EL QUE QUIERA SER GRANDE, SEA EL SERVIDOR Comentario al evangelio del domingo 29º del tiempo ordinario 18 octubre 2015 Marcos 10,35-45.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Les venía diciendo en estos domingos que Jesucristo les anuncia tres veces su pasión, muerte y resurrección a sus discípulos: la primera en el cap. 8; la segunda, en el 9; y la tercera en este capítulo 10, unos versículos antes del pasaje que hoy escuchamos. Así lo leemos:
"Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: Miren que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará”. (Marcos 10,32-34).
El pasaje de hoy es la tercera reacción de los discípulos ante esos anuncios. La comunidad evangélica de san Marcos nos quiere hacer ver que los discípulos (y nosotros nos vemos en ellos) pretenden un rumbo completamente contrario al camino de Jesús. Jesucristo les anuncia que va a padecer, que lo van a denigrar, y ellos le piden que les conceda sentarse junto a él en su gloria. Y los otros diez se ponen celosos con Santiago y Juan. ¿Por qué no le piden ser crucificados junto a él? Nos había dicho san Marcos en 9,32 para ayudarnos a entrar en el misterio de Jesucristo: "Ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle”.
No es fácil entrar en el camino de Jesús, es lo que nos quiere decir el evangelista. Jesucristo nos deja esta enseñanza tan estrujante: "Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.
La salvación de este mundo, de cada persona, está en tomar el camino de Jesús, seguirle sus pasos en su abajamiento, en su entrega de sí mismo. La voluntad del Padre es que su Hijo se entregue por completo a la obra de la salvación. La voluntad salvadora del Padre es que cada uno de los seres humanos nos entreguemos cada quien a sí mismos a los demás. Nuestra perdición es lo contrario: tomar el camino del poder, del prestigio, de la gloria humana, del poseer. Lo decimos fácil pero nos resulta tan difícil conservarnos en ese camino. A este mundo, a esta Iglesia nuestra, a cada persona, nos traiciona nuestra humanidad, nuestra mundanidad. Pareciera que es algo genético el aspirar a posicionarnos a nosotros mismos por encima de los otros.
Jesucristo no nos está proponiendo una mística individualista, de manera que haya en este mundo unos pocos humildes como él. No. Jesucristo nos está diciendo que en este camino está la salvación de todos. Él lo vive primero, nosotros como Iglesia y como cristianos, discípulos misioneros, testigos de su vida, lo seguimos en este camino para que este mundo se convierta de sus ansias de poder y de poseer. Pero la verdad es que no entendemos y tememos preguntarle.
¿A poco no es cierto que estamos los católicos, tanto laicos, como clérigos, como también nuestra suprema jerarquía, enfrascados en esta lucha, en este afán que es propio del mundo como lo dice nuestro señor Jesucristo? Quizá debamos ponerlo con letras mayúsculas y repetírnoslo centenares de veces, a cada momento, y ayudarnos unos a otros, los de nuestras cúpulas eclesiásticas que nos lo repitan, y los de abajo repetírselo a los de arriba:
"NO HA DE SER ASÍ ENTRE USTEDES. AL CONTRARIO: EL QUE QUIERA SER GRANDE ENTRE USTEDES, QUE SEA SU SERVIDOR, Y EL QUE QUIERA SER EL PRIMERO, QUE SEA EL ESCLAVO DE TODOS, ASÍ COMO EL HIJO DEL HOMBRE”.
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