Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     


 
 
 
¿NO HABRÁ MÁS FE FUERA DE LA IGLESIA QUE DENTRO?
Comentario al evangelio del domingo 29 de mayo de 2016
9º ordinario
Lucas 7,1-10.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
 
     Hemos vuelto a la lectura continuada del evangelio según san Lucas que habíamos venido haciendo en los domingos del tiempo ordinario y que suspendimos en los tiempos de cuaresma y pascua.
 
     Este pasaje evangélico nos ayuda a poner a la vista las actitudes de los seres humanos. La buena noticia es Jesucristo, pero ahora él nos presenta a un pagano, a una persona no judía, a un aparentemente no creyente como una buena noticia para nosotros. Conviene que todos nos miremos a nosotros mismos a partir de él. Este oficial romano es un pagano pero es una buena persona. Como autoridad que tiene por parte del imperio conquistador, él podría ser un autoritario, un déspota, un mandón como hay tantos en este mundo, aún sin tener mayor autoridad que la que tienen en su casa, sobre su mujer y sus hijos. Pero este oficial, aunque tiene gente a sus órdenes, es una persona que quiere al pueblo y que lo favorece construyéndole su sinagoga. Ya nos contó el evangelista cómo envió a los ancianos del pueblo a llevarle su súplica a Jesús, y luego, cuando Jesús está cerca de su casa, envía a algunos amigos para que el maestro no se moleste tanto. Muy pocas veces encontramos personas así en el poder humano. Incluso él no pide nada para sí mismo, sino la salud para su criado. ¿Quién se preocupa por sus criados o criadas, empleados o empleadas? Éste del evangelio es un caso extraño en nuestro mundo.
 
     Pero más todavía, Jesucristo explicita ante los mismos judíos que este extranjero es más creyente que los judíos. Porque la fe no se hereda, la fe no es una costumbre, la fe no es una cuestión cultural o racial; la fe se vive, se ejerce. En cuestiones de fe nadie puede vivir de sus rentas, o la tienes hoy o no la tienes.
 
     Ante la humildad de este verdadero creyente, hay que hacer notar que lo contrario, la soberbia ante Dios la viven infinidad de personas que se dicen creyentes, en estos tiempos actuales. ¿Cómo le pedimos a Dios y a la Iglesia lo que necesitamos? Cuántas veces pensamos y nos portamos como si Dios estuviera obligado a concedernos todo lo que necesitamos. El evangelio nos invita a cultivar nuestra humildad ante Dios, en nuestra oración, en nuestra conducta, en toda nuestra vida cristiana. La salud personal y la de nuestros seres queridos, incluso la partida de este mundo, nos trae de cabeza. Hay que aprender a ponernos en las manos de Dios: si Dios quiere me levanto. Haré todo lo que esté de mi parte para cuidar mi salud, lo demás depende de Dios, y me pongo humildemente en sus manos.
 
     San Pablo, en un pasaje de sus cartas que no leímos hoy, externa ante su quebranto de salud, que le fue dado un aguijón en su carne, y que tres veces le rogó al Señor que lo alejara de él. Pero Dios le respondió: "Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza” (vean 2 Corintios 12,7-9).
 
     Jesucristo, con su declaración sobre la fe de este hombre, nos invita a abrir nuestros ojos a las personas de este mundo: "ni en Israel he encontrado una fe tan grande”. ¿No encontramos hoy día más fe fuera de la Iglesia que dentro? Jesucristo nos invita a abrir los ojos al mundo y contemplar cómo Dios escucha y trabaja dentro y fuera de la Iglesia. Su reino él lo va haciendo con todas las gentes que se abren a la fe en sus proyectos y en su persona. No debemos ser soberbios, pensar que somos los creyentes, los dueños de la fe, los dueños de Dios.
 

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