Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
 
UNGIDO PARA ANUNCIAR LA BUENA NUEVA A LOS POBRES
Comentario al evangelio del domingo 24 de enero de 2016
3º ordinario
Lucas 1, 1-4 y 4,14-21.
 
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Un día, y precisamente para empezar su ministerio, según el evangelio de san Lucas, Jesucristo fue a la sinagoga del pueblo donde se había criado, el sábado como era su costumbre, y ahí se levantó para hacer la lectura. En aquellos tiempos y lugares era mucha la gente que no sabía leer y escribir, y menos el hebreo bíblico, porque la lengua del pueblo era el arameo. Le dieron el rollo del profeta Isaías y él buscó y encontró el pasaje que iluminaba su presencia y su actividad en Galilea. Hay que fijarnos en estos detalles. Jesucristo se levantó como un simple laico para hacer la lectura. Él no era sacerdote ni levita, no era un escriba o fariseo reconocido. Al parecer no había una secuencia de lecturas oficial, porque el que se levantaba escogía el pasaje. Jesucristo sólo leyó el pasaje de Isaías 61,1-2a. Si nosotros tuviéramos la costumbre de leer a diario la sagrada Escritura, habría pasajes que con el tiempo podríamos localizar con cierta facilidad. Nuestro Señor sí conocía la Biblia.
 
     Después de hacer la lectura, se fue a sentar a su lugar. Todas las miradas presentes estaban fijas en él. Por eso hizo un breve comentario: "Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. ¿Qué les quiso decir? Que esa profecía se estaba cumpliendo en él. Eso que dice el profeta Isaías es el programa de vida y la misión del Hijo de Dios.
 
     El ministerio o actividad pastoral de Jesús sería:
     Anunciar la buena noticia o evangelio a los pobres, por la unción del Espíritu del Señor.
     Anunciar la liberación a los cautivos.
     La curación a los ciegos.
     Dar libertad a los oprimidos.
     Y proclamar el año de gracia del Señor. (Esto último es algo así como el año santo que el Papa Francisco nos convoca a vivir, el año de la misericordia de Dios).
 
     Quizá sea muy simplista decir las cosas de esta otra manera: Jesucristo no vino, como cosa más importante de su misión, a casar gente, a ponernos a rezar, a hacer celebraciones, a dedicarse al templo o a la liturgia. Si nosotros pensamos que el cristianismo consiste principalmente en eso, pues estamos equivocados, o por lo menos andamos recorriendo un camino distinto al de Jesús.
 
     Nuestra misión, nuestro ser, nuestra tarea y la de toda la Iglesia es anunciar la buena noticia de Dios para todo mundo pero a partir de los pobres. Trabajar por la libertad de los cautivos, de cualquier cautividad o esclavitud. Abrirles los ojos a los que los tienen cerrados, ya sea físicamente o espiritualmente.
 
     Según este programa de Jesús, y tal como el Papa Francisco nos lo está insistiendo a cada momento, no podemos seguir igual con una Iglesia cultualista y rezandera. Nuestro lugar no es encerrarnos en el templo, sino salir, no sólo del templo y del culto sino también de nuestra religiosidad, para trabajar por hacer una sociedad libre, superando las pobrezas y miserias de amplias capas de la población, trabajar por ir creando una sociedad y una humanidad de mirada abierta a los nuevos tiempos y retos que se nos van presentando, un mundo donde reine la gratuidad de los seres humanos que tiene su origen en la gratuidad de Dios.
    
     Consecuentes con este programa de Jesús, tendremos que reconocer que la mejor carta de presentación de nuestra Iglesia son aquellos católicos y católicas que trabajan por la promoción y defensa de los derechos humanos, por la reivindicación de la mujer, los que luchan al lado de obreros y campesinos, quienes nos han hecho dirigir la atención hacia nuestros hermanos indígenas. Y en nuestras parroquias, con más sencillez, la mejor carta de presentación son las personas que laboran en Cáritas, en el dispensario, en el comedor popular, en la distribución de despensas, los que visitan asilos y orfanatorios para llevar la alegría de Dios. Desde luego que nuestros grupos parroquiales no deben quedarse en eso, sino dar pasos adelante hacia la creación de una nueva sociedad donde se vayan superando las pobrezas de nuestra gente, sus ataduras, sus miopías y cegueras.
 
     Hace tiempo muchos, acostumbrados a esa imagen de una religión de encierro en las cosas del templo, se extrañaban de que la Iglesia incursionara en temas y en ambientes considerados como "política”. Pero eso provenía del desconocimiento de los santos evangelios que nos hablan de la misión y de la actividad de Jesucristo. En estas últimas décadas nos hemos querido poner en sintonía con Jesús. Somos sus seguidores, somos sus colaboradores en la tarea del reino de Dios.
 

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