EL AUTÉNTICO CRISTIANISMO ES VIVIR EN EL AMOR
Comentario al evangelio del domingo 6º de pascua. Juan 15,9-17.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Jesucristo nos está diciendo que él es la vid, el Padre es el viñador y nosotros los sarmientos, una figura o parábola para expresarnos la relación que él quiere entablar con sus discípulos: una relación vital como la que hay entre el árbol y cada una de sus ramas, una relación que produce frutos, una relación de amor, una relación permanente, no ocasional.
Nuestra vida cristiana ha de entenderse como una relación de amor. Relación de amor con Jesucristo, y por consecuencia, relación de amor entre nosotros. No podría ser otro su mandamiento. Si a Moisés Dios le dio diez mandamientos para su pueblo, para que se distinguiera como el pueblo de su propiedad, ahora el Hijo de Dios, con más autoridad que Moisés, nos deja un solo mandamiento, que engloba a cualquier otro mandamiento, que sí encontramos otros en los santos evangelios, como el amor a los enemigos, como el perdonar hasta 70 veces 7, como el ir a hacer discípulos a todas las gentes, etc. Todas esas enseñanzas y mandatos de Jesús se resumen en este, "ámense los unos a los otros”.
Debemos decir que nuestra vida cristiana, nuestra vida de fe, nuestra vida de Iglesia, consiste precisamente en eso, en vivir el amor de Dios entre nosotros. Ninguna de nuestras devociones, prácticas piadosas, actos de culto, etc., es más importante que vivir en el amor. Muchas veces lo que nos distingue como Iglesia católica son nuestras celebraciones. No. Lo que debe distinguirnos es nuestro ambiente de amor entre nosotros y hacia los demás.
Pero una cosa es que lo digamos y que lo aceptemos, y otra el que nos pongamos a hacerlo realidad. No podemos quedarnos en el aire. ¿De qué clase de amor nos está hablando Jesucristo? Hay muchos niveles a los que les llamamos amor: una relación educada o de buenas formas, el mero respeto a distancia entre las personas, un tipo de relacionamiento positivo. Pero sabemos bien que el amor de Dios es más profundo, es la caridad, la compasión, el amor gratuito, el interés por el otro como por mí mismo. Jesucristo es el mejor ejemplo viviente del amor de Dios, el que da la vida. Nadie tiene más amor por sus amigos que el que da la vida por ellos.
¿Cómo podemos hacer realidad el amor entre nosotros si no vivimos en comunidad, en familia? No solamente invitemos a los católicos a que vengan a Misa, invitémoslos a que sean parte de esta familia que es de Dios. Desde luego que vivir en el amor no es una cuestión fácil. Somos humanos, tenemos muchas deficiencias, nos hace falta crecer mucho como verdaderos creyentes, nos hace falta crecer mucho en nuestra humildad, la que contemplamos en Jesús. Porque en el orgullo, en la soberbia no se puede vivir en el amor; en el culto al ego no se puede vivir en el amor. Con la gracia de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo, nos podemos ayudar en cada una de nuestras comunidades.
No nos propongamos de manera voluntarista amar a nuestros hermanos. El amor es un don de Dios, una gracia. Si ha nacido en nuestros corazones, hay que agradecerlo y hay que pedirlo con humildad e insistencia: "Señor, concédeme amar con el amor que viene de ti”. |