LA NUEVA FAMILIA DE JESÚS
Comentario al evangelio del domingo 28 diciembre 2014
Lucas 1,26-38.
La Sagrada Familia
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Al venir a este mundo, el Verbo eterno asumió completamente nuestra condición humana, se hizo un hombre verdadero. En los planes de salvación de Dios Padre estaba contemplado que su Hijo recorriera el camino que recorremos todos los seres humanos, desde los nueve meses en el vientre de la madre, hasta llegar a la muerte. Nacer, aunque en condiciones no muy normales, en un pesebre, en un establo; y ser formado en un hogar pobre y sencillo de un pueblito desconocido llamado Nazaret. No podemos imaginarnos que el Hijo de Dios en este mundo contó con la educación de algunos ángeles especialistas en pedagogía. Sus maestros fueron José y María, y los pobres de su entorno; de pequeño, todos ellos fueron sus maestros en espiritualidad y en vida humana y religiosa. En Nazaret aprendió a dar los primeros pasos, a decir las primeras palabras, a tratar a las personas, a amar a sus semejantes, a abrir su corazón a los pobres, ahí aprendió la Palabra de Dios y la obediencia al Padre de los cielos. Los evangelios nos dicen muy poco: "El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él”. Eso sí, como en todas las cosas, contó con la asistencia del Espíritu Santo. No es necesario imaginarnos cuántas cosas aprendió en ese hogar, porque podemos verlo ya en el ministerio, formado, como un hombre hecho y derecho y pensar que proviene de ese hogar. Lo que para muchos es escándalo, para nosotros es hablar bien de Nazaret: "¿Acaso no es éste el hijo de José?” se van a preguntar en su pueblo. Nosotros respondemos, ‘sí, éste es el hijo de José y María, éste es el artesano’. Lo que contemplamos y estudiamos en Jesús ya adulto, lo vemos como un reflejo de Nazaret. Desde luego que en el desierto Jesucristo desarrolló y forjó algunas cosas más.
Pues bien, no sabemos a qué edad salió Jesús de su hogar para irse a curtir en el desierto, el caso es que los evangelistas nos cuentan que a los treinta y tantos años comenzó a predicar a orillas del lago de Galilea, y ahí empezó a convocar a otra familia: sus discípulos, sus apóstoles. Los llamó, los tomó y los fue formando poco a poco, con la paciencia y también con la energía con que los padres forman a sus hijos. Así lo vemos rodeado de sus discípulos, entre las multitudes pero también dándoles instrucciones en privado, preguntándoles, regañándolos, defendiéndolos, dándoles explicaciones más claras. Así los enseñó a someterse a la voluntad de Dios, a amar al prójimo, a los enemigos, a los pobres, enfermos y pecadores, a perdonar hasta 70 veces siete, a compartir los panes con la multitud, con ellos se sentó a celebrar la Pascua, porque ellos eran su nueva familia, como lo había expresado en ocasiones anteriores: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” En esta nueva familia espiritual y apostólica nos miramos en la Iglesia. Somos la nueva familia que Jesús ha convocado. Él es el que nos ha llamado para estar con él y para enviarnos. Él quiere formarnos como a aquellos primeros discípulos: en su seguimiento, en el apostolado, en la evangelización de los pobres.
A formar la gran familia de Dios llamada Iglesia, todos estamos convocados, especialmente a vivir este ambiente de familia espiritual en una pequeña comunidad de vida cristiana. Vivir la fraternidad es nuestra vocación bautismal.
También nosotros, siguiendo el ejemplo de la sagrada Familia, la primera instancia donde aprendemos a vivir como hermanos, a vivir como hijos de Dios es nuestra familia carnal. La Iglesia por eso se preocupa por desarrollar una verdadera pastoral familiar. Debemos hacer de nuestras familias escuelas donde aprendamos a vivir los valores evangélicos, la escucha de la Palabra de Dios, la Palabra del Maestro, la humildad, el arrepentimiento, la caridad, la vida de oración, la alabanza, la filiación en relación con Dios nuestro Padre, el amor a Dios, el amor de Dios, el amor al prójimo como a nosotros mismos, el amor a los enemigos como un distintivo radical de que somos cristianos, el amor a los más pobres. ¿Funcionan nuestras familias en ese sentido? Ayudémonos unos a otros a entrar en ese camino. La misión de la familia carnal es entregarle al mundo hombres y mujeres enteros, verdaderamente cristianos. |