SEAMOS
TESTIGOS VALIENTES DE JESUCRISTO
Comentario
al evangelio del domingo 22 junio 2014
12º
ordinario
Carlos
Pérez Barrera, Pbro.
Estamos en la semana
12ª del tiempo ordinario. En este año estamos haciendo una lectura continuada
del evangelio según san Mateo en los domingos del tiempo ordinario. Estamos ya en
el cap. 10. Este capítulo es el discurso de Jesús para el envío de los 12
apóstoles. Ésta es una misión intermedia, no la definitiva después de su
resurrección. Los está enviando primeramente a evangelizar a las poblaciones
judías y para ello les da numerosas instrucciones y advertencias. Después los
enviará a todas las naciones. Habría que leer algunos versículos más de los que
hoy hemos proclamado para tomarle un sentido más exacto a las palabras de
Jesús.
Primero les dijo que
fueran a proclamar que el Reino de los cielos está cerca (v. 7). ¿Cuál es ese
reino? El Reino del amor de Dios, de su paz, de su justicia, el reino de la
fraternidad, porque si tenemos un solo Padre, el del cielo, en sus hijos debe
reinar la fraternidad.
Les instruye sobre
la gratuidad de su apostolado y que no se procuren dinero, porque esta comisión
no es para eso, algo que no deberíamos olvidar especialmente los ministros de
la Iglesia de hoy. Y les advierte: "los
envío como corderos en medio de lobos. Sean prudentes como serpientes y
sencillos como palomas” (v. 16), para continuar poniéndoles en guardia ante
dificultades que van a sufrir, persecuciones y hasta muerte. Es por eso que hoy
hemos escuchado: "No teman a los hombres”,
es decir, no le teman al mundo, a la sociedad. Estas palabras son para
nosotros, no las escuchemos como si fueran dirigidas a otras gentes. Los
misioneros y las misioneras de Jesús son buenas gentes, ésta debería de ser la
nota distintiva de todos los católicos y de toda la Iglesia, en cambio, en el
mundo hay personas de muy malas intenciones y alcances. Sobre aviso no hay
engaño. Jesucristo no nos envía a una misión fácil. A él mismo no le fue bien
al venir al mundo, terminó crucificado.
Aún así, Jesucristo
no tiene la intención de asustarnos, lo que quiere es infundirnos confianza al
salir a misión. Hoy día hemos recuperado nuestra conciencia de que la misión es
permanente. Lo habíamos olvidado, la habíamos dejado de lado. Misión quiere
decir envío a evangelizar. Todos los católicos debemos asumir nuestra vocación
misionera. Los obispos en su reunión de Aparecida nos han recordado que somos
discípulos misioneros de Jesucristo. Somos enviados al mundo, a la sociedad, a
todas las gentes. La evangelización es tarea que cumplimos con nuestra palabra,
con nuestras obras y con toda nuestra vida. Ser misioneros o enviados de
Jesucristo es nuestra identidad.
Nos llama Jesús a
predicar con total transparencia nuestra buena noticia que es él. Lo que nos
dice de noche, nosotros debemos repetirlo de día; lo que nos dice al oído,
nosotros debemos publicarlo desde las azoteas o lugares públicos. Las
comunidades evangélicas nos han transmitido la vida, las enseñanzas y las obras
de Jesús sin censura. No han ocultado su
pobreza, su contacto con los enfermos y los pecadores, su crucifixión como un
delincuente; no han disfrazado sus conflictos con las autoridades; no han
escondido sus regaños a los discípulos y los defectos de éstos; no han envuelto
a la Iglesia en papel celofán para que se vea mejor de lo que es. De ninguna
manera. El evangelio resplandece por su transparencia. ¿Qué no podríamos volver
a ser así en la Iglesia de hoy, desde la base laical hasta las cúpulas
clericales? La buena noticia de Jesucristo resplandece más en estos vasos de
barro que somos nosotros (vean 2 Cor 4,7).
No teman a los que
matan el cuerpo, nos sigue insistiendo Jesús. Como si fuera tan fácil no tenerle
miedo a la muerte. Pero su llamado ahí está para que lo vayamos interiorizando como
parte de nuestra espiritualidad cristiana. No tengamos miedo a los que matan el
cuerpo. Si de veras creyéramos que Jesús es la resurrección y la vida, seríamos
como los mártires, quienes derramaron su sangre en el testimonio de Jesucristo.
Se nos ha estado quedando en el olvido lo
que somos: testigos (mártires) de Jesucristo.
Debemos tenerle
miedo a los que matan el espíritu. ¿Quiénes son esos? Son los que nos
corrompen, los que nos inducen al pecado, el dinero, los negocios, el mundo con
todos sus atractivos. No nos dejemos arrastrar por ninguno de ellos. Si
tuviéramos nuestra fe bien firme en la vida plena que obtenemos en Jesucristo,
no le tendríamos miedo a la muerte de nuestro cuerpo y sí a la del alma. El
cristiano verdadero se alimenta espiritualmente de la persona de Jesús, el que
se entregó generosamente a la muerte de cruz por la salvación del mundo.
Y finalmente escuchemos
de nuevo estas palabras: "A quien me reconozca delante
de los hombres, yo también lo reconoceré ante
mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los
hombres, yo también lo negaré ante mi
Padre, que está en los cielos”. En otras palabras, no
seas católico o cristiano sólo cuando te convenga, no lo seas en privado si no
eres capaz de presentarte como tal en público, aún en esos ambientes en que es
más difícil hacerlo, o porque se te vienen burlas encima o de plano hasta
adversidades. Sé de Cristo con radicalidad y coherencia. |