JESUCRISTO
ES NUESTRO TESORO
Comentario
al evangelio del domingo 27 julio 2014
17º
ordinario
Carlos
Pérez Barrera, Pbro.
En la primera lectura proclamamos que "el Señor se le apareció
al rey Salomón en sueños y le dijo: "Salomón, pídeme lo que quieras, y yo te lo
daré”. ¿No les gustaría que
Dios les hablara también a ustedes en sueños y les ofreciera lo mismo? ¿Qué le
pedirían? Seamos sinceros. Les pediríamos aquello que hemos necesitado desde
hace tiempo para sacar adelante a nuestra familia, o lo pediríamos aquello en lo
que nos hemos ilusionado tanto, le pediríamos dinero para lujos y diversiones.
No sé si alguno de nosotros aprovechara la oportunidad para decirle a Dios: no
me des nada personal, concédenos mejor la paz del mundo, especialmente en
Tierra Santa, en Ucrania, en nuestras calles, que nos concediera la justicia
para los pobres, pan para los hambrientos de todo el mundo, una casa y familia
para los niños que viven en situación de calle, o los que tienen su familia
desintegrada…
Salomón le pidió sabiduría para poder gobernar
a su pueblo, ni larga vida, ni riquezas ni la muerte de sus enemigos. Y Dios se
congratuló por eso.
Jesucristo nos dice en parábolas que los seres
humanos somos como estos hombres que se encontraron un tesoro o una perla
preciosa. Yo creo que todos en la vida nos encontramos algo que nos llena el
ojo: ¿qué es? ¿Qué es lo que nos mueve en la vida? ¿Por qué trabajamos, por qué
estudiamos, en qué nos ilusionamos? Hay gente que deja su patria, su familia
para buscar suerte en otro país. Las muchachas dejan a sus padres y a sus
hermanos para irse con uno que tienen poco de conocer, y lo mismo hacen los
muchachos.
El cristiano es una persona que ha encontrado
su mayor tesoro y por él es capaz de dejar todo lo demás. Nuestro tesoro no es
una ideología, un sistema religioso, o un conjunto de creencias. No. Nuestro
tesoro es una persona: Jesucristo. Se dice fácil, pero no se trata de saberlo
sino de veras de vivir el encuentro con esa Persona que atrae, que cautiva, que
enamora, que nos mueve a dejar todo porque él vale muchísimo más.
El evangelio nos viene relatando que Jesucristo
se fue encontrando con diversas personas y éstas lo fueron dejando todo por
seguirlo. Vemos a aquellos pescadores a los que Jesús llamó: dejaron la barca,
a su padre, las redes, y se fueron con él (Mt 4,18-22). Un escriba se ofreció a
seguirlo a donde quiera que fuera, y Jesús le advirtió que no contaba con nada
que ofrecerle; y a otro le pidió que lo siguiera, que no lo detuviera nada (Mt
8,18-22). Un publicano dejó el despacho de los impuestos para irse con Jesús
(Mt 9,9). Un joven rico se resistió a seguirlo porque no fue capaz de renunciar
a sus bienes materiales. Jesucristo le había ofrecido un tesoro en el cielo (Mt
19,16-22). En cambio, sus discípulos, al ver esto, le expresan: "Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido” (Mateo 19,27). San Pablo nos platica que
haber conocido a Jesucristo fue su máxima experiencia: dejó todo lo que para él
era sumamente valioso, como su religiosidad judía, la ley de Moisés, y por
causa de Jesucristo todo eso hasta lo consideró basura. Nosotros, ¿qué hemos
dejado para seguir a Jesucristo?
En la Iglesia católica nos consume mucho tiempo
estar sosteniendo una estructura religiosista que no marca profundamente a las
personas, que no las apasiona. La religión se nos ha convertido en una cuestión
social, en una costumbre externa. Es necesario que conduzcamos a nuestros
católicos, y a todo ser humano, al encuentro personal con Jesucristo. Si la
persona se enamora de él, será capaz de dejar todo. Y si esto sucede con cada
ser humano, uno tras otro, esta será la salvación del mundo. Porque de verdad
que Jesucristo es la salvación del mundo.
La parábola de la red nos parece muy tajante,
pero la acogemos porque es enseñanza de nuestro Maestro. Al final de los
tiempos los ángeles separarán a los buenos de los malos, y llevarán a cada
quien a donde le corresponda.
|