LA BIBLIA Y EL MISAL ANUAL EN LA MISA
V. 26 septiembre 2014 Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Parece que el llevar la Biblia a la Misa, o el misal anual o la hojita dominical tiene algunos enemigos en nuestra iglesia diocesana. Por eso, como párroco interesado en formar a los feligreses en la participación de la Misa, salgo en defensa de los diversos recursos de los que nos valemos y aún otros, como los cuadros vivientes o los títeres.
Algunos especialistas en liturgia, y los que atienden a sus instrucciones, le prohíben a la gente, o al menos le piden que no lleven ninguno de esos recursos. ¿Qué defienden? Una liturgia formalista pero muy poco participativa.
¿Por qué algunos párrocos promovemos el uso de la Biblia, principalmente, pero también otros recursos pastorales en la Misa en manos de los fieles laicos?
Porque buscamos una mayor participación tanto externa como profunda en los misterios que celebra la Iglesia: la Cena del Señor, el encuentro con el Resucitado, la reunión de la comunidad como iglesia creyente.
En relación con la liturgia de la Palabra, buscamos que nuestra gente conozca la Palabra de Dios, que la escuche, que la estudie a nivel personal y en grupo, pero que también su escucha, además de solemne, sea comprendida y obediente en la liturgia. Esto no se da; lo decimos con seguridad, por experiencia, poniendo los pies en la tierra. Seguramente los especialistas en liturgia no tienen los pies bien puestos en el suelo, seguramente no se pasean entre las bancas, seguramente no le ponen atención a las personas. Es posible que celebren de espaldas al pueblo, o mirando las nubes, o a la mejor muy concentrados en Dios y no se dan cuenta que nuestra gente, el bajo porcentaje de católicos que asiste a misa los domingos, no comprende lo que se lee, ni participa en las respuestas, las oraciones y los cantos de la misa. Y a la mejor, o a la peor, no les preocupa eso, con tal que la liturgia se celebre de acuerdo a las normas y detalles de la Iglesia. A fin de cuentas no hace falta la gente ni su participación para que la Misa tenga validez.
Nosotros (algunos) sí le ponemos atención a la gente, y nos interesa que su participación no sea meramente externa o formal, o de apariencia (que estén en las bancas como si estuvieran escuchado, en silencio, aunque muy ausentes de la celebración). En diversos templos, de diversas parroquias, yo me he tomado la molestia, después de las lecturas, de preguntarles: oigan, ¿de qué libro de la Biblia se tomó la primera lectura, o la segunda, o de qué se trató el evangelio? No es necesario que les diga que su respuesta es el silencio, y no se quedan callados por vergüenza a equivocarse, sino porque realmente la Palabra proclamada no les llega a su mente ni mucho menos a su corazón, porque no tienen el más mínimo conocimiento previo de la Biblia. Hay veces que le ponen más atención al sermón, cuando es sencillo y ameno. Y mucha gente piensa que el sermón es la parte más importante de la Misa.
Yo les puedo asegurar una cosa: si veo personas que tienen su Biblia o su misal anual en las manos, siento que esas gentes están más adentro de la Misa que los demás. ¿No lo piensan así ustedes? Es cierto. Porque esas personas van siguiendo la Misa, las lecturas.
Francamente se me hace absurdo que se le pida a la gente que no utilice esos recursos. Si nosotros le pedimos a la gente que no lleve su Biblia ni su misal anual, ¿podría la gente pedirnos a nosotros los sacerdotes que no usemos el misal romano? Si un sacerdote tiene derecho a que el monaguillo le acerque el misal para decir el credo niceno o el credo de los apóstoles (muchos nunca recitan este último), entonces también el pueblo tiene derecho a tener su hojita frente a sí para recitarlo en voz alta. Cuando yo utilizo el credo de los apóstoles en cuaresma y pascua, somos pocos los que lo recitamos, sólo los que traen su misal anual. Por eso muchos no usan más que el credo niceno, porque más gente se lo sabe de memoria, pero no muchos. ¿Y cuántos usamos la tercera aclamación después de la consagración? Demasiado pocos, para no tomarnos la molestia de tener que enseñársela a la gente. Si la gente tuviera su hojita en las manos, podríamos usar las tres según los tiempos litúrgicos. Lo mismo hay que decir de las diversas formas del acto penitencial. ¿Y las plegarias eucarísticas de los niños que son tan responsoriales? ¿Desistiremos de usarlas o les damos un folletito para que la puedan seguir?
