Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
 
¿AÚN NO TIENEN FE?
Comentario al evangelio del domingo 12º del tiempo ordinario
14 junio 2015 Marcos 4,35-41.
 
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     "Vamos a la otra orilla del lago”, invita Jesús a sus discípulos. ¿Qué hay al otro lado del lago de Galilea? Es la región conocida como Decápolis, tierra de paganos, tierra de no judíos. Es la invitación que también a nosotros nos hace Jesús: vayamos a ese otro mundo donde no se conoce a Dios (aún cuando se digan católicos). Es en este contexto donde se desata la tempestad y la barca empieza a hacer agua, es decir, a hundirse.
 
     Yo recuerdo esta vivencia en mis años de seminario. Después de algunos años de estar encerrados, cuando pasó el concilio Vaticano II, nos empezaron a enviar a misión. En Cd. Juárez recuerdo aquellas colonias de la periferia de la ciudad, tierra de pandilleros. Nos daba miedo entrar ahí. Así se platicaba de la fama que tenían también en tiempos recientes algunos barrios de nuestra ciudad y de nuestra parroquia. Es tierra de desconocidos, de gente que nos parece extraña. Ese es hoy el otro lado del lago de Galilea. La verdad, como en aquellos tiempos, uno no sabe lo que hay que hacer ahí. ¿Cómo predicarles el evangelio de Jesucristo, cómo enseñarlos a rezar, a ir a Misa, cómo inculcarles que se porten bien para que sean felices, si ellos no sienten necesidad de eso? Nos sentimos definitivamente en otro mundo. Y sin embargo, Jesús nos envía ahí, ellos son nuestra misión.
 
     Jesús duerme tranquilamente en medio de la tempestad, tan tranquilamente que tienen que despertarlo. Detengámonos contemplativamente en esta imagen de nuestro Maestro. Es un hombre que tiene la conciencia tranquila. Frente a tantos problemas, vicisitudes, angustias, nosotros cuántas veces sentimos que nuestra vida se hunde, que no sentamos pie en el fondo. La fe es seguridad en la vida, seguridad en Dios.
 
     Es la palabra de Jesús la que calma el viento y las olas. Pero no deja de detenerse en reclamarle a los discípulos: ¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe? El reclamo es para nosotros, desde luego. No tenemos fe, lo nuestro es la devoción, que es cosa muy diferente.
 
     ¿Ya nos estamos acostumbrando a leer diariamente los santos evangelios? No los leamos con sentido mágico, como hacemos con frecuencia con algunas devociones, con sentido mágico. No es la mera lectura la que nos va a sacar de nuestros problemas. El estudio de los santos evangelios lo que va a hacer, paulatinamente, es afianzarnos en nuestra fe, fortalecernos, darnos seguridad, pero repito, poco a poco. Jesucristo es nuestra base sólida donde podemos apoyar nuestra vida.
 
     Quiero sugerirles la oración de Carlos de Foucauld que seguramente han escuchado por ahí: "Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme a ti, ponerme en tus manos, sin limitación, sin medida; con una confianza infinita, porque tú eres mi Padre”.
 
     O también estas palabras de san Pablo llenas de confianza: "¿Quién nos separará del amor de Cristo?…” Rom 8,34-38.
 
     Quedémonos con la última pregunta y exclamación de los discípulos: ¿Quién es éste que hasta el viento y el mar obedecen?
 

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