SUMERGIRSE EN EL ESPÍRITU
Comentario al evangelio del domingo 15 de enero de
2017
2º ordinario
Juan 1,29-34.
Carlos Pérez Barrera, Pbro.
El segundo domingo del tiempo
ordinario la Iglesia nos ofrece siempre un pasaje del evangelio según san Juan,
para luego dejarnos con alguno de los
sinópticos. En el ciclo A proclamamos este pasaje del testimonio de Juan
bautista; en el ciclo B, el llamado de los primeros discípulos; y en el ciclo C
la bodas de Caná.
El evangelista san Juan no nos
dice que Juan bautista bautizó a Jesús, sólo que dio testimonio de él. Es bueno
que todos los católicos vayamos teniendo conocimiento de los santos evangelios
y vayamos identificando a cada uno en sus diversos detalles, en sus propias
finalidades.
Las
lecturas de la liturgia de hoy centran nuestra atención en la persona de Jesucristo.
Isaías, en la primera lectura, lo presenta como el siervo de Yahveh. No es la
imagen que quisiéramos presentarle al mundo de un Cristo todo poderoso. Al contrario,
Jesús se ha hecho servidor, no solamente de Dios sino del pueblo, del pueblo
más pobre. Así lo contemplaremos en la secuencia que haremos del evangelio
según san Mateo en los siguientes domingos del tiempo ordinario. Ser servidores
es nuestra vocación de cristianos. Es Jesucristo el que nos convoca en su misma
persona a ser tales para el mundo, para el pueblo más amolado. San Pablo nos
dice que él es apóstol por vocación de Cristo.
El
cristiano es uno que ha sido llamado personalmente por Jesucristo. Nadie es
cristiano por iniciativa propia, por méritos propios. Todos lo somos por la
gratuidad de Jesucristo, como así lo fue san Pablo. "Por la gracia de Dios,
soy lo que soy”, lo dirá en esta carta en 15,10. Nuestro trabajo que debemos tomarnos
muy en serio, es conocer progresivamente a Jesucristo, en el estudio de los santos
evangelios. Y en la medida que lo vayamos conociendo, dar testimonio de él ante
toda la sociedad, como valientemente lo hizo Juan bautista.
En
el evangelio hemos escuchado el testimonio de Juan: Jesucristo es el que
bautiza con el Espíritu Santo. Nosotros los católicos no nos tomamos muy en
serio el bautismo. Cuántas cosas vemos entre nosotros. Los católicos traemos a
nuestros hijos a bautizar pero la mayoría ya no regresa a la Iglesia. Viven el
bautismo como un evento social. Sacan fotos, video, hacen fiestecita y la vida
sigue como antes. Hay otros, que se atreven a falsificar documentos de la
Iglesia, como constancias de confirmación o de matrimonio, o tarjetas de pláticas
para cumplir con los requisitos. ¿Qué es el bautismo para ellos? ¿Será acaso el
bautismo en el Espíritu Santo? Desde luego que no.
El
bautismo es más que un baño en el Espíritu de Dios. Un baño puede pasar en un
momento, y después se seca uno y ya no pasa nada. El bautismo que Jesucristo quiere
para cada ser humano, es como un hábitat. Tú te sumerges en el Espíritu Santo
para vivir en él, para que él viva en ti, para que sea el Espíritu como el agua
para un pez, que si lo sacas, se muere. El cristiano vive del Espíritu. No
basta decirlo y repetirlo. Es necesario trabajar con todos nuestros católicos
para que nos vayamos abriendo todos a los impulsos del Espíritu.
Aceptemos
con honestidad que actualmente nuestra Iglesia deja mucho que desear, tanto en
su jerarquía como en su laicado. Nos dejamos mover por intereses materiales o
meramente humanos, como el poder, el deseo de las cosas, el dinero, los
recursos materiales, los honores, la aceptación de los demás. Pero la vida del
cristiano es un dejarse llevar por el Espíritu, ni más ni menos lo que
contemplamos en el Hijo de Dios.
El
evangelista san Juan en todas sus páginas menciona 21 veces al Espíritu. Una
buena tarea que podría realizar cada uno de nosotros es revisar cada una de
esas insistencias para enriquecer nuestra espiritualidad y toda nuestra vida
cristiana y toda nuestra vida de Iglesia con estas enseñanzas de Jesús. ¿Quién
nos puede dar mejor el Espíritu sino el que lo tiene en plenitud?
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