VII - REFORMA DE LA IGLESIA: PASAJES DIFÍCILES DE LA BIBLIA
29 octubre 2014
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
"Han oído que se dijo a los antepasados… pues yo les digo…” (Mateo 5,21-22).
La reforma de la Iglesia pasa necesaria y principalmente por la manera como leemos la sagrada Escritura. Una lectura mágica o literalista nos desvía de la Palabra que verdaderamente Dios nos quiere comunicar. Es necesario que los creyentes de hoy día nos acerquemos a la Biblia con una fe profunda, madura, en una lectura integral nutrida por el conocimiento de la realidad que vamos adquiriendo con la ayuda de las ciencias; buscando en ella el misterio de su santa voluntad, sin forzarla a que nos dé lo que los seres humanos de hace dos y tres mil años eran incapaces de brindarnos y que Dios mismo no pretendía ofrecernos.
A partir del concilio Vaticano II (1962-1965) la Iglesia, a través de sus documentos, especialmente en estos años recientes, no deja de invitar a los fieles a que lean la Biblia y que le den la importancia que tiene en su vida cristiana. Está, por citar el principal documento, la constitución dogmática "Dei Verbum”, del concilio Vaticano II. Sin embargo nos preguntamos ¿cómo poner a nuestros católicos a estudiar la Biblia si tiene tantos pasajes difíciles? No nos referimos tanto los pasajes que requieren de cierto estudio académico para entenderlos mejor, sino aquellos pasajes, sobre todo del Antiguo Testamento, que provocan un choque a nuestra fe cristiana.
El Papa Benedicto XVI les llamó "páginas oscuras de la Biblia”. Aborda este tema en su exhortación postsinodal "Verbum Domini” (septiembre 2010), donde recoge las aportaciones del Sínodo de los obispos sobre la Palabra de Dios. Así lo dice: "el Sínodo ha afrontado también el tema de las páginas de la Biblia que resultan oscuras y difíciles, por la violencia y las inmoralidades que a veces contienen”. ¿Qué dijeron los obispos en el Sínodo que se celebró previamente a este documento del Papa? No contamos con ese material, sólo con la síntesis que elaboró el Papa.
Ésta es la respuesta que el Papa Benedicto XVI da a este problema planteado por él mismo: "La revelación se acomoda al nivel cultural y moral de épocas lejanas y, por tanto, narra hechos y costumbres como, por ejemplo, artimañas fraudulentas, actos de violencia, exterminio de poblaciones, sin denunciar explícitamente su inmoralidad; esto se explica por el contexto histórico, aunque pueda sorprender al lector moderno, sobre todo cuando se olvidan tantos comportamientos « oscuros » que los hombres han tenido siempre a lo largo de los siglos, y también en nuestros días”.
Algunos consideramos que esta es una respuesta muy breve y por demás insuficiente, porque lo que hace falta es ayudarle a nuestra gente y a nosotros mismos a integrar la Palabra de la antigua alianza dentro de nuestra fe cristiana. Esta respuesta del Papa deja de lado otros asuntos que son aún más delicados que la sola violencia o inmoralidad de los seres humanos a lo largo de la historia.
El Papa y los obispos, desde su magisterio, deben abordar con humildad, con apertura, ¡especialmente con audacia!, sin temores a que se nos vaya a derrumbar nuestra fe, los asuntos que a continuación enumero, cuya lista no pretende ser exhaustiva:
La violencia.- Que la Biblia hable de violencia nos puede parecer por demás triste y desagradable pero la verdad es que refleja como en un espejo fiel lo que ha sido el devenir de nuestra pobre humanidad a lo largo de milenios. Sin embargo, nos encontramos con pasajes donde la violencia se ejecuta no sólo como cosa de los seres humanos, sino como un mandato divino. Por ejemplo, un pasaje que recuerdo a bote pronto es el del profeta Samuel: "Yahveh te ha enviado por el camino y te ha dicho: Vete, y consagra al anatema a estos pecadores, los amalecitas, hazles la guerra hasta el exterminio”. (1 Samuel 15,18) O este otro todavía más duro por tratarse de la mano de un profeta tan grande: "y Samuel despedazó a Agag ante Yahveh en Guilgal” (1 Samuel 15,33).
La venganza.- El deseo de venganza anida en el corazón de los hombres al grado de decir que es dulce, y así la exaltamos en las películas, en las series policíacas, en las canciones. Si la Biblia refleja esto en sus páginas, pues no hay más que decir que es fiel espejo de la vida de los seres humanos. Pero si se exalta la venganza como obra y mandato de Dios, pues eso sí que nos produce cierto rechazo a la luz de las enseñanzas de nuestro Maestro Jesucristo. ¿Algunos ejemplos?
