¿AMAMOS
EN VERDAD A JESÚS?
Comentario
al evangelio del domingo 25 de mayo del 2014
6º de pascua
Carlos
Pérez Barrera, Pbro.
Sentados a la mesa
de Jesucristo resucitado, él continúa enseñándonos como lo hacía unas horas
antes de morir en la cruz.
Somos cristianos
porque amamos a Jesús, ¿no es así? Pues no debemos estar tan seguros. Eso de
que amamos a las personas es algo que se dice muy fácil. Amamos a nuestros
llamados "seres queridos”, pero a veces no es más que el nombre. Amamos a los
pobres, a la gente que sufre, pero el nuestro es un amor de pensamiento, un
buen deseo, una buena intención, nada más. De esta manera podemos amar a todo
mundo: a los africanos, a los indígenas, a los asiáticos… pero nunca los
tenemos a nuestro alcance, nunca nos relacionamos con ellos, sólo los vemos por
la tele, si acaso.
Los católicos
también podemos presumir que amamos a Dios, a su Hijo Jesucristo, al Santo
Espíritu divino, a la virgen María y a todos los santos. Pero qué tan real es
nuestro amor. Este amor se puede quedar en el mero sentimentalismo.
Jesucristo nos da
una señal de un amor auténtico hacia él: el cumplimiento de sus mandamientos.
Por eso hay que decir que quien ama a Jesucristo, estudia con toda devoción y
cariño los santos evangelios, porque contienen las palabras, los milagros, la
obra de Jesús, su buena noticia del Reino. Un amante de Jesús no lee de vez en
cuando la Biblia, porque entonces el suyo sería un amor de ocasión, que a fin
de cuentas no es amor, porque el amor no es pasajero, el verdadero amor es profundo
y constante. El que ama a Jesús, alimenta su espiritualidad de él, nutre en su
palabra toda su vida cristiana. María la hermana de Martha (Lucas 10), había
hecho a un lado todos sus quehaceres para ponerse a la escucha de la palabra
del Maestro. Las multitudes de aquel tiempo, se quedaban horas y horas
escuchando las enseñanzas de Jesús, porque ni sus escribas tenían esa autoridad
para enseñar (Marcos 12,37). Hasta se quedaban sin comer, por lo que Cristo se
veía obligado de suministrarles el pan, como les había suministrado el otro pan
de su palabra (Marcos 6,34-35).
Quien ama a Jesús,
no solamente estudia la Biblia sino que se deja hacer por ella, particularmente
por la palabra de Jesucristo. Una de las metas que nos trazamos en nuestra
misión permanente es conseguir que nuestros católicos se pongan a la escucha de
la palabra del Maestro y se dejen hacer por esa palabra. ¿Cuándo seremos los
católicos estudiosos de la Palabra? En eso conoceremos el verdadero amor por
Jesús.
En correspondencia,
a quienes lo amamos, Jesucristo nos promete su Santo Espíritu. Es un regalo del
Resucitado. El Espíritu es Dios mismo que con su sabiduría ilumina nuestro
caminar, y toda nuestra persona. El Espíritu de Dios es el que nos capacita
para entender a profundidad las enseñanzas de Jesús. Así, cuando nos ponemos a
estudiar los santos evangelios, cada día, debemos suplicar la asistencia del
Espíritu Santo, para entender las cosas como Dios mismo quiere que las
entendamos, y para que contemos con la fuerza del Espíritu para poder llevarlas
a cabo. |