Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
DISCÍPULOS MISIONEROS DE JESUCRISTO
Comentario al evangelio del domingo 19 octubre 2014, Mateo 28,16-20.
Domingo Mundial de las Misiones
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Jesucristo se presentó a orillas del mar de Galilea anunciando la llegada del Reino de los cielos. Decía: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos ha llegado” (Mateo 4,17). Anunciaba esta buena noticia verbalmente y él mismo encarnaba en su persona la buena noticia para esas pobres gentes de Galilea que padecían tantas limitaciones y calamidades: la enfermedad, el hambre, el desempleo, la pobreza, la violencia, la ignorancia, y encima de eso, la marginación y opresión de una religiosidad que les creaba la mentalidad de que Dios no estaba con ellos, que esa era la causa del resto de sus males. Jesús hizo renacer la esperanza de este pobre pueblo: las cosas están para cambiar, para cambiar según los pensamientos de Dios, porque Dios está de su lado.
 
     Jesucristo no sólo anunció esta buena noticia de la llegada del Reino de los cielos, sino que además llamó a personas en su seguimiento. Les decía a aquellos primeros discípulos convocados: "Síganme y los haré pescadores de hombres”. Estos discípulos somos nosotros, también a nosotros Jesucristo quiere hacernos pescadores de personas, es decir, que vayamos con todas las gentes y les llevemos esta buena noticia de Dios, que su Reino ha llegado a ellos, que abran sus corazones a esa propuesta de Dios, que no teman convertirse a ella, que no teman cambiar todo lo que tengan que cambiar en sus vidas, porque en realidad que les conviene más la propuesta de Dios que cualquier otra propuesta que les venga del mundo o de sí mismos. La propuesta de Dios es la vida, las demás propuestas nos han conducido a la muerte, y en esta situación se encuentra nuestro mundo.
 
     Así como comenzó el ministerio de Jesús en Galilea, así termina también después de resucitar. Según san Mateo, Jesucristo los cita en un monte de Galilea para constituirlos como sus enviados. Les dice: "Vayan y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado”. (Nosotros preferimos la traducción de la Biblia de Jerusalén que no dice 'vayan y enseñen', como el leccionario, sino 'vayan y hagan discípulos'. En griego el verbo del versículo 19 no es el mismo que el verbo del versículo 20). Hay que poner atención a esto: a orillas del mar de Galilea Jesucristo no sólo nos habló para un encargo menor, sino que nos dio una nueva constitución en nuestro ser: nos hizo sus discípulos. Ahora, en el monte de Galilea, igualmente debemos concluir que no nos envía a un encargo menor, sino que nos confiere una nueva identidad: nuestra identidad de cristianos es ser discípulos misioneros de Jesucristo.
 
     ¿Todos los que hemos sido bautizados en la Iglesia católica vivimos en esa conciencia y en esa fe activa? Desde luego que no. Son unos cuantos los católicos portadores de la buena noticia de Jesús, tanto en sus palabras como en su persona. Los miembros de la jerarquía eclesiástica somos los culpables y responsables de esta situación. No estamos haciendo lo necesario para que nuestros católicos se pongan a estudiar los santos evangelios, para que se pongan a estudiar a nuestro Señor Jesucristo, y progresivamente, a partir de ese estudio o escucha obediente, nos pongamos con todo nuestro ser a las órdenes del que nos ha llamado a la vida, a la salvación, a vivir en el amor de Dios, a la misión de cara al mundo. Hagámoslo por amor a Dios, por amor a nuestros hermanos que precisan de esta buena noticia.
 

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