- "Ataca, Yahveh , a los que me atacan, combate a quienes me combaten” (Salmo 35,1). "Se alegrará el justo de haber visto la venganza, sus pies bañará en la sangre del impío” (Salmo 58,11).
- "Mas los que tratan de perder mi alma, ¡caigan en las honduras de la tierra! ¡Sean pasados al filo de la espada, sirvan de presa a los chacales!” (Salmo 63,10-11)
- "Dios aplasta las cabezas de sus enemigos, los cráneos de los malvados contumaces” (Salmo 68,22). - "Como el fuego abrasa una selva, como la llama devora las montañas, así persíguelos con tu tormenta, con tu huracán llénalos de terror” (Salmo 83,15-16).
- "¡Dios de las venganzas, Yahveh, Dios de las venganzas, aparece! ¡Levántate, juez de la tierra, da su merecido a los soberbios!” (Salmo 94,1-2).
Algunos nos lamentamos que la Iglesia ponga en nuestra recitación celebrativa (en nuestro corazón y nuestros labios) esas partes de los salmos y cánticos, en nuestra liturgia de las horas. Podrían ser parte de nuestra oración reflexiva, también de nuestro estudio bíblico, pero ¿cómo recitarlos como si fueran parte de la espiritualidad que Jesucristo quiere formar en nosotros mediante su santo Espíritu?
Recordemos aquel pasaje de Isaías que Jesucristo leyó en la sinagoga de Nazaret, cuya frase que ponemos en letras negritas él suprimió: "El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios” (Isaías 61,1-2).
Dios excluye a los impuros y a los pecadores.- Es propio del Antiguo Testamento, y contra eso luchó nuestro Señor Jesucristo hasta con su vida propia, la exclusión de muchas personas, tanto del culto a Dios como de la vida de comunidad. Se excluye a quienes tienen algún defecto físico, a los enfermos de lepra, a quienes tienen derrames de sangre, exclusión que afecta especialmente a las mujeres; a los extranjeros, y no se diga a los pecadores. Jesucristo en cambio es incluyente, salió a buscar a todas esas personas para hacerles un lugar de privilegio en el seno del pueblo de Dios.
Quien conoce los santos evangelios y después lee pasajes del antiguo testamento, pues no hay tanto problema, porque se queda con la enseñanza del Hijo de Dios, que es la última y más autorizada palabra de Dios. Pero el problema se presenta cuando como cristianos tenemos que proclamar y recitar esos pasajes, como si exaltáramos esas enseñanzas antiguas. El magisterio de la Iglesia está obligado a ofrecerles a sus fieles una palabra, una enseñanza, y sobre todo tiene que reformar la liturgia, para integrar armónica y coherentemente esos pasajes del antiguo testamento en nuestra espiritualidad cristiana. Ejemplos:
- "¡Que se acaben los pecadores en la tierra, y ya no más existan los impíos!” (Salmo 104,35).
- "Tienes por escoria a los malvados” (Salmo 119,119).
- "Detestas a los malhechores, destruyes a los mentirosos; al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor” (Salmo 5,6-7).
Recitar versículos como éstos en nuestra oración litúrgica es como aceptar que son alimento para nuestra espiritualidad. ¿Los recitaría también nuestro señor Jesucristo, él que nos reveló el amor del Padre por los pecadores y que buscó siempre su conversión y su salvación?
La mentira, el engaño.- La historia de los seres humanos está llena de mentiras y de engaños, hasta nuestros días, y esto parece que va en aumento, se le miente hasta a la misma Iglesia para obtener los sacramentos, no como actos de salvación sino como meros eventos sociales. No podemos cerrar los ojos a lo que ha sido nuestro pobre caminar de seres pensantes. Si esa ha sido nuestra vida y nuestra historia, no podemos esperar que la Biblia hable de los ángeles del cielo. Sin embargo, en el antiguo testamento aparece la mentira como un procedimiento que viene del mismo Dios, él que es la Verdad en sí mismo. Ejemplos abundan en el Antiguo Testamento:
- Jacob engañó a su padre Isaac y al mismo Esaú para quedarse con el derecho de primogenitura. De esta manera la ascendencia del Salvador viene por esa vía (ver Gen 27).
- Moisés se presentó ante faraón para pedirle que dejara salir al pueblo hebreo sólo para celebrar una fiesta en el desierto. Lo que no le dijo fue que Dios quería sacar a su pueblo de la esclavitud y conducirlo a la tierra de la libertad. Podemos pensar que este tipo de mentiras son permitidas ante la gente del poder, pero de todas maneras esas "medias verdades” ahí quedan como mandato de Dios.
- Judit engañó a Holofernes, general del rey Nabucodonosor, y lo asesinó para liberar al pueblo judío del asedio de los caldeos.
