Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
DICHOSA LA QUE HA CREÍDO
Comentario al evangelio del domingo 20 de diciembre de 2015
4º adviento
Lucas 1,29-45.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Este pasaje evangélico de san Lucas nos ayuda a colocarnos ante la navidad ya próxima con unos buenos sentimientos, metiéndonos en las sandalias de estas dos mujeres que se ilusionan con la llegada de un hijo que ha empezado a vivir en sus entrañas. Así debemos esperar nosotros la llegada de Jesús, con mucha ilusión, con un espíritu positivo. Isabel era ya una mujer madura y estéril. Una mujer judía de aquellos tiempos lo que más ilusionaba era tener un hijo. Dios le había concedido esa gracia y ahora lo estaba esperando con un gozo que sólo las mujeres embarazadas pueden experimentar. Pero además, recibe una visita sorprendente, la madre de su Señor, María y el salvador en persona, aunque aún en gestación, están ahora en su casa. Imaginemos una casita en los cerros de Judea. No porque Zacarías era sacerdote ya por eso era rico. No se dedicaba al templo, sólo cuando le tocaba en turno, allá cada año. Los que controlaban el templo eran los sumos sacerdotes.

     María había llegado a casa de Isabel en calidad de sierva. Una vez que recibió el anuncio del ángel de que tendría una participación muy especial en el proyecto de salvación de Dios siendo la madre de su Hijo el salvador, recibe también la noticia de que su parienta Isabel está ya en el sexto mes de embarazo. Para ella no existe el orgullo o la soberbia, para María sólo existe la humildad y la obediencia a Dios. Con la prontitud de los creyentes se levanta y se pone en camino hacia este pueblito de la montaña de Judea.

     Ambas mujeres se encuentran en una explosión de alegría. Con razón a San Lucas lo conocemos como el evangelio de la alegría, de manera especial sus primeros dos capítulos. El autor de esta alegría permanente y profunda es el Espíritu Santo. Si nosotros hemos sido bautizados en el Espíritu Santo, para nosotros no existe sino la alegría, en este tiempo de navidad y todo el año. No una alegría superficial, como la que dan las cosas del mundo, alegrías pasajeras que luego decepcionan.

     La alegría de María, de Isabel y del pequeño Juan que aún vive en el seno de Isabel, es la visita del mismísimo Hijo de Dios, Jesús. Nuestra alegría en este tiempo de adviento, en navidad y en todo nuestro caminar por la vida, es Jesús. Él vive entre nosotros, nos regala el amor del Padre, su salvación, su gratuidad. Dichosos nosotros si creemos en Jesús, si nos unimos a su obra.

     Para nosotros es una convicción profunda (espero yo que así sea) que la fe nos hace felices. En algunos ambientes de nuestra sociedad se piensa que las creencias nos degradan como seres humanos. Nosotros vivimos todo lo contrario. Para nosotros creer en Dios, en su Hijo y su Santo Espíritu, en su Palabra revelada, en sus sacramentos, creer en sus planes de salvación, en su proyecto de humanidad, creer en todo eso, es una dicha inmensa. Creemos, porque es una verdad de Dios que se plasma en este pasaje evangélico, que la salvación de Dios se gesta desde los pobres. María encarnó en sí esa felicidad de creer e Isabel se lo reconoce, y el evangelista lo recoge y nos lo brinda.

 

 

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