EL REINO DE DIOS ES POSIBLE
Comentario al evangelio del domingo 25 enero 2015, Marcos 1,14-20.
3er. domingo ordinario
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Una vez que Jesucristo se bautizó en el Jordán a manos de Juan Bautista, y después de su tiempo prolongado de desierto, se fue a Galilea. A nosotros nos puede sonar indiferente este movimiento que realizó Jesús. Pero es altamente significativo. Galilea era la periferia del país de Israel. Jesús se va a Galilea porque había que empezar la misión desde los pobres. No se fue a proclamar la cercanía del reinado de Dios a la ciudad de Jerusalén, la capital religiosa y política del país; ni fue a buscar a los poderosos económicamente ni a las gentes más religiosas y cercanas al templo de Jerusalén. Mejor se fue a buscar a los pobres de la Galilea, los que eran considerados los más alejados de Dios, tierra de jornaleros y pescadores.
Ahí en Galilea se escuchó por primera vez esta maravillosa noticia: "el reino de Dios está cerca”. Era el anuncio de que Dios estaba de parte de esa pobre gente. Si los notables, los ricos, los clérigos, se habían apropiado de las cosas, de vidas y de personas en aquellos tiempos, Dios no estaba con ellos, Dios estaba con los pobres, los pecadores, los enfermos, los excluidos, los marginados, los despojados de todo, Dios había decidido otorgarles su reino en Jesucristo su Hijo. Jesús presentaba, en sus palabras y en toda su persona, que la misericordia de Dios era para esta gente, su perdón, su amor, su gracia, su salvación. Por eso, esta es una buena noticia, una maravillosa noticia, para ellos y para todo el mundo a partir de ellos.
El reino de Dios que Jesucristo anunciaba en esas tierras es el proyecto de Dios Padre de hacer reinar su justicia, su amor, su paz entre los seres humanos, no sólo en el corazón de cada quien, sino crear una sociedad, una humanidad que se conduzca los criterios de Dios manifestados en su Hijo Jesucristo. El reino es un don gratuito de Dios pero también es una obra a la que Jesucristo nos viene a convocar para participar en ella activamente. Por el reino de Dios, Jesucristo empeñó toda su vida, al reino Jesucristo le dedicó todas sus energías, por el reino entregó su vida cada día y finalmente la entregó en una cruz.
Al anunciar el reino de Dios, Jesucristo nos pide conversión, no sólo arrepentimiento, como escuchamos en el misal, sino cambio profundo. La palabra conversión indica una cambio de vida, de mente, de manera de pensar, un cambio de estructuras sociales y económicas. Sólo cambiando las cosas el reino de Dios podrá ser posible. Hoy por hoy lo que reina entre nosotros es el imperio del dinero, el poder de los poderosos, la ambición del tener, del placer, y como consecuencia, lo que reina es el odio y el egoísmo, el sufrimiento y la miseria de las mayorías. Es necesario cambiar los corazones de los seres humanos, poner a Dios en el centro de nuestras vidas y sociedades para que esta humanidad, todos en conjunto, tengamos acceso a la plena felicidad. No podremos ser verdaderamente felices si las cosas y las personas seguimos como estamos, ensimismados en nosotros.
Al tiempo que Jesucristo proclamaba su buena noticia, empezó a llamar personas en su seguimiento. Jesucristo no quiso ser un predicador solitario, él quiso ir formando un grupo, una familia, un pueblo para trabajar unidos por el reino de Dios. Esto somos los cristianos, los que abrimos nuestro corazón y todo nuestro ser a ese proyecto que se llama reino al que Dios nos convoca. Los cristianos somos los seguidores de Jesucristo, los que caminamos detrás de él, los que dedicamos nuestro tiempo a su obra, los que nos entregamos para que la buena noticia del reino, la buena noticia de Jesucristo llegue a todos los confines de la tierra.
Algo que tenemos que cambiar en nuestra Iglesia católica, aunque sea de manera pausada aunque persistente, es ese catolicismo "light” que nos hemos inventado desde hace siglos, para nuestra conveniencia personal, y que consiste en meterse a la cabeza creencias meramente mentales pero que no nos conducen a nada, que solamente tranquilizan un poco nuestra conciencia. Esta religiosidad "light” termina siendo contraproducente porque nos deja fuera de las actividades por el reino.
Jesucristo desde un principio llamó gente en su seguimiento, no los convocó para que tuvieran simplemente creencias, para que se sintieran piadosos. No. Él les dijo, y lo vemos muy claramente en el evangelio de hoy: "síganme”, es decir, vénganse conmigo, trabajen conmigo, comprométanse conmigo, colaboren en hacer posible el reino de Dios para toda la gente. Si la gente de hoy dice que "otro mundo es posible, y que otra economía es posible, nosotros también decimos: el reino de Dios es posible.
Abramos nuestro ser al llamado de Jesús, comprometámonos con él. No seamos católicos de nombre, unámonos a su tarea, con toda nuestra vida, por el reino de Dios. |