El lugar de la mujer.- ¿Cómo acoger hoy día, en nuestras sociedades que luchan por una nueva mentalidad y un lugar igualitario para la mujer, lo que leemos como Palabra de Dios en las cartas de san Pablo y en el antiguo testamento? De nueva cuenta nos podría decir la jerarquía eclesiástica que son cosas de la cultura y no mandato divino, pero hace falta abordar directa y con claridad esas cuestiones, de lo contrario, estaremos viviendo en una especie de esquizofrenia, divididos entre los valores de nuestra sociedad y el alimento cotidiano que recibimos o debemos recibir de la Palabra de Dios. Ejemplos:
- "Mujeres, sean sumisas a sus maridos, como conviene en el Señor”. (Colosenses 3,18)
- "Quiero que sepan que la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el hombre” (1 Corintios 11,3).
- "Si quieren aprender algo, pregúntenlo a sus propios maridos en casa; pues es indecoroso que la mujer hable en la asamblea” (1 Corintios 14,35).
- "La mujer oiga la instrucción en silencio, con toda sumisión. No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio” (1 Timoteo 2,11-12).
- En el antiguo testamento la consideración de la mujer es una cuestión que recorre todas sus páginas. Por ejemplo, el 10º mandamiento lo expresa con toda claridad: "No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo” (Éxodo 20,17). La mujer es solamente un objeto propiedad del hombre.
Estamos de acuerdo en que la respuesta de la Iglesia a esta cuestión deberá ser no meramente declaraciones sino en nuestra vida de Iglesia: si la mujer vale lo mismo como persona que el hombre, entonces esto se tiene que ver de manera palpable. ¿O las mujeres valen menos?
La creación y la evolución de las especies, especialmente la evolución del ser humano.- La Biblia fue escrita hace entre dos mil y tres mil años. ¿Qué se sabía entonces de la evolución de los seres vivos? Los científicos hablan de 13,700 millones de nuestros años como edad del actual universo, después del gran estallido o explosión (el big bang). La vida sobre la tierra puede tener unos 3,000 millones de años. Nuestro planeta ha sufrido cinco extinciones masivas de la vida, en la última de ellas desaparecieron los dinosaurios, hace 65 millones de años. El ser humano, el homo sapiens, calculan los científicos, podría tener unos 100 o 150 mil años, y haber llegado a nuestro continente americano hará como unos 15 mil años.
El libro del Génesis, el primero en el orden bíblico, nos ofrece dos relatos de la creación que no engranan coherentemente. El primero, que es más reciente, dice que Dios creó el universo en seis días y el séptimo descansó. El sexto día creó al ser humano, varón y hembra. El segundo relato, que es más antiguo, no habla de tiempo pero sí nos dice que el hombre fue la primicia de la creación de Dios, antes que las plantas y los animales; sólo existía el suelo para ser labrado en cuanto fuera creado el labrador (vean Génesis 2,4b-20).
De esta concepción antigua brota en parte nuestra reflexión teológica e incluso algunos de nuestros dogmas: la creación, Adán y Eva, el pecado original, la vida, la familia, el matrimonio, la procreación, el pecado, la salvación, etc.) Y luego aparece por ahí algún teólogo arriesgado cuestionando esas cosas, y el magisterio reacciona con condenaciones y exclusiones, cuando ni siquiera los que mandan se han tomado el trabajo de discernir esas cuestiones para integrarlas coherentemente en nuestra fe en estos tiempos modernos y así ofrecérselas a los fieles. Lo han hecho pero muy dosificadamente. Temen que nuestra estructura dogmática se vaya a venir abajo. Si no les gusta el trabajo de investigación y de reflexión que realizan los teólogos, entonces que ellos hagan el trabajo… y lo estamos esperando.
En nuestras catequesis, en nuestras homilías, en los documentos del magisterio, hemos de ofrecerle al pueblo cristiano, incluso a los no creyentes, una lectura más coherente de la sagrada Escritura, de manera que no lo vean como un libro anticuado, ya superado, y no como un libro de fe, no un libro científico sino una revelación de la buena Noticia de Dios.
Los últimos conocimientos astronómicos.- ¿Es cierto que las estrellas un día van a caer del cielo? Así lo dice Jesucristo en Marcos 13,25. ¿Pero cómo es esto posible si nuestro planeta es tan pequeño cuyo suelo no es capaz de recibir a una sola de ellas? Nuestro Señor, al decir esto, no nos estaba dando una clase de astronomía, su mensaje era muy otro: nos está pidiendo a sus discípulos que vivamos vigilantes, que no nos durmamos o vivamos la vida despistados, esto entre muchas otras cosas.
