Siempre es viernes santo

Estar en la Sierra como pastor no es fácil. Dejarse convertir por Dios en esta realidad es una gracia. Otras culturas, otros sueños, otras formas pastorales…; pero sobre todo una realidad muy real: la realidad de los pobres. Dios habla de muchas formas: por la conciencia, por la historia, por la naturaleza, por las mociones, por el Magisterio…; pero hay una manera muy evidente para quien no quiere encubrir esa evidencia porque aterra: la evidencia de Dios en los pobres.
     Fue apenas el Viernes Santo pasado. Arreglé mis cosas, encendí la camioneta, y me fui a una comunidad a pocas horas. Ahí, en Basíhuare, me encontré con los rarámuris que ya se preparaban para empezar el Vía Crucis. Fue impresionante ver a hombres en zapeta, y a las mujeres estrenando sus largos vestidos. Ahí estaban los que nada tienen, pero nada les falta. Rostros serios y serenos; misteriosos pero sin rencor. Rostros que reflejan el dolor y la esperanza; que llevan en su cuerpo las cicatrices del Crucificado. Rostros que no saben de teologías ni de otras ciencias, pero que expresan más sabiduría que la que tienen muchos sabios: la sabiduría de la Cruz.
     “Subir al Calvario. Se dice fácil, mas no es sencillo. Lleva al Cielo, pero empieza en la tierra. Descalzarte y subir, en pasos piadosos y serenos. Descalzarte y seguir, a un pueblo pobre que cree en el Nazareno. Me descalcé e intenté caminar con mi pueblo; con tu pueblo, Señor. Me descalcé y sentí el beso tierno de la tierra; la caricia punzante de un seguro suelo. Caminé y me uní a los pies de grandes y pequeños. Todos con fe, parados sobre piedras y abrojos ¡Contentos! ¡Siempre sonriendo!”.
EL RITO
     Para el indígena no hay ritos vacíos. Expresan, a su manera, toda su historia de dolor y de gozo, de quebranto y de esperanza. El turista nada entiende. Hay que ir con el corazón abierto y entrar a esos corazones de exclusión y de fe.
     Después del saludo me invitaron a correr; sí, a correr. Imagínense al obispo dando vueltas y vueltas, con sotana y solideo, durante casi una hora. Es la forma de expresar todo el drama de Cristo y el drama del pueblo azotado y herido.
     Al fin, el viacrucis: en medio de la tierra, ya estaban listas las estaciones con pinturas pequeñas y muy antiguas. Entre padres nuestros y aves marías iban rezando lo que les enseñaron los misioneros. El siriame y el obispo dábamos nawézari para alentar a Cristo a que no cediera.
ENSEÑANZA
     A los pobres no se les puede idealizar, utilizar e ideologizar. Sólo hay un acercamiento: con el corazón. Nunca seré como ellos, pues están a mucha distancia. Pero ¡Cómo contagian libertad!
     Ellos, los que sufren, son mis señores, porque Jesús los convierte en criterio del juicio universal: “Cuanto hicisteis a uno de estos más pequeños, a mí me lo hicisteis…” (Mt 25, 40).
     Sin los pobres no hay seguimiento de Cristo ni teología posible. En un mundo de violencia, sólo se puede construir la paz y la justicia sintiendo el sufrimiento de los pobres. Lo demás es demagogia. Aunque la experiencia ya pasó, el dolor de Cristo en sus pobres sigue. Por eso SIEMPRE ES VIERNES SANTO.
+ Rafael Sandoval Sandoval M.N.M. Obispo de Tarahumara