Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
 
EL DESIERTO, LUGAR DE ORACIÓN Y DE DISCERNIMIENTO
Comentario al evangelio del domingo 22 febrero 2015, Marcos 1,12-15.
1er. domingo de cuaresma
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Cada año, el primer domingo de cuaresma, la Iglesia nos ofrece el pasaje evangélico del tiempo de desierto de nuestro Señor Jesucristo, antes de empezar su ministerio. Este año lo proclamamos en San Marcos, el año pasado lo hicimos en San Mateo y el próximo nos tocará hacerlo en San Lucas. En san Juan no encontramos este pasaje de la vida de Jesucristo. En San Marcos el relato es muy breve. Los invito a que comparen Mateo 4, Lucas 4 y Marcos 1. San Marcos no menciona que Jesús no comió nada en esos cuarenta días; sí nos dice que el Espíritu lo empujó al desierto y que ahí fue tentado por satanás, pero no nos detalla cada una de las tentaciones, como sí lo hacen Mateo y Lucas.
 
     Es san Marcos el que nos induce a pensar que no se trataban precisamente de cuarenta días del calendario, sino de un tiempo prolongado, un tiempo suficiente de desierto, porque el número cuarenta, como lo usan los judíos, es un tiempo de plenitud. Es a partir de san Marcos como nosotros pensamos que Jesucristo se salió de su casa, de su familia y de su pueblo Nazaret en etapas más tempranas, que después de presentarse con Juan Bautista se fue a vivir al desierto, a curtirse espiritualmente, a ponerse a las órdenes del Espíritu de Dios, a discernir la voluntad del Padre, a clarificar cuál era o debía ser su ministerio, su misión, su mesianismo. Más delante veremos en este evangelio que se le presentaban dos caminos a Jesucristo, el hijo de David: o el camino del poder, de la conquista por la fuerza, de la violencia, del dominio, de la imposición, etc. como el que había tomado su antepasado el rey, o bien, el camino del despojo de sí mismo, del amor, de la paz, el camino del Espíritu, el camino de la entrega, de la gratuidad, de la cruz y la resurrección.
 
     Estos dos caminos, hay que decirlo y acogerlo con claridad, son los caminos que se nos presentan a los cristianos y a todos los seres humanos en general. Los cristianos optamos, o mejor dicho, somos llamados a seguir a Jesús por el camino que él tomó, no a trazar un camino propio a según nuestros gustos. Él nos lo enseñará capítulos más delante, aunque nos resistamos a entenderle y a aceptarlo.
 
     Para eso es nuestra cuaresma, para orar, para discernir, para acoger los caminos de Dios que se nos presentan en su Hijo Jesucristo. Cómo quisiéramos poder llegar a todos los católicos en este tiempo de gracia que es la cuaresma para ayudarles y que nos ayuden ellos a entrar en los caminos de Dios, que son caminos de vida, no sólo personal, sino de vida para todo nuestro mundo.
 
     Por ello, después de ese tiempo de desierto, después de ese tiempo de prolongado discernimiento, san Marcos nos cuenta que Jesús se fue a Galilea a proclamar la buena noticia de que el Reino de Dios estaba cerca. Jesús no se fue a Jerusalén, la gran capital y la gran concentración urbana, la sede del templo que era el signo visible de la presencia y del favor de Dios para con su pueblo, no, Jesucristo se fue a la marginada y alejada Galilea, porque a partir de ahí, a partir de esas pobres gentes, tenía que comenzar y realizarse la llegada del Reino de Dios, en su persona, en esa corporalidad que derramaba gracia por doquier. Entre los pobres, todos podían contemplar con mayor nitidez la gratuidad del Reino de Dios, de ese proyecto de vida de Dios para todo nuestro mundo.
 

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