Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
Y SE QUEDARON CON ÉL DESDE AQUEL DÍA
Comentario al evangelio del domingo 18 enero 2015, Juan 1,35-42.
2º domingo ordinario
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Hemos empezado el tiempo litúrgico ordinario. Hay dos tiempos litúrgicos fuertes: adviento-navidad y cuaresma-pascua. A los intervalos entre ambos tiempos fuertes la Iglesia les llama tiempo ordinario. En los domingos del tiempo ordinario de este año vamos a leer preferentemente a San Marcos. Pero antes, el segundo domingo ordinario siempre leemos un pasaje de san Juan. El de ahora es la vocación de los primeros discípulos de Jesús.
 
     Para disponernos a este pasaje, la Iglesia lo hace con la primera lectura tomada del primer libro de Samuel. Evangelio y primera lectura se centran en el llamado de Dios. El pequeño Samuel no conocía al Señor, no estaba familiarizado con su Palabra. El sacerdote Elí lo inició en la escucha. "Si alguien te llama, contesta: habla, Señor, tu siervo te escucha”. Nuestra vida cristiana consiste precisamente en esto, en escuchar la Palabra y ponerse a la obediencia de esa Palabra. Hoy no se proclamó el versículo 18. El sacerdote Elí, aunque cómplice de las corruptelas de sus hijos, muestra tener el sentido de la escucha y obediencia de la Palabra. Cuando el pequeño Samuel le reveló la voluntad de Dios de condenar a su familia, Elí escalofriantemente contestó: "El es Yahveh. Que haga lo que bien le parezca”.
 
     ¿Cuándo nos pondremos las pilas en toda la Iglesia para formar pacientemente y con constancia a nuestros católicos en la escucha, en el estudio constante sobre todo de los santos evangelios, de la Palabra de Jesucristo nuestro Maestro, del cual somos sus discípulos obedientes? ¿Cuándo dejaremos de darle más importancia a otras devociones que sólo nos distraen de lo principal? No resultarían contraproducentes si nos condujeran a la escucha de la Sagrada Escritura, a su conocimiento profundo.
 
     El evangelio según san Juan nos relata la experiencia de cómo llegaron ellos a ser discípulos de Jesús. No se hicieron católicos porque los hayan bautizado de chiquitos, o porque todo mundo ya lo era, o porque no había de otra. No. Estos primeros cristianos se hicieron discípulos por el llamado personal de Jesucristo que les dijo: vengan conmigo, vengan a ver dónde habito. La respuesta de ellos, como lo escuchamos en el evangelio, fue seguir a Jesús, irse con él, quedarse con él desde aquel día.
 
     ¡Qué bella experiencia! Jesucristo es una persona que atrae, que cautiva, que enamora. Jesucristo no es un conjunto de prácticas piadosas, un código de mandamientos, una determinada moral. Es preciso conocerlo primero para tomar la decisión de quedarse plenamente con él. Lo que no se vale es considerarse cristiano sin recibir su llamado personal, sin llegar a conocerlo, sin enamorarse de él, sin seguir sus pasos. Cuando esto último se da, es entonces que nos topamos, permítanme decirlo así con toda claridad, con católicos aguados, sin forma, sin color ni sabor, católicos con los que ni Dios ni la Iglesia puede contar con ellos, porque no quieren servir, no quieren dedicarle tiempo a su obra, no están dispuestos a entregarse de cuerpo entero a la causa de Jesús. Lo digo con energía pero también con mucho cariño para todas esas personas a las que queremos invitar y estarlos invitando constantemente a vivir esta experiencia del encuentro personal con Jesucristo para captar su llamado. Él nos quiere para sí. San Pablo dice en la segunda lectura que Dios nos ha comprado a un precio muy caro, utilizando expresiones de aquellos tiempos en que se compraba y rescataba a los esclavos. En el caso de Dios sí queremos pertenecerle de bien a bien.
 
     Al escuchar el evangelio de hoy nadie debe pensar que se trata de unos privilegiados a los que llamó el Señor pero que a los demás eso no les toca. Pensar así es lo que nos ha estorbado tanto en la Iglesia Católica y que nos ha conducido a tener solamente minorías para todo, para la liturgia, para los apostolados, para los grupos, para el servicio a los más necesitados.
 

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