ANSIAMOS LA VENIDA DE JESÚS Y LA PLENITUD DE SU REINO
Comentario al evangelio del domingo 27 de noviembre
de 2016
1º de adviento
Mateo 24,37-44.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
Hoy
comenzamos el tiempo litúrgico del adviento. Con esta palabra nos referimos al
advenimiento o venida del Hijo de Dios a nuestro mundo, acontecimiento que
sucedió hace 2016 años aproximadamente.
Yo
quiero seguir insistiendo, como cada año, que hay tres clases de adviento: el
adviento litúrgico, el adviento existencial y el adviento social. Este último
son las fiestas decembrinas. La gente que no vive de manera religiosa la
navidad, llena este tiempo previo con muchas cosas, con compras, cenas,
bebidas, pendientes, salidas al centro de la ciudad, fiestas, reuniones,
aguinaldos, viajes, etc. Es que hay que preparar infinidad de cosas para esta
fiesta, que muchas veces termina siendo sólo una fiesta social, familiar, de
amigos. Este adviento puede adelantarse hasta dos meses, por causa de los
comerciantes que desde octubre empiezan a anunciar sus productos. Las compras
del buen fin están incluidas en este tiempo. Y no es que la mayoría de estas
cosas sean malas, lo que pasa es que, si nos quedamos en eso, no es la mejor
manera, ni mucho menos, de prepararse para la venida de Jesús.
El
adviento litúrgico es el que celebramos como Iglesia. Son cuatro domingos, con
sus días, previos a la navidad. Para nosotros este tiempo se llena con
celebraciones litúrgicas, lectura de la Palabra de Dios, actos de caridad para
con los más necesitados, actos de arrepentimiento, petición de perdón a quien
haga falta y confesión para disponer nuestro corazón a la venida de Jesús,
mesura en el consumo, oración, posadas religiosas, pastorelas, etc. Hasta corto
se nos hace este tiempo si se trata de prepararnos para recibir a Jesús.
Y
finalmente, el otro adviento es el existencial. Este adviento es toda nuestra
vida cristiana. Caminamos al encuentro del Señor, lo decimos en el salmo
responsorial. El adviento es el tiempo de la esperanza, de la ilusión de un
futuro muy grande que esperamos para esta humanidad. No sólo nos encaminamos
hacia ese futuro, sino que estamos activamente comprometidos, siguiendo el
ejemplo de Jesús, obedientes a su mandato y movidos por la fuerza de su
Espíritu, en la construcción del reino de Dios para este mundo. En los santos
evangelios encontramos el testimonio de la manera como Jesús empeñó su vida en
ese proyecto del Padre eterno. El verdadero cristiano no es aquel que reza
mucho y tiene muchas devociones, o que se la pasa en el templo, no, el
verdadero cristiano es aquel que trabaja, aunque sea con muchas dificultades y
limitaciones, pero con una fe y una ilusión inmensas, porque ese reino sea
posible entre los seres humanos. Estamos esperando activamente dar ese salto al
homo "espiritualis", porque, hay que reconocerlo con honestidad y valentía, aún
estamos en el tiempo de las cavernas, dejando que nos domine el egoísmo, el
consumismo, la violencia, el odio, el afán por el poder, por el dominio de los
demás, el ego narcisista. Aún tenemos muchos parecidos con los animalitos del
campo. Nuestra fe nos dice, siguiendo la enseñanza de san Pablo en la segunda
lectura, que Dios quiere que nos revistamos de Jesucristo. En él contemplamos
al hombre y a la mujer nuevos, a la nueva humanidad.
Repasemos
las advertencias que nos hace Jesús en el evangelio de hoy y que nos vienen como
anillo al dedo precisamente para estas llamadas "fiestas decembrinas”: "Antes del diluvio, la gente
comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y cuando
menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos… Velen, pues, y
estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor”. San Pablo, por su parte, nos advierte: "Nada de
comilonas ni borracheras, nada de lujurias ni desenfrenos, nada de pleitos ni
envidias. Revístanse más bien, de nuestro Señor Jesucristo”.
El adviento litúrgico
nos sirve para vivir más intensamente lo que debe ser toda nuestra vida
cristiana. Los discípulos de Cristo tenemos ese deber de educar a nuestro mundo
en no dejarse atrapar por el día a día, sino aprender a abstraerse en buena
medida de las preocupaciones, tareas y diversiones ordinarias, para poner
nuestra mente y nuestro corazón en el mundo que queremos, como creyentes en el
proyecto del Padre. Hasta los no creyentes están convocados a esta tarea.
|