La Iglesia jerarquía se resistió en el pasado a aceptar que la tierra le daba vueltas al sol, pensaba que nuestra estructura de fe se podía venir abajo. La Biblia, en su redacción humana, es fiel a los conocimientos de su tiempo, y los utiliza como el vehículo para comunicarnos las verdades de Dios. El vehículo no es la verdad, es solamente un instrumento. Pero nuestra preocupación no son tanto las cosas sencillas que contradicen a la astronomía actual, sino los descubrimientos recientes que nos hacen entrar en un universo inmenso. Uno se pregunta, porque hay que pensar en esa posibilidad, cuando nos demos cuenta que hay o ha habido o habrá vida inteligente en algún o algunos otros puntos de este tan inmenso universo, ¿tendrán ellos noción de lo que es salvación, redención como nosotros la entendemos? ¿Cómo quedará colocado nuestro señor Jesucristo? Sólo Dios sabe. No conviene dar respuestas anticipadas a lo que no sabemos, es mejor conservar un espíritu abierto a lo que vendrá.
El ADN, las secreciones hormonales, los neurotransmisores.- Hablando de salvación y de pecado, antiguamente se daba por sentado que una persona era completamente libre y plenamente responsable y culpable de sus actos. Todos estábamos al mismo nivel, había violentos y pacíficos por su pura libertad y responsabilidad. En esta mentalidad se escribió la Biblia. Actualmente la biología y la psicología nos han venido descubriendo las motivaciones tan diferenciadas entre unos y otros que tenemos los seres humanos. Cuando vemos los programas de televisión sobre el reino animal, en su hábitat natural, nos ponemos a reflexionar si no tenemos los seres humanos raíces en ese devenir de la evolución de la vida. Nuestra respuesta es afirmativa: claro que las tenemos. En el reino animal existe la violencia, y es plenamente aceptada, como parte de su conservación de la vida. Un león no puede vivir sin matar. Igualmente, entre aves, reptiles, mamíferos, etc. es necesaria la violencia para su defensa e incluso para la selección de los mejores genes que se han de pasar en la reproducción. Ahí están nuestros antecedentes violentos, pero aceptamos que gozamos de conciencia, de libertad. En ese proceso estamos de creación del hombre nuevo en Jesucristo nuestro señor. Cuando leamos pasajes como el de Caín y Abel, y muchos otros pasajes tan cargados de violencia, ya no los tomemos como crónicas de casos históricos concretos, sino como relatos antiguos que, a ayudados por nuestros conocimientos actuales, nos iluminan y nos motivan para la novedad que Dios quiere crear en nosotros. La Iglesia se ha venido adecuando a estas cosas, lo leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica, pero aún falta mucho camino para integrar tantas cosas en nuestra estructura de fe. Hay que replantearnos nuestro concepto de pecado y sobre todo nuestros caminos de conversión y de salvación.
Conclusión:
Jesucristo está en la base de nuestra fe, y junto con él los santos evangelios.- Yo creo que todos en la Iglesia debemos ponernos de acuerdo en los siguientes puntos:
Primero.- Que los cristianos debemos conocer a Jesucristo, el Hijo de Dios, porque él es el que nos ha llamado a la fe. Jesucristo es una persona, no un legajo de páginas y tinta. La Sagrada Escritura nos pone en contacto con él, y por eso todo católico debe ser un estudioso de la sagrada Escritura.
Segundo.- En consecuencia, nuestro estudio bíblico espiritual, debe empezar por los santos evangelios. No dudemos en recomendarle a la gente, con toda claridad y firmeza: comience a leer la Biblia por los cuatro evangelios, y deténgase ahí bastante tiempo; no está prohibido que lea las demás páginas de la Biblia, cada vez que quiera, pero para entender la Palabra de Dios es necesario echar raíces en la Palabra y la Persona del Hijo de Dios. El Papa Benedicto XVI no se atrevió a decirlo en su documento Verbum Domini quizá por respeto a los judíos y al resto de la Palabra de Dios. Pero nuestro señor Jesucristo no teme decirnos: "Han oído que se dijo a los antepasado… pero yo ahora les digo” (vea Mateo 5,21-48).
Tercero.- Es necesario enseñar a nuestra gente que la voluntad de Dios no se saca de un versículo de la Biblia, mucho menos de un versículo del antiguo testamento, sino que la voluntad de Dios la encontramos en una escucha integral de la Sagrada Escritura a la luz de las enseñanzas y de toda la persona de Jesucristo. Hay que enseñar a nuestra gente a complementar unos pasajes con otros, sobre todo de los santos evangelios. Y también es necesario que vayamos aprendiendo junto con los fieles laicos a distinguir la cultura, los conocimientos de su tiempo, el lenguaje de los escritos bíblicos para no atribuirle carácter de revelado a lo que sólo es un vehículo de comunicación. |