EL ALIMENTO QUE DURA PARA LA VIDA ETERNA Comentario al evangelio del domingo 18º del tiempo ordinario 2 agosto 2015 Juan 6,24-35.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Después de la señal de los panes, Jesucristo había huido al monte, ¿lo recuerdan? Lo escuchamos el domingo pasado. Por su parte, los discípulos se embarcaron con rumbo a Cafarnaúm. Al anochecer, Jesús los alcanzó caminando sobre el agua y llegaron a Cafarnaúm. Ahí en Cafarnaúm Jesucristo se encuentra de nuevo con la multitud, a la que había servido el pan. Este encuentro Jesucristo lo quiere aprovechar para servirles otro tipo de pan. Comienza llamando su atención. Les dice: "ustedes me buscan porque comieron pan hasta saciarse”, pero "no trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna”.
¿Cuál es el alimento que se acaba? Jesús no se refiere solamente a la comida, sino a todas aquellas cosas que consumimos, en esta sociedad y en esta economía de exacerbado consumo, este ambiente tan cargado de materialismo. En buscar las cosas materiales se nos va la vida, y corremos el riesgo de quedarnos sin lo más importante.
Examinemos nuestra vida, nuestra manera de vivir. Cómo invertimos tiempo, energías y recursos los seres humanos en comer, en vestirnos, en divertirnos, en los vicios y en los placeres, y qué poco tiempo le dedica la gente, en general, a alimentar su espiritualidad. Repitámonos constantemente en nuestra vida las palabras de Jesús: "no trabajen solamente por ese alimento que se acaba".
¿Cuál es el alimento que dura para la vida eterna? Creer en Jesucristo es nuestra vida. Así como el pan y todas las cosas que nos comemos son las que sostienen nuestra vida física, así la persona de Jesucristo es la que nos sostiene como seres espirituales que somos. Porque no solamente somos carne, no somos meramente animalitos que necesitan estar comiendo todo el día. Somos también espíritus y por ello precisamos de otro tipo de alimento.
Hay muy variados alimentos espirituales que tenemos no sólo los creyentes sino muchos seres humanos aún no creyentes: la oración, la caridad, el apostolado, la entrega de uno mismo, el servicio, las obras comunitarias, pero también la amistad, el consuelo, la palabra que conforta, el arte, la convivencia, el descanso, el deporte, etc.
Nuestro alimento es Jesucristo. ¿Cómo nos alimentamos de Jesucristo? En la Eucaristía, comulgando. Pero una realidad es que si un 10% de nuestros católicos es el que asiste a Misa los domingos, el porcentaje de los que comulgan es todavía menor. Jesucristo se nos da como alimento de maneras muy diversas. Lo encontramos en los santos evangelios. Quien estudia los santos evangelios se alimenta de él. Quiero aprovechar para repetir la insistencia de siempre: cómo me gustaría ver a todos los católicos, tanto clérigos como laicos, estudiando los santos evangelios, con detenimiento, con obediencia.
Nos podemos alimentar de Jesús en cada uno de nuestros hermanos, los más pobres y enfermos con quienes él se identifica.
Pero no son meramente acciones, sino que se trata de verdaderamente asimilarnos con Jesús, de manera que podamos decir como san Pablo: "ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20).
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