SI LOS POBRES SON EVANGELIZADOS, SOMOS LA IGLESIA DE JESÚS
Comentario al evangelio del domingo 11 de diciembre
de 2016
3º de adviento
Mateo 11,2-11.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
A partir de este tercer domingo
de adviento la Iglesia nos acentúa la invitación, con la Palabra de Dios, a la
alegría. Lo indicamos con el color de la tercera vela de la corona de adviento.
En la primera lectura, del profeta Isaías escuchamos esta convocatoria que
viene de Dios mismo: Regocíjate, yermo
sediento… que se cubra de flores… que se alegre y dé gritos de júbilo”. El profeta es un
mensajero de buenas noticias para un pueblo que ha sido conquistado por un
poder extranjero, como en varias épocas lo vivió el pueblo de Israel, y como
tantos pueblos lo viven hoy día. La conquista no es algo que quiera Dios, de
nadie ni para nadie.
El
evangelio sólo menciona una sola vez la palabra "dichoso”. No obstante, todo el
pasaje es una buena noticia, un buen anuncio para los descartados de este
mundo, y también para nosotros si sintonizamos con ellos. El anuncio del
profeta sobre los ciegos, los sordos, el cojo, el mudo, ha tenido y sigue teniendo
su cumplimiento en Jesús, no de una manera particular sino amplia, es decir,
para nuestro mundo, donde no haya gente con los ojos, los oídos, la boca, la
mente cerrados; donde no haya gente paralizada ni sufriente.
También
Juan bautista es un profeta que ha venido a anunciar a Jesús, la alegría, la
salud, la paz, la justicia, la verdad para este mundo. Sí, aún desde la cárcel
él continúa cumpliendo su misión, su misión de anunciar a Jesús. No se ha dado
de baja por estar encerrado. Su pregunta, ¿eres tú el que ha de venir o hemos
de esperar a otro?, da ocasión a una maravillosa respuesta en la que Jesús se
retrata a sí mismo de cuerpo entero. Yo no veo duda o confusión en Juan sino
servicio a la causa de Jesús. Si Juan anduviera en otra onda, Jesús no se
habría expresado tan bien de él. Qué bonitas cosas dice Jesús de Juan: un
verdadero profeta, ninguno mayor que él. Pero en coherencia con todo su
evangelio, sólo el más pequeño en el reino es más grande que Juan.
También
se deja ver en la pregunta de Juan que sigue siendo una persona en búsqueda,
aún en la cárcel, y que siembra esa búsqueda en sus discípulos. El cristiano no
debe vivir en la seguridad de una respuesta que se dio en el pasado. Cada día
ha de seguirse preguntando para seguirse respondiendo con las nuevas señales de
nuestro tiempo. ¿Cómo continúa Jesús siendo salud, vida, alegría para este pobre
mundo, para los más pobres y desgraciados de nuestro mundo? El cristiano no debe
vivir de respuestas del pasado. Su profesión de fe en Jesús ha de ser presente
y dinámica.
La obra
de Jesús es la liberación de los pobres, los que son menos, los afectados por
la desgracia. El de Jesús no es un trabajo del templo, es decir, la suya no es una
actividad cultualista o religiosista. Tampoco lo debe ser el caminar de la
Iglesia en medio de este mundo, sino una labor de cara a los oprimidos. Los
santos evangelios, en efecto, ponen el acento en los milagros de Jesús. No fue
un hombre de ceremonias, de ofrendas en el templo de Jerusalén. Él mismo en
toda su persona fue la gran ofrenda para la salud y la salvación de esta
humanidad.
La
mejor imagen de nuestra Iglesia, por esa sintonía con la obra y la persona de
Jesús, la ofrecen aquellos cristianos y cristianas que se dedican a las obras
de caridad y a los movimientos sociales: asilos de ancianos y de niños
huérfanos, dispensarios y consultorios populares, leprosarios, los que atienden
a los enfermos, las misioneras de la caridad, los que caminan con los indígenas
y campesinos, los que participan en las luchas de los obreros, los que salen al
encuentro de los migrantes, los que evangelizan en las colonias populares,
etc., etc.
La Iglesia debe ser ese espacio
donde las personas abren los ojos, aprenden a caminar en la libertad, aprenden
a escuchar a Dios y a los demás, a escuchar la cultura ajena, ese espacio donde
los pobres son evangelizados. Qué signo tan contrario al Reino de los cielos
cuando la Iglesia, sus sacerdotes, se dedican a las personas pudientes, a los
importantes según el mundo, a hacerles más bellos sus eventos sociales con ese
ropaje religioso. En cambio qué bonita
Iglesia la que se dedica a los pobres como Jesús.
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