JESÚS NOS CONVOCA A LA CONFIANZA PLENA
Comentario al evangelio del domingo 7 de agosto de 2016
19º ordinario
Lucas 12,32-48.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
¡Qué palabras nos dirige hoy Jesucristo!, las que proclamamos como buena noticia, tan llenas de amor, de fortaleza, de confianza, pero también tan difíciles de vivir por sus exigencias o consecuencias, sobre todo para quienes vivimos en estos tiempos modernos.
"No temas, pequeño rebaño”, nos dice Jesús. No debemos de tenerle miedo a nada porque el reino de Dios está preparado para nosotros, más aún, nosotros somos parte activa, por invitación de Jesús, en la construcción de ese maravilloso reino para toda la humanidad. ¿Vivimos así los que nos decimos cristianos? La verdad es que hay muchas cosas en estos tiempos que nos preocupan, que nos mantienen con los nervios de punta, que hasta nos aterrorizan. ¿Por qué vivimos así? Porque no nos hemos formado en la confianza en la providencia del Padre, nuestro Padre amoroso, confianza en la que nos viene formando Jesucristo a los que somos sus discípulos mientras caminamos detrás de él. Él camina hacia su pasión, muerte y resurrección que le espera en Jerusalén, con toda decisión porque vive esa confianza plena.
Unos versículos antes, que no se proclaman hoy, nos dice Jesús que no nos preocupemos por la comida o por el vestido. Se requiere que nos eduquemos en la fe, que nos dejemos formar por Jesucristo en su seguimiento, nutrirnos de él en el estudio de los santos evangelios, que practiquemos la oración en silencio al igual que él, que nos alimentemos de él en los sacramentos, que nos ejercitemos en la caridad, en el apostolado. Se requiere, pues, que alimentemos nuestra espiritualidad cristiana con las enseñanzas de Jesús. No podemos vivir como meros habitantes del mundo de hoy. Ser cristianos significa que nos hemos entregado en cuerpo y alma a Cristo.
La vida moderna nos ha atrapado en esa corriente tempestuosa de consumo, de comercio, y desgraciadamente nos hemos dejado arrastrar por ella. Cada día requerimos más de seguridades externas: el seguro médico, el seguro del auto, de la casa, el guardadito en el banco, etc., y curiosamente cada día nos sentimos más inseguros, lo que quiere decir que cada día somos menos cristianos. Es que no tenemos nuestra seguridad en Dios Padre.
Veamos. ¿En dónde ponemos nuestro corazón? ¿Cuál es nuestro tesoro? ¿En dónde ponemos nuestras energías, capacidades? Es posible que muchos nos engañemos a nosotros mismos pensando que lo que más queremos en esta vida es a Dios y sus proyectos, que la Iglesia y los sacramentos los tenemos en mayor aprecio, que son sagrados para nosotros. Pero, ¿le dedicamos tiempo a todo eso? Si le dedicamos tiempo a la tele, a un deporte, a una diversión, pues dice el que verdaderamente sabe, nuestro Señor Jesucristo: "donde está tu tesoro, ahí está también tu corazón”. Hay parejas que se atreven a decir: ‘para nosotros el sacramento de la Iglesia es lo más importante’. Pero resulta que a la misa le dedicamos sólo una hora, y van unos cuantos de los invitados (sea bautismo o quinceañera), y en cambio, el baile dura unas cinco horas y a él acude una multitud. Pues hay que decir con sinceridad, ahí está su corazón, sin engaños. Así hay que decirlo de quienes ponen su corazón en el dinero, en el poder, en su ego, en la tecnología, etc. Que no digan que Dios es lo más sagrado para ellos.
Si tuviéramos la confianza en el Padre que tenía Jesucristo, podríamos vender nuestros bienes y dar limosnas. Si no lo hacemos, o lo hacemos en pequeña medida, es que no nos hemos entregado plenamente a Dios. Le tenemos encendida una veladora a Dios y otra al diablo, por si las dudas, o mejor dicho, una veladora al mundo, por si acaso Dios no nos cumple. Más vale, pensamos nosotros, asegurar esta vida porque la otra no la tenemos. Todo ser humano tiene derecho a eso, pero hay que ser sinceros, sin engaños. Si ponemos nuestro corazón en el dinero, pues que ése sea nuestro dios, nos lo dirá Jesús con otras palabras en el capítulo 16.
Pero el dios dinero, el afán del tener y del poder que se apodera de los seres humanos, en vez de edificarnos como humanidad ha venido a destruirnos. Confiemos en la sabiduría de Jesús que no se ha apropiado ni siquiera de su propia vida sino que la entregado gratuitamente por la salvación de todos. Confiemos más en el proyecto del Padre Dios de establecer su reino de igualdad y de justicia, que en el reinado de los hombres, donde reina la injusticia. Seamos creyentes, seamos audaces. El día que todos los seres humanos pongamos menos nuestra confianza en los bienes materiales y más en la providencia de Dios, ese día nos daremos cuenta que el reino de Dios siempre ha estado al alcance de nuestras manos. En esto los cristianos debemos ser pioneros. |