LOS
VERDADEROS CREYENTES
Comentario
al evangelio del domingo 17 agosto 2014, 20 ordinario
Mateo 15,21-28.
Carlos
Pérez Barrera, Pbro.
Antes de narrarnos
este milagro, el evangelista san Mateo nos platica, unos versículos antes, la enseñanza de Jesucristo sobre qué es lo
puro y qué lo impuro, qué es lo que verdaderamente hace a un hombre, a una
mujer o a todo un pueblo o cultura que sea contaminado o no. La enseñanza de
Jesucristo es que lo que en verdad contamina al hombre es lo que sale de su
corazón, ahí donde radican las intenciones.
Pues bien, los
judíos consideraban que ellos mismos eran los puros, los que estaban bien con
Dios, y en cambio, los paganos eran unos impuros, unos contaminados, y había
que cortar toda relación con ellos para no contaminarse. El milagro que hoy proclamamos nos hace ver
que las cosas no son ni deben ser así.
Se le acerca a
Jesús una mujer cananea. Los cananeos creían en varios dioses, en ídolos, de
ahí la marca de la impureza que les imponían los judíos. Además, hay que
decirlo aunque choque un poco con los tiempos que vivimos actualmente, las
mujeres llevaban también, en esa sociedad tan religiosa como machista, la misma
marca de la impureza. Eran consideradas por muchos como incapaces de creer. Así
es que esta persona, además de no ser judía, era mujer.
Nos resulta más que
extraño el comportamiento de Jesús con ella. Aquí no aparece como el maestro abierto y
libre en cuanto a prescripciones legales, raciales o culturales, no aparece como el
maestro acogedor de los pobres y excluidos. Pareciera que estamos más bien ante un fariseo bien
recortadito y cuadriculado, un cleriguito de nuestros tiempos.
La mujer viene
gritando detrás de él y Jesús no le hace el más mínimo caso. Son los discípulos
los que llaman la atención del Maestro para pedirle que la atienda, no tanto
porque se muevan a compasión por ella sino por el escándalo que viene haciendo. La respuesta
de Jesucristo nos sorprende: "Yo no he sido enviado sino a las
ovejas descarriadas de la casa de Israel”. ¿Qué quiere decir esto? Que ha sido enviado
solamente a los judíos, no a los pueblos paganos. Esto no está en sintonía con
el resto de las páginas de los evangelios, donde ser presenta Jesucristo y su
labor, más universal, en la línea de los profetas, como Isaías, a quien leemos
en la primera lectura con la convocatoria de Dios para todos los extranjeros. ¿Vino Jesús solamente para los judíos?
A pesar de su silencio y de su negativa, la mujer se le acerca y le
suplica auxilio. ¿Dónde ha quedado la compasión que mueve a nuestro Señor ante
las gentes más sufridas? Su respuesta es despreciativa, con ese desprecio que
sienten los judíos por los pueblos paganos: "no está bien quitarles el pan a los
hijos para dárselo a los perritos". Efectivamente, así catalogaban los judíos a
los paganos: como perros. Nos preguntamos si los judíos de ahora, o al menos
sus gobernantes siguen pensando lo mismo de sus vecinos los palestinos, porque
los bombardean sin tomar en cuenta que ahí en esos edificios hay niños y
mujeres, como de hecho se han contado entre los muertos. Quizá piensen que
matar un palestino es como matar un perro.
Sin embargo, esta mujer tiene fe. La respuesta final nos devuelve la verdadera imagen que tenemos de Jesucristo. Jesucristo reconoce que esta mujer que además es cananea,
es una verdadera creyente. Esta frase no se la dirigirá Jesús a ningún fariseo
o escriba: "qué grande es tu fe”. Y
como el milagro se obró, con eso corroboró que su fe era auténtica. El proceso que sigue esta mujer cananea es una sorprendente buena noticia para todo ser humano de todos los tiempos, y Jesús, con esa maestría que lo caracteriza, va llevando las cosas para hacer resplandecer el evangelio que es en persona esta mujer.
Hoy en día hay un movimiento fuerte en la sociedad por devolverle su
justo lugar a las mujeres y a los extranjeros. No los podemos hacer menos
porque puede resultar que tienen más valores que nosotros. ¿Y en la Iglesia?
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