesoro no somos nosotros como para cuidar tanto nuestra imagen exterior, nuestro tesoro para el mundo es Jesucristo.
Jesucristo no fundó un gueto, una secta secreta. El mismo Jesús recibió una bofetada cuando le dijo al sumo sacerdote que todo lo que había enseñado lo había hecho en público, que muy bien se lo podía preguntar a la gente que lo escuchó: "no he hablado nada a ocultas” (vean Juan 18,20). Si Jesucristo no habló nada a ocultas, ¿por qué en la Iglesia se manejan tantas cosas a ocultas; pertenecemos acaso a una secta diferente al grupo de Jesús? Es probable que pertenezcamos al grupo de los fariseos. Nicodemo, un fariseo importante, como un hombre de la noche, fue a visitar a Jesús. Ahí contemplamos frente a frente a un hombre de las tinieblas que batalla para entrar en la atmósfera de un hombre de la luz, que es la luz misma en persona. La Iglesia y la humanidad que quiere Jesús está bien plasmada en sus palabras, porque él mismo lo vivió así: "el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios” (Juan 3,19-21). Si le pertenecemos a la luz, por eso Jesucristo quiere que seamos como una lámpara encendida, de modo que nada oculto quede sin manifestarse, y nada secreto quede sin ser conocido y descubierto (ver Lucas 8,17).
En las comunidades primitivas así se vivió la fe y la vida cristiana. San Pablo le llamó hipócrita en público a Pedro, el primer Papa (vean Gálatas 2,4). Pablo aprendió de Jesús su Maestro, entre muchas otras cosas, la transparencia y siempre la practicó. Con qué claridad se expresa en cada una de sus cartas. Por eso les pide a cristianos que vivan con total transparencia: "ustedes, hermanos, no viven en la oscuridad, para que ese Día los sorprenda como ladrón, pues todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Nosotros, por el contrario, que somos del día…” (1 Tesalonicenses 5,4-8). En otra carta, después de haber puesto a Jesucristo como el modelo a seguir, les dice: "Háganlo todo sin murmuraciones ni discusiones para que sean irreprochables e inocentes, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación tortuosa y perversa, en medio de la cual ustedes brillan como antorchas en el mundo” (Filipenses 2,14-15). ¿No es esto lo que celebramos tan bellamente en la vigilia pascual? No somos oscuridad en este mundo, Jesucristo nos ha encendido con su luz, para que hagamos brillar su luz, no la nuestra, en este mundo de tinieblas: "Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos” (Mateo 5,14-16). Lo que menciono aquí brevemente convendría que cada uno de nosotros lo estudiáramos ampliamente en las cartas de san Pablo, página por página, viendo cómo él se conducía con total transparencia, sin poner por encima la imagen exterior y maquillada de la iglesia de Jerusalén y en consecuencia de toda la Iglesia.
Si queremos una reforma profunda de nuestra Iglesia, debemos sentarnos a los pies de Jesucristo a escuchar sus enseñanzas, y seguir sus pasos para llegar a ser como él. |