No solamente la gente debería tener su Biblia en las manos, para seguir las lecturas con una escucha más profunda y obediente, sino que también en la homilía el mismo sacerdote debería de predicar con la Biblia en las manos, indicando a las gentes los otros pasajes de la Biblia que iluminan más los pasajes proclamados, así la Palabra de Dios se comentaría a sí misma. Un sacerdote que conoce la Biblia, que está acostumbrado a manejarla, a estudiarla, hace la homilía con ella en las manos. Y todos crecemos en la escucha de la Palabra. ¿No nos gustaría que un día nuestra feligresía toda llevara este libro sagrado y lo supiera manejar, y lo conociera cada vez más a profundidad? La pastoral bíblica, la animación bíblica de toda la pastoral, incluida la pastoral litúrgica, así nos lo exige.
Quienes no quieren que la gente tenga nada en sus manos, francamente no sé qué es lo que pretenden. Imagínense ¿cómo podría la gente participar en las laudes, como lo hacemos en la parroquia, si no tiene en sus manos la liturgia de las horas del pueblo? Los sacerdotes no podemos participar en nuestros retiros si no tenemos el libro de la liturgia en las manos. ¿Nuestros especialistas en liturgia nunca se han puesto a pensar en eso?
¿Y cómo podríamos hacerle para que más gente participara en el canto si no es ofreciéndoles algún libro de cantos? ¿Esperamos que nuestra gente se sepa de memoria todas las oraciones, todas las aclamaciones, todos los cantos? Ni los sacerdotes. Por eso utilizamos el misal romano, porque ni siquiera la plegaria eucarística II nos sabemos de memoria. No es necesario que el pueblo tenga las plegarias eucarísticas en la mano, pero sí las partes que le tocan. ¿Es antilitúrgico, como acostumbran decir, usar una hojita para responder, para cantar, o una lonita al frente? Desde luego que no. Lo más antilitúrgico es la falta de participación, la apatía, la ignorancia que fomentamos los sacerdotes.
Litúrgico es todo aquello que nos ayuda a crecer en comprensión, en participación, en vivencia profunda del misterio de la salvación de Dios.
Yo les doy mi testimonio personal: cuando tengo la Biblia en mis manos, me concentro más en la lectura que se proclama, entro más dentro de ella. Me ayuda enormemente a estar más de lleno en la misa. No creo que algún liturgista nos pueda decir que se le pone más atención a las lecturas y a las oraciones de la misa cuando no se tiene nada en las manos. Es todo lo contrario. Puede ser que la apariencia sea la que salga ganando, pero es lo que menos nos interesa a nosotros.
Yo les quisiera pedir a los sacerdotes que nunca le digan a la gente que no lleve esos recursos, porque nosotros mismos estaremos destruyendo nuestras distintas iniciativas pastorales. Si alguien lo hace estará haciendo violencia contra los derechos de nuestros feligreses que quieren vivir más de lleno la misa.
Y lo que es más grave es lo siguiente: la liturgia es reflejo del modelo de Iglesia que queremos ser y fomentar: ¿qué Iglesia queremos ser? ¿Una Iglesia con un laicado que no se expresa, que sólo oye o hace como que oye pero no escucha, que no participa, que no conoce la Palabra de Dios ni la hace resonar dentro de